Superadas las 666 entradas (ahorraos los "felicidades", satánicos de pacotilla), vengo a defender mis derechos. Porque mucho se me ha criticado aquí por poner en tela de juicio la ley de violencia de género, la campaña mediática que la envuelve, la ley de paridad y hasta los ustedes-ustedas. Para algunos soy un machista camuflado. Para otros, sólo pego palos a unos y dejo a los otros al margen. Pues bien: aquí viene la entrada que me han pedido en más de una ocasión, en la que demuestro que no soy ni lo uno ni lo otro.
La gente suele decir: "todos somos un poquito racistas", o "todos somos un poquito machistas", o... la gente, en resumidas cuentas, limpia su conciencia a base de generalizar sus propias patologías. Ahí es donde se supone que entramos todos los hombres, odiando un poquito al género femenino aunque sin ninguna mala intención. Sólo un poquito, nadie ha dicho que nada grave. Es algo natural, generalizado, lógico y aceptado.
No para mí.
No soporto que digan lo que soy sin siquiera preguntarme. No, no soy machista, ni siquiera un poquito. Siento decepcionaros, y lo siento para quien diga que lo tengo que ser por ley. Ni yo lo soy, ni creo que todos lo sean. Pero como parece que en esta vida hay que demostrarlo todo, vengo a decir lo que me da la gana.
A ver. Me considero una persona relativamente moderna. Educado en una familia conservadora, de derechas, y pese a ello (¿y por qué no?), feminista. Ellos no entenderán el término igual que yo, pero siempre me han dado de mamar, sin peroratas ni cifras, una igualdad de sexos que entiendo desde que nací. Nadie me dijo que mis primas tuviesen tanto derecho a helado como yo. Nadie reclamó los derechos de las mujeres de mi familia, ni tampoco de mis amigas o mi entorno. Las mujeres, sencillamente, están en el marco de igualdad desde que tengo uso de razón. Por muy conservadora que sea mi familia. Por muy apolíticas, de izquierdas o derechas que sean mis amigas.
He ido tanto a un colegio mixto como a uno de sólo chicos. Podría decir que empezar por el mixto me dio una cantera al llegar al de los Legionarios, pero no. Porque mis nuevos amigos llevaban ahí toda la vida y nunca los he considerado machistas, ni por asomo. De derechas, vale, pero en absoluto machistas. En mi grupo de amigos del primer colegio las mujeres son la mitad. Nunca hemos ido chicos y chicas por separado, nunca se ha tenido en cuenta como un hecho diferenciador. Ahí estamos todos por ser nosotros mismos, no por cubrir cuotas de ningún gobierno. Pensamos distinto, pero yo también pienso distinto de Guille, igual que Ana de María. Mis amigas, las mujeres que conozco, nunca se han quedado cortas con sus ambiciones: me hubiesen decepcionado de aspirar a ser amas de casa, pero ellas quieren ser doctoras, notarias, bohemias, administrativas. Quieren ser, no que sean por ellas. Ninguna ahorra en ambiciones. Todas ponen medios para cumplirlas, y están a la altura (o para qué negarlo, por encima) de nosotros.
Detesto que la gente insista con eso de que las mujeres son inteligentes. Yo he conocido mujeres que daba vergüenza verlas, parásitos de sus maridos, parásitos de la contra-educación, parásitos de unos genes mal puestos que evidenciaban una clara inferioridad. Es una temeridad decir que todas las mujeres son tan brillantes como las que abanderan el género, pero es que entre los hombres también vamos curtidos, con especímenes a la altura de sus parejas. Pero no me cabe la menor duda de que en cómputo, en proporción, las mujeres válidas son tantas como los hombres. Y para rematar la entrada, y esto llego tiempo diciéndolo... (Polivalente me matará cuando lo lea) creo sinceramente que las mujeres conducen mejor que los hombres. En general. Ahí lo dejo.