He visitado Túnez y Egipto, los dos países africanos donde han estallado revueltas populares en las últimas semanas. Será que tengo una especie de talismán para la democracia, pero lamento anunciar que todavía no han estampado el sello de Cuba en mi pasaporte. Siempre he dicho que quiero estar allí en el momento en que muera Fidel. Por lo menos, podré decir que estuve en el país de las pirámides antes de la caída de Mubarak.
Cuando en el mes de octubre publiqué en este mismo blog Crónica de Cro en Egipto, me limité a ilustrar algunas de las bromas privadas del viaje. No era lo más interesante que contar, pero es que las semanas que siguieron entran en las páginas más negras de mi biografía impublicable y quería distraerme con cualquier asunto susceptible de provocar bajón. El Egipto que yo conocí no era perfecto, lo advierto. Tampoco se trataba del infierno terrenal. Era un país con sus luces y sombras, más sombras que luces. Fuese lo que fuera, no lo volverá a ser.
Yo visité un Egipto turístico, el del Nilo, donde se desarrolla toda la economía del país desde tiempos de la faraona Castaña. Sólo estuve ocho días, de modo que mis impresiones son bastante rápidas. Eso no significa que no conociese un poquito más que la mayoría de los turistas. En cuanto mis amigos y yo aprendimos la lección de los paquetes turísticos (pagas mucho más por ver mucho menos. ¿La alternativa? El taxi, aunque se trate de una distancia de horas. Merece la pena), nos hicimos más a Egipto y Egipto más a nosotros. Y mi visión del país fue muy distinta desde esa hora.
Primero, que no me enteré que fuese una dictadura. Se hablaba de democracia corrupta, pero no tuve la misma sensación que en Túnez, cuando la guía de El País se pitorreaba del respaldo del 98% de los votantes con el presidente. Egipto no es exactamente así, aunque no me queda muy claro cuál es la realidad. Fui en época de elecciones municipales y había distintas opciones -algunas, con rostros femeninos. Las menos, ¿pero acaso no son las menos también en España?- para votar. La gente de allí, en privado, nos hablaba de gobiernos mejores y gobiernos peores. No sé por qué omitieron que Mubarak era presidente desde el 81. Ahora me hago estas y otras preguntas, porque tampoco tuve sensación de que existiese una ley del silencio. Creo que lo consideraban un presidente corrupto, pero en ningún caso un dictador. Cada tantos años se celebraban elecciones para disimular.
Cuando llevábamos una semana de viaje y dos días en El Cairo, ya lo habíamos aprendido todo sobre los timos de Egipto. Picamos con el hombre de las inmediaciones del Museo Nacional que te dice que está cerrado por la oración y que compres en el bazar más cercano para aprovecharte del descuento del día de la patria (Lonely Planet reproduce el fraude palabra por palabra. Lástima que lo leyésemos unas horas después y no unas horas antes), y Dios sabe en qué más caeríamos. Para cuando visitamos el barrio de los coptos, los cristianos de Egipto, enseñábamos los dientes en cuanto nos dirigían la palabra. Fuimos en el metro de la ciudad (un metro que no está nada acostumbrado a los turistas, y que merece la pena conocer) hasta el Norte y vimos cómo nos cerraban las iglesias y museos en las narices. Estábamos a punto de volver, al ritmo que las farolas se encendían -o no lo hacían, pero la luz del sol desaparecía- cuando se nos acercó un grupo de jóvenes que no nos dio ninguna buena espina. Nos siguieron y uno de ellos preguntó con un español espléndido de dónde éramos. No sirvió de nada huirle. Después de todo, ¿adónde podíamos ir? Cuando no pudimos esquivarlo por más tiempo, nos explico que era un estudiante de filología hispánica y que estaba dispuesto a enseñarnos la ciudad gratis sólo por practicar un poco su español.
Naturalmente, no nos lo creímos. Buscamos a toda prisa una descripción del timo en la guía ("Supuesto filólogo que se gana la confianza del turista para después dejarlo sin blanca") pero no encontramos nada. Al final accedimos a visitar el centro con él, pero le dejamos bien claro que no le íbamos a dar un duro. También que no saldríamos de ninguna zona transitada. Nada de lo que nos pudiésemos arrepentir.
