Esta entrada viene porque reivindico el placer de la lengua original. Reivindico leer y escuchar en la lengua en la que la expresión fue creada, y si bien entiendo que las traducciones y doblajes son imprescindibles, en ocasiones talentosos, también lamento que quien puede disfrutar del arte en su lengua original, prefiera hacerlo en adaptaciones secundarias.
Suponiendo que todos los catalanes conocen el castellano, me apena comprobar la cantidad de libros que se traducen a su lengua. Y advertencia a ese troll que ya está escribiendo insultos en comentarios, sea cual sea su secta: no me refiero a los libros que vienen de fuera, que previamente fueron traducidos al español, porque esos libros merecen tanto estar en catalán como en la lengua de Cervantes. Jamás insinuaría nada contra esas traducciones, por favor.
Me refiero a los libros y películas que brotaron en castellano. Ojalá esos lectores comprendan que su placer de lectores se pierde un poco por renunciar a una lengua original que conocen a la perfección. Ojalá todos pudiésemos leer en más de una lengua. De ser así, nadie necesitaría las traducciones.
Valoro la versión original cuando puedo acceder a ella, y aunque comprendo que el caso del castellano al catalán no funciona a la inversa (en tanto que no todos los españoles conocen el catalán), me quise beneficiar de mis conocimientos de valenciano para leer en versión original el libro Mecanoscrit del segon origen. Si los catalanoparlantes tienen a su alcance leer en español, no me iba yo a privar de leer a Manuel del Pedrolo en la lengua en la que concibió su obra.
Fue desastroso. Comprobé que si bien leía el libro, mi nivel de catalán era peor de lo que creía. Además, el libro me aburrió. Pero en cualquier caso, y que sirva de conclusión: si tienes ocasión de leer en la lengua original, ¡hazlo!