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No digáis que es justo

No somos los malos. No relativizamos ni despreciamos el sufrimiento de las víctima. No estamos desprovistos de corazón, ni tampoco olvidamos los años más oscuros. Hacemos nuestro aquello de «vencedores y vencidos» para apoyar a los primeros y denostar a los segundos. Pero sobre todas las cosas, por encima de las lágrimas y el sentimiento de impotencia, tenemos un sentido de justicia desarrollado. De tanto repetir lo del Estado de derecho, hemos acabado por creérnoslo. Y ahora no nos podemos quedar de brazos cruzados cuando la calle se llena de protestas, de comentarios indignados y de acusaciones de filoetarras sólo porque la justicia debe tratar con justicia a los miserables. Oigo que no la merecen, cuando llevan toda la vida diciendo que contra las armas sólo están las leyes. Ahora, por lo visto, no toca.
El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos ha dado la razón a la etarra Inés del Río en su litigio contra España. Un tribunal (¿Qué suena a más justicia que eso?) de derechos humanos (los etarras, incluso con su grupo sanguíneo abertzale, todavía entran en la categoría de humanos). Un fallo que empuja a nuestro país a liberar a la demandante ipso facto y a indemnizarla por todo el tiempo de descuento que ha pasado en prisión. Encima, a pagarle con nuestros impuestos. Quema.
Que un tribunal dé la razón a un individuo que ha matado a veinticuatro personas (y no de una, sino por entregas) cabrea. Que ni siquiera cumpla treinta años de prisión cuando la condenaron a 3.828 primaveras entre rejas, es para mosquearse. Pero que el Estado de derecho, máximo garante de la justicia, haga trampas para conseguir sus fines, eso sí que es para preocuparse y temer por nuestra democracia misma.
A la etarra Del Río no le importan los derechos humanos salvo cuando la benefician, pero no por eso queda al margen del sistema. Para los que llegan tarde o vienen de lejos, la polémica surge porque no le aplicarán la doctrina Parot. Sintetizando mucho, lo que pretendía la justicia era que Del Río y otros reos no pudiesen beneficiarse de las reducciones de condena (trabajo en prisión, buena conducta, hacer la ola al alcaide) en la práctica, ya que la doctrina rebaja los años a partir de las penas completas (en el caso de Del Río, 3.828 años) en vez de a descontarlos a la pena máxima real del sistema español, que son treinta años. Las cosas como son: cuando te quedan casi cuatro mil años entre rejas, tiempo suficiente para dos venidas y pico de Cristo, te importa un pito si los 3.828 años de pena te los dejan en 3.500. Para lo que vas a vivir, el descuento te vale poco. Como si te quitan dos mil.
Nuestra justicia no funciona bien: parte de una constitución que no nos creemos ni los más constitucionalistas; legislan unos políticos que sólo piensan en su electorado; los jueces interpretan muchas veces según las presiones de los anteriores, que separación de poderes y eso qué es; e incluso cuando nosotros los demócratas escribimos las reglas del juego y apartamos a los asesinos del proceso de elaboración de las normas, cuando hacemos la ley como nos da la gana porque para eso es nuestra ley, incluso en esos casos, queremos saltarnos la ley a la torera y hacer las cosas a voluntad de los gritos del populacho. Con dos cojones. El Estado de derecho dicta las normas, pero también hace sus trampitas.
Que no os engañen: no he leído un sólo argumento de peso entre todas las columnas (¡y editoriales, así, a lo grande!) que se han publicado estos días en defensa de la doctrina Parot. Lo más que dicen es que es una injusticia que una mequetrefe como Del Río tenga libertad. Que sí, que ha cumplido su pena (¡lo admiten!) pero a renglón seguido matizan que eso no se puede consentir. Más tiempo, tiene que quedarse más tiempo. Que de 3.828 años de pena no cumpla ni los treinta es algo que no se puede consentir.
Los políticos han echado más leña al fuego. Cómo no, con la Asociación de Víctimas del Terrorismo azuzándolos por detrás. He leído declaraciones vergonzosas de políticos de PP, PSOE y UPyD. Lo mismo de periodistas. Saben (porque no se ruborizan al admitirlo) que la justicia española vulneró la ley, pero consideran que los derechos humanos son algo demasiado valioso para aplicárselos a una hijaputa. La justicia ha obrado mal, pero el fin justifica los medios. Dirán. Sin embargo, a mí no me enerva tanto que una etarra salga de prisión como que la banda que-nunca-se-ha-ido se cargue de argumentos para seguir con su discurso de Estado terrorista. Me indigna que tengan un poquito de razón. Me mata que les den argumentos como balas. España, ni ningún país democrático, se puede permitir titubear. La derrota de ETA será con la ley hasta el final y no con truquitos legislativos que luego nos cuestan millones en indemnizaciones a los miserables. Si estos políticos fuesen honestos de verdad, y no los cobardes que se esconden bajo doctrinas, propondrían la cadena perpetua. Las cosas por su nombre. Pero cualquier otra cosa, tramposa y de tapadillo, es un bálsamo para el pueblo que pide sangre. Los que hoy dicen que no hay derecho a que Del Río esté ya en la calle, no dicen que tienen las herramientas para reformar la ley y tener a los asesinos del futuro entre rejas hasta la muerte. Mostremos todos nuestras auténticas caras. Hasta entonces, y mientras no se atrevan a hacer en tiempos de calma lo que no hicieron en años de sangre, luchemos hasta el final por una sociedad con vencedores y vencidos, sí, pero también por un Estado de derecho hasta el final. Hasta el final. Las trampas son una derrota del Estado de derecho, y un filón de argumentos para los que no tenían que seguir aquí. Cómo me jode volver a escribir de ETA en este blog después de más de dos años. Cómo me jode que unos asesinos tengan por una vez razón.