El chico se llamaba ----- y nos regaló unas cuantas horas de su tiempo. Por decir, podemos presumir hasta de que él y su pandilla pagaron nuestras Coca-Colas en un bar de después, demostrando que no todos los egipcios pretenden sacarte los cuartos: algunos, incluso, te invitan a beber. Y en ese tiempo, cuando nos llevaron a El Cairo alternativo, cuando cenamos donde cenan ellos, cuando vimos donde hacen las compras, comprobamos de verdad cómo es la vida en la ciudad. Él nos habló de la enorme pobreza, y la absoluta dependencia del turismo del exterior. De cómo los cristianos son marginados continuamente pese a que el gobierno se llene la boca de igualdades, y que el dni los obliga a indicar su religión (la opción de ateo no existe. Y si quieres que en tu documento figure tu fe cristiana, atrévete a la mayor aventura de papeles por rellenar. Si por el contrario te conviertes al islam, son todo facilidades). Pese a ello, ----- también nos contó que los cristianos, pese a ser los menos, tienen cierto prestigio de honradez. El gobierno siempre ha sido musulman, pero existe la tradición de que el ministro de economía sea cristiano. Gracioso, ¿verdad?
También escuchamos las imposibilidades de prosperar en el país, y cómo los jóvenes están cada vez más frustrados. Que todavía existen los matrimonios de conveniencia, y que ningún padre dejaría que su hija se case con un chico sin pelas. Los solteros son cientos de miles. Ya no creen que alguna vez se puedan casar. Con semejante paro no hay posibilidad de comprarse un piso. Sin piso, olvídate de dar el paso al altar.
Aunque las mujeres con burka eran las menos, el velo estaba extendido hasta en la capital. Eso sí: las que lo llevaban se mezclaban con las que no como si nada, y no existía ningún estigma social. Los hombros tapados, eso sí, y se quedaban a cuadros cuando veían europeas paseándose en tirantes como si fuese lo más normal. Distintos grupos de egipcias pararon a mis amigas en varias ocasiones para fotografiarse juntas (a los chicos ni nos miraban). Estaban impresionadas con todo lo que dejaban ver. Se reían sin parar. Aunque las egipcias están muy lejos de la igualdad de las españolas, no responden al tópico musulmán general.
En cuanto a nosotros, y viendo lo que ha ocurrido con otros países árabes, dudo que exista una época más segura para los turistas que la que acaba de terminar. Existe un cuerpo militar exclusivo para turistas y los egipcios se meten en problemas si nos hablan sin nuestra autorización. Siempre existen los que se lo saltan, claro, pero saben que en cualquier momento pueden recibir una buena tunda de los militares. Éstos, por lo que nos contaron, son los grandes privilegiados del país, con todo tipo de servicios a su disposición, la mayoría fuera del alcance de los egipcios. Por eso han tardado tanto en tomar posición en la revolución. Se juegan mucho, pero saben que nada es para siempre.
Nosotros nos aprovechamos de un octubre ultra-seguro para los turistas. Subimos en metro, hicimos cientos de kilómetros en taxi, nos paseamos por calles donde la Lonely Planet no sugería qué visitar. Dudo que podamos repetir un viaje semejante. Los países controlados por militares son mucho más seguros para los extranjeros, sí, pero no son ningún paraíso para sus habitantes. Es hora de que Egipto sea para los egipcios. Son ellos, y no los turistas, los que lo tienen que disfrutar.
Yo visité un Egipto turístico, el del Nilo, donde se desarrolla toda la economía del país desde tiempos de la faraona Castaña. Sólo estuve ocho días, de modo que mis impresiones son bastante rápidas. Eso no significa que no conociese un poquito más que la mayoría de los turistas. En cuanto mis amigos y yo aprendimos la lección de los paquetes turísticos (pagas mucho más por ver mucho menos. ¿La alternativa? El taxi, aunque se trate de una distancia de horas. Merece la pena), nos hicimos más a Egipto y Egipto más a nosotros. Y mi visión del país fue muy distinta desde esa hora.
Primero, que no me enteré que fuese una dictadura. Se hablaba de democracia corrupta, pero no tuve la misma sensación que en Túnez, cuando la guía de El País se pitorreaba del respaldo del 98% de los votantes con el presidente. Egipto no es exactamente así, aunque no me queda muy claro cuál es la realidad. Fui en época de elecciones municipales y había distintas opciones -algunas, con rostros femeninos. Las menos, ¿pero acaso no son las menos también en España?- para votar. La gente de allí, en privado, nos hablaba de gobiernos mejores y gobiernos peores. No sé por qué omitieron que Mubarak era presidente desde el 81. Ahora me hago estas y otras preguntas, porque tampoco tuve sensación de que existiese una ley del silencio. Creo que lo consideraban un presidente corrupto, pero en ningún caso un dictador. Cada tantos años se celebraban elecciones para disimular.
Cuando llevábamos una semana de viaje y dos días en El Cairo, ya lo habíamos aprendido todo sobre los timos de Egipto. Picamos con el hombre de las inmediaciones del Museo Nacional que te dice que está cerrado por la oración y que compres en el bazar más cercano para aprovecharte del descuento del día de la patria (Lonely Planet reproduce el fraude palabra por palabra. Lástima que lo leyésemos unas horas después y no unas horas antes), y Dios sabe en qué más caeríamos. Para cuando visitamos el barrio de los coptos, los cristianos de Egipto, enseñábamos los dientes en cuanto nos dirigían la palabra. Fuimos en el metro de la ciudad (un metro que no está nada acostumbrado a los turistas, y que merece la pena conocer) hasta el Norte y vimos cómo nos cerraban las iglesias y museos en las narices. Estábamos a punto de volver, al ritmo que las farolas se encendían -o no lo hacían, pero la luz del sol desaparecía- cuando se nos acercó un grupo de jóvenes que no nos dio ninguna buena espina. Nos siguieron y uno de ellos preguntó con un español espléndido de dónde éramos. No sirvió de nada huirle. Después de todo, ¿adónde podíamos ir? Cuando no pudimos esquivarlo por más tiempo, nos explico que era un estudiante de filología hispánica y que estaba dispuesto a enseñarnos la ciudad gratis sólo por practicar un poco su español.
Naturalmente, no nos lo creímos. Buscamos a toda prisa una descripción del timo en la guía ("Supuesto filólogo que se gana la confianza del turista para después dejarlo sin blanca") pero no encontramos nada. Al final accedimos a visitar el centro con él, pero le dejamos bien claro que no le íbamos a dar un duro. También que no saldríamos de ninguna zona transitada. Nada de lo que nos pudiésemos arrepentir.
El chico se llamaba ----- y nos regaló unas cuantas horas de su tiempo. Por decir, podemos presumir hasta de que él y su pandilla pagaron nuestras Coca-Colas en un bar de después, demostrando que no todos los egipcios pretenden sacarte los cuartos: algunos, incluso, te invitan a beber. Y en ese tiempo, cuando nos llevaron a El Cairo alternativo, cuando cenamos donde cenan ellos, cuando vimos donde hacen las compras, comprobamos de verdad cómo es la vida en la ciudad. Él nos habló de la enorme pobreza, y la absoluta dependencia del turismo del exterior. De cómo los cristianos son marginados continuamente pese a que el gobierno se llene la boca de igualdades, y que el dni los obliga a indicar su religión (la opción de ateo no existe. Y si quieres que en tu documento figure tu fe cristiana, atrévete a la mayor aventura de papeles por rellenar. Si por el contrario te conviertes al islam, son todo facilidades). Pese a ello, ----- también nos contó que los cristianos, pese a ser los menos, tienen cierto prestigio de honradez. El gobierno siempre ha sido musulman, pero existe la tradición de que el ministro de economía sea cristiano. Gracioso, ¿verdad?
También escuchamos las imposibilidades de prosperar en el país, y cómo los jóvenes están cada vez más frustrados. Que todavía existen los matrimonios de conveniencia, y que ningún padre dejaría que su hija se case con un chico sin pelas. Los solteros son cientos de miles. Ya no creen que alguna vez se puedan casar. Con semejante paro no hay posibilidad de comprarse un piso. Sin piso, olvídate de dar el paso al altar.
Aunque las mujeres con burka eran las menos, el velo estaba extendido hasta en la capital. Eso sí: las que lo llevaban se mezclaban con las que no como si nada, y no existía ningún estigma social. Los hombros tapados, eso sí, y se quedaban a cuadros cuando veían europeas paseándose en tirantes como si fuese lo más normal. Distintos grupos de egipcias pararon a mis amigas en varias ocasiones para fotografiarse juntas (a los chicos ni nos miraban). Estaban impresionadas con todo lo que dejaban ver. Se reían sin parar. Aunque las egipcias están muy lejos de la igualdad de las españolas, no responden al tópico musulmán general.
En cuanto a nosotros, y viendo lo que ha ocurrido con otros países árabes, dudo que exista una época más segura para los turistas que la que acaba de terminar. Existe un cuerpo militar exclusivo para turistas y los egipcios se meten en problemas si nos hablan sin nuestra autorización. Siempre existen los que se lo saltan, claro, pero saben que en cualquier momento pueden recibir una buena tunda de los militares. Éstos, por lo que nos contaron, son los grandes privilegiados del país, con todo tipo de servicios a su disposición, la mayoría fuera del alcance de los egipcios. Por eso han tardado tanto en tomar posición en la revolución. Se juegan mucho, pero saben que nada es para siempre.