Crímenes peores

Hace un par de meses, entre movimientos de sobres y chismorreos ducales, una noticia de peso pasó sin pena ni gloria. La medioprotagonizaba Angelina Jolie, actriz, que todavía será uno de los personajes del año por una causa ajena a su carrera cinematográfica, pero tampoco por esta. No, lo de su operación de pecho fue después, y no tiene nada que ver la noticia que se escurrió entre chorizos. De lo que habló la primera vez fue de violaciones en conflictos bélicos. Es muy posible que no lo recuerdes. Estamos a cosas mucho más importantes.
Las guerras sacan lo peor de cada pueblo. Se roba, se mata y a veces, por qué no, se viola. La agresión sexual se acepta como un problema inevitable de los conflictos, cuando la realidad es que es un simple capricho de los criminales, que aprovechan el caos para practicar la depravación.
Sería ingenuo pensar que las violaciones no tienen nada que ver con las guerras, pero no es así: los hay que violan a niños y mujeres aprovechando el descontrol y la ausencia de ley, pero en muchos casos estas violaciones son un arma más del conflicto, cuando los combatientes las emplean para humillar y destruir, como quien coloca una mina antipersona en lo más profundo de su enemigo. Los violadores lo hacen a veces por iniciativa propia, otras por orden de su superior, en un afán de llevar un paso más la destrucción de la guerra. Lo hemos visto en el mundo desde que nos alcanza la memoria: pueblos donde no quedó un hombre en pie, pero todas las mujeres tuvieron que cargar en su útero un hijo de su enemigo. También hay lugares, en la misma Europa contemporánea, donde las mujeres hubiesen deseado la suerte de las que murieron, porque por lo menos no tuvieron que malvivir con las consecuencias psicológicas de las violaciones de sus enemigos. Seguirán heridas de mente por mucho tiempo. También los republicanos violaron a monjas en la Guerra Civil, y los nacionales hicieron lo propio con las «rojas» porque, total, no les iba a importar siendo tan frescas. Repugnante todo.
Mientras tanto, la relatividad internacional ha hecho siempre la vista gorda con este tipo de crímenes y ha actuado con una alarmante pasividad, tratándolos de falacias en el peor de los casos y de «trastadas» en los más positivos. No iba con la guerra, punto. La concepción de violación de guerra es la misma desde la antigüedad, restándole importancia y separándolo de los crímenes de guerra comúnmente aceptados. Pero como Angelina Jolie dijo en su discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no son hechos ajenos. Merecen la misma persecución que cualquier otro crimen de guerra. Su fin no es ni más inocente ni menos destructivo, y flaco favor hacemos a nuestra especie, a nuestra dignidad humana, si no llamamos a estas violaciones por su nombre. La actriz, alineada con Acnur, la agencia de la ONU para refugiados, consiguió el apoyo por unanimidad a su propuesta de equiparación de crímenes. Que nadie se permita dudar al respecto, ni que una violación se persiga con menos ímpetu que cualquier otro crimen de guerra, porque puede ser tan nociva o más que el arma más peligrosa. No son acontecimientos accesorios: las violaciones de guerra son una estrategia bélica monstruosa que no puede quedar impune. Estas son las noticias que pasan sin pena ni gloria por la televisión, pero que significan mucho más que las trivialidades que nos angustian a diario.

Palabrita de The New York Times

Vivo en un sinvivir: soy adicto a la prensa digital española (visito elmundo.es y elpais.com tantas veces al día que me da vergüenza admitirlo), me entero de las noticias por el «Última hora» o «Urgente» de arriba, y las suelo leer cuando todavía tienen los comentarios a cero. Soy un lector responsable (me trago los anuncios de sus videos incluso cuando birlan videos de YouTube de los que no tienen derechos. ¡Ay, qué pillines!) pero me temo que mi fidelidad pende de un hilo. No sé si la prensa contagia el pesimismo a los españoles, o si son los españoles los que se lo contagian a la prensa, pero ya no se toman en serio ni ellos.
Me fascina la admiración que nuestros periódicos sienten por la prensa internacional. La prensa internacional no es un periódico con ese nombre, al contrario de lo que pueda parecer con titulares como «La prensa internacional dice» o «La prensa internacional alerta de». La prensa internacional no es otra cosa que la suma de todos, como Hacienda, e igual que la Hacienda, la prensa internacional son todos pero unos más que otros. Vamos: que cuando los periódicos patrios hablan de la prensa internacional, se refieren a los periódicos que les interesan. Cogen los titulares de los dos o tres diarios que les dan la razón (o que pueden provocar el sensacionalismo que buscan) y le dan autoridad de Enunciado Mundial Comprobadísimo. Los periódicos españoles nunca escriben «la prensa internacional dice» para sostener algo con lo que no comulgan, ¡estaría bueno! No no, nuestros periodistas sólo acuden a la prensa internacional cuando les conviene reafirmar su línea editorial, cuando llevan semanas dándonos la traca con su monotema y consiguen que el diario de Nueva York o la gaceta de Berlín les dedique una columnita en la novena página de la sección de Internacional. Entonces se dan por satisfechos: da igual cuál sea la realidad de la ciudadanía española, que si The New York Times lo dice, es palabrita de The New York Times: eso se aplica a nuestros líderes, paro, economía y hasta gastronomía. Porque ya pueden decir Arzak, Adrià y nuestra abuela cuál es el mejor restaurante de España, que si la prensa internacional elige otro, nos callamos y aceptamos el designio mundial. Por algo es la prensa internacional.
No sé cómo tendríamos que imaginarnos a la prensa internacional, pero en lo referente a España, no tiendo a hacerles mucho caso. Cómo se lo voy a hacer, si nuestros periódicos tienen plantillas con decenas de periodistas dedicados a nuestros asuntos, y la prensa internacional tiene, si es que se lo puede permitir, un pobrecito periodista asentado en Madrid para cubrir toda la información nacional y escribir algún articulillo cuando su jefe de redacción lo mande. En ninguna cabeza cabe que un corresponsal en país extranjero sepa más de la situación que cincuenta periodistas que juegan en casa, pero en España, que nos queremos tan poco, aceptamos eso y mucho más. Ya podemos hablar de lo desgastado que está Rajoy, que tienen que venir The Guardian y The Telegraph para demostrarnos que lo está de verdad. A ver quién se supone que le ha contado la historia a los corresponsales extranjeros: pues nosotros mismos, así que estamos en el mismo punto que al principio. Para enterarme de la realidad española no necesito la prensa internacional a menos que quiera saber hasta qué punto los vecinos están al tanto de nuestro circo, pero de ahí a tomar el circo que cuentan como si fuese nuestra realidad hay un trecho. O si no recordad el reportaje fotográfico sobre la España de la crisis que publicó The New York Times. Si esa es la prensa internacional de la que nos tenemos que fiar como revelación de la Virgen, yo apostato de estos medios.