Nosotros nos aprovechamos de un octubre ultra-seguro para los turistas. Subimos en metro, hicimos cientos de kilómetros en taxi, nos paseamos por calles donde la Lonely Planet no sugería qué visitar. Dudo que podamos repetir un viaje semejante. Los países controlados por militares son mucho más seguros para los extranjeros, sí, pero no son ningún paraíso para sus habitantes. Es hora de que Egipto sea para los egipcios. Son ellos, y no los turistas, los que lo tienen que disfrutar.
6 comentarios:
Muy bueno el post, enhorabuena.
Supongo que Egipto es una de las democracias sin democracia, una cosa a medio camino entre la democracia y la dictadura pero sin llegar a ser ni una cosa ni la otra. No por haber elecciones en un país éste es democrático (con Franco había todo tipo de elecciones).
A mi la revuelta de Egipto me da miedo. Puede salir bien (instauración de una democracia real, como pocas existen en el mundo árabe por no decir ninguna), o puede salir mal (un país integrista islámico al estilo de lo que es actualmente Irán).
Túnez creo que va camino de la primera opción, pero me temo que Egipto lo está de la segunda opción. Y eso no es nada bueno.
Excelente crónica. Siendo algo más prolija en detalles sobre algunos de los avatares vividos en tierras egipcias, sería digna de ser publicada en cualquier medio de difusión escrita.
He leído hace unos días Cuadernos de Kabul de Ramón Lobo y por unos instantes, tuve la impresión de estar a apunto de leer una de sus historias.
¡Enhorabuena!
Bueno... muy interesante la entrada. Nunca visité Egipto, en realidad, nunca visité África, Europa, u otro continente que no sea América.
La verdad, es que tenía una idea bastante formada sobre lo que era la situación social de los Egipcios, gracias a la increíble globalización.
Lo que busqué al leer esta entrada, fue más que nada, una anécdota (y no información). Me parece muy curioso lo de el estudiante de Filología española, y creo que fue un golpe de suerte para ustedes, aunque fue bastante arriesgado aceptarlo.
Me quedó dando vueltas en la cabeza la frase " Los países controlados por militares son mucho más seguros, sí, pero no son ningún paraíso para sus habitantes."
Eso dependiendo del tipo de dictadura que se lleve a cabo en el país. Yo soy de Argentina. Un país cuya población adquirió una capacidad impresionante para superar crisis socio-económicas. En la década del 70, afrontamos una dictadura militar terrible. Si bien el país venía de golpes de estado muy violentos desde decadas anteriores, el último fue el más terrible.
El país no era nada seguro: si opinabas diferente te catalogaban de Transgresor y te secuestraban. ¿Cual era tu destino? La tortura con métodos horribles y luego la muerte. Así, a todos los que mataban los hacían llamar desaparecidos, ya que el dictador Videla afirmaba que si no hay cuerpo no hay muerto, sino que son desaparecidos. ¿Que hacian con los hijos? Los regalaban, los vendían, e incluso se lo quedaban los propios dictadores. Así surgieron los hijos de desaparecidos.
Si bien yo no vivía en esa época (nací en 1994), estoy muy enterado e informado como todos los argentinos de lo violenta que fue esa época y de los efectos que tuvo. Inclusive a mi abuelo a quien lamentablemente no conocí, se lo llevaron y lo devolvieron meses después tras torturarlo.
La verdad es que me gustó la entrada, pero "Los países controlados por militares son mucho más seguros, sí, pero no son ningún paraíso para sus habitantes." creo que no es tan cierto. Porque no hay país seguro si sus habitantes no están seguros.
Admiro tu blog croni...
Mucha suerte
Me refería a seguros para los turistas. Disculpa si he llevado a confusión.
Ahh, desde ese punto de vista la frase es muy cierta. Repito, admiro tu blog tanto en los escritos y viñetas.
Qué buena crónica. Detalles cómo esos son los que uno quiere escuchar acerca de un lugar, al menos para mi, lejano. Has hablado de la esfinge tanto que ahora no me queda duda de que queda en Egipto. jaja. Tan lejos está que en verdad, antes de esta revolución, yo no sabía de Egipto algo más que no fuera Nilo y pirámides. Quizás tengas razón, es hora de que los egipcios disfruten de su país tanto como los turistas.
Yo también soy de un país hiperturístico. Con la diferencia de que aquí en Guatemala la inseguridad es la misma para los turistas como para nosotros. A ver cuánto te vienes por acá, (advertido quedas, hay que tomar algunas precauciones) a lo mejor dos meses después tu talismán hace algo que cambie la situación para traernos un poco de paz. Bueno, eso se supone que va a suceder en el 2012. En cualquier caso, estás invitado.
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