Mi desencanto con la prensa internacional cuando habla de nuestros asuntos había llegado a mínimos históricos. Hasta que el último año. Entonces descubrí que los periodistas patrios no sólo utilizan a los extranjeros para reafirmar sus titulares y darse palmaditas en la espalda, sino que han encontrado una excusa perfecta para contar lo que no se atreven a contar. A ver cómo me explico: como hay ciertos asuntos que no está bien que publiquen los periódicos españoles (¡censura en el siglo XXI! ¿De qué estamos hablando?), por los compromisos y presiones de siempre, nuestros periodistas, que están un poco hasta las narices de los bozales de oro y que no van a dejar pasar noticias jugosas de las que venden periódicos con la que está cayendo, reinventan el «la prensa internacional dice» y lo convierten en «mira lo que dice la prensa internacional, porque yo no tengo huevos». Un ejemplo práctico:
—Redacción de turno. ¿Diga?
—Mire, soy la Casa Real. Esto que habéis publicado no nos gusta y...
—¿Nosotros? Qué va: lo ha publicado la prensa internacional. Lo único que hemos hecho ha sido informar de lo que otros han dicho.
Los tentáculos del Rey llegan lejos, pero The New York Times se le queda grande. Y no es que la prensa internacional no haya publicado lo impublicable hasta ahora (una revista italiana publicó fotos del Rey tomando el sol en pelotas, fotos que no llegaron a España por la censura autoimpuesta y menos mal), sino que ahora nuestros periodistas, que son un poco cobardes cuando se trata de reyezuelos e infantas, empiezan a perder el miedo a contar lo que otros cuentan, porque ellos no se atreven a contar. Porque quién iba a saber mejor de Corinna que los periodistas españoles, pero se hacen los locos y fingen que se enteran por la prensa internacional, como si la prensa internacional no bebiese de lo que nuestros periodistas cuentan off the record.
La primera vez que se habló en España de la amiga entrañable del Rey, se utilizó a la prensa internacional como excusa. Nuestros periódicos y revistas lanzaron a la portada los titulares extranjeros, escandalizadores, pero no tuvieron valor de firmar ningún dato con su nombre. Corinna no es la única afectada de este mal de la prensa extranjera: hace poco, la prensa española publicó que la prensa extranjera publicaba que la prensa española sufría presiones de parte de la Corona por el caso Nóos. A ver, que no ha quedado claro: nuestros periodistas dicen que los periodistas extranjeros dicen que los periodistas españoles (¡o sea, los primeros!) sufren presiones. Simplifiquemos: es como si yo publico en el blog que el blog Mendrugo publica que el blog Crónicas Salemitas sufre presiones por parte de un tío con corona. A ver: ¿y por qué no digo directamente que las sufro yo? Ah, claro: por la censura autoimpuesta. Si digo que la corona me presiona, se me cae el pelo. Pero si lo dice otro, yo siempre puedo escurrir el bulto, pero ahí dejo la duda para quien la quiera.
El síndrome de la prensa internacional está llegando a cuotas extremas. Si tengo que informar a un periódico extranjero de cuál es la realidad, para contarla de su parte, este periodismo se va a la mierda. Así no nos los vamos a creer. Tampoco nos engañemos: con esta actitud, el recorrido de la monarquía española puede ser muy corto. La esperanza de vida se les ha reducido en unos cuantos años, y de ellos depende perpetuarse o morir. Están viviendo sus horas más bajas. Mucho se habla últimamente de la Transición pendiente de la corona. Esta transición tampoco le iría mal a nuestros periodistas, para que se libren de una vez de las correas de los de arriba. Así seríamos todos un poquito más libres. Lo dice la prensa internacional.

Decirlo

En medio de la miseria, demasiados territorios ignoraron el jueves el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Tampoco lo celebraron el viernes, ni ayer, ni seguro que oyen hablar de la fecha ni hoy ni mañana ni al otro. Sólo silencio. Porque nadie los informará de lo que es un derecho básico tan valioso como los demás, aun cuando creemos que sólo pertenece a los periodistas.
La libertad de prensa deriva de la libertad de expresión, un derecho reconocido en Declaración Universal de los Derechos Humanos. No te da de comer ni salva a tus hijos. Para algunos, es un derecho menor si se compara con otros más rimbombantes, como la abolición de la esclavitud (no es un derecho trasnochado. ¡Todavía hay esclavos en el mundo! Y lo que es más preocupante: ¡cada dos días descubren PERSONAS en situación de esclavitud dentro de nuestro país! ¿Cuán largas son las patitas de la locura? ¿Es que no tiene coto la maldad?) o la erradicación de torturas, que ni tan solo un mísero (y tan miserable) etarra puede merecer.
La libertad de expresión (y su extensión de prensa) no salva vidas, porque a nadie le va la vida en palabras, pero no la subestimemos por ello. No es un derecho de segunda como podría parecer, sino un derecho en todo su haber, sino el Derecho de Todos, porque ningún otro derecho del mundo garantiza la vigilancia del cumplimiento de todos los demás. No es broma: si un tirano (da igual la talla, los hay en todos los regímenes) quiere podar cualquier derecho, el primero al que atacará será la libertad de expresión. Una vez ponga bozal al pueblo, tendrá vía libre para atropellar el resto de derechos. Nadie podrá denunciarlo (al menos en ese lugar), de modo que la oposición estará más lejos y su poder quedará felizmente implantado para torturar, matar o someter. Las revoluciones y derrocamientos tardan mucho más cuando no sabes lo que piensa el de al lado, cuando tienes miedo a que el de al lado sepa qué piensas. La libertad de expresión es un derecho sagrado y el único adalid de todos los demás. Hay motivos de sobra para celebrarlo. Más razones para protegerlo.
Por desgracia, no hay que ir hasta el Tíbet, China o Cuba para que a uno le pongan un bozal. La censura continúa en España aun después de Franco y no nos encandalizamos lo suficiente cuando personajes como el Rey provocan un hermetismo informativo digno de repúblicas bananeras. Treinta años de democracia y todavía seguimos sin saber a qué se destinan los presupuestos de la Casa Real. Que un diputado (da igual que sea de ICV que del Partido Anti-Campechanería) descubra que una misteriosa cinta de correr último modelo se ha pagado con el presupuesto del Patrimonio Nacional y ha acabado misteriosamente en la Zarzuela, como si Su Majestad fuese un rey Midas que convierte en bien público cada cosa que pisa, y que el Congreso ni siquiera admita su pregunta. Es preocupante, como cuando los medios saben de actividades del Rey (tan inapropiadas como las de Urdangarin y desde hace mucho más tiempo) y se las callan como putas. Porque no conviene. Porque no hay cojones. Incluso en programas como Sálvame, donde invocan a exlocutoras de radio muertas para violarlas en directo y teatralizan el aplastamiento diario de la privacidad del resto, incluso en esos programas el director manda callar cuando se dice algo de más del Rey. Sabe que después vendrá una llamada de arriba. Dios sabe qué vendrá a continuación. Nadie que defienda las libertades quiere matar al Rey: lo único que pretendemos es que se gane su prestigio (y permanencia) con la exposición de la justa y medida libertad de expresión y no con un silencio de estupor y temblores digno de emperador clásico. Sólo cuando nuestro Rey se someta al mismo escrutinio que el resto de monarcas europeos podremos comparar monarquías. Mientras tanto, el prestigio de Juan Carlos es de pandereta. La mentira de un teatrillo de treinta años.
La libertad de expresión y la erradicación de la censura tampoco termina en la casa del Rey. Allá donde falten derechos, las voces deberán sonar con todo su esplendor. Ocurre con los grandes medios de comunicación, cuando se cuidan de no mancillar el nombre de ciertas macroempresas con polémicas de cuidao, pero que llenan sus espacios de anuncios. Ocurre también a nivel local, con el cacique de turno, capaz de lo imposible por mantener su poder: hay que ser muy valiente para plantarle cara a los malos.
Nuestro compromiso no acaba con defender la libertad de expresión: tenemos que atacar la censura en cualquier forma y cualquier lugar. Erradicar un mal enfermizo que se apoya siempre en excusas peregrinas para defender lo que, de ningún modo, sobresale sobre lo trascendental: el derecho a expresarnos. Nos volveremos locos si invertimos el orden de los factores y protegemos antes lo secundario que lo principal. Incluso cuando no nos guste escuchar lo principal y nos sintamos muy cómodos en lo secundario, incluso en ese caso, tenemos la obligación de proteger la libertad de expresión. Los dictadorcillos nunca fueron muy listos y cuando los oprimidos logran quitarse el bozal, gritan con mucha más fuerza que antes. Lo que al principio eran susurros enmudecidos se convierten de pronto en gritos de mil decibelios y el mundo abre los ojos, porque la denuncia se escucha allí y otros mil lugares. A los violentos se les hace más difícil noquear el resto de derechos: ahora tienen demasiados ojos observando cada paso que dan. Y lo más importante: el pueblo comienza sus movimientos. La caída del régimen llegará antes o después. Porque gracias a la libertad de expresión, alguien pudo decirlo. El resto es historia.

Pi y Sha

Ella lo tiene todo. Él también. Provocaron la pareja más inesperada del año y no hicieron ningún esfuerzo por ocultarlo. Shakira y Piqué elevaron a la universalidad la relación de famosa-famoso (dejando lo de Casillas y Carbonero a un mero tortolado nacional) e hicieron para sí aquello del «¿Y a mí qué?» para que no quedase niño, adulto, anciano ni googlebot que no se enterase de su amor.
Sobredimensionaron algo ya de por sí bastante sobredimensionado como es la popularidad. Ir al supermercado y aguantar veinte miradas antes de llegar a los congelados. Hacer una cola en el cine y escuchar un poco «Ese es el de...» mal disimulado. Tener un mal día y soportar a más maleducados de lo normal, como si hacerse fotos por la calle, firmar autógrafos o sencillamente responder un «Muchas gracias» a cualquier entrometido fuese con el sueldo. Los famosos me dan lástima, qué cosas. El hermetismo de celebridades como J.D. Salinger me resulta más lógico que cualquiera que pasea sus virtudes y miserias por el ¡Hola!
Por eso no podía comprender la política de Shakira y Piqué. Ellos, que podían hacer un esfuerzo por esquivarlo, se pusieron a tiro de los paparazzis. Para qué un fin de semana en las alejadas Bahamas, cuando puedes pasear tu ñoñismo por las Ramblas. Para qué tener fotógrafos persiguiéndote, cuando puedes ahorrarles el trabajo y subir tú mismo la foto más esperada a tu Facebook o Twitter. Para qué hacer del amor algo secreto, cuando puedes compartirlo con todo el mundo, un amor 2.0.
¿Para qué? Para que se cansen y no hablen más de ti. Se exhibieron tanto y de tantas maneras que consiguieron lo que ninguno antes: que nadie se interese lo más mínimo por su relación. Provocaron tal congestión informativa en las revistas que ya no había quien se tragase una píldora más. Ni Wikileaks con El País. Y hoy, los dos cursis que nos hartaron con sus besos, declaraciones y piquetones, no salen en los medios si no es por su profesión. Como debería haber ocurrido desde el primer día.

No maten al mensajero

De tanto en tanto, un medio de comunicación entrevista a un criminal para poner a prueba nuestro moralismo. La mayoría de veces pasamos por alto la acción y nos enfrascamos en debates sobre el contenido (cuando la entrevista provoca algún interés. Otras veces ni eso) pero en ocasiones, sin saber quién tiró la primera piedra, abanderamos de dignidad y convertimos al mensajero en asesino, como si fuese el culpable de todos nuestros males, como si el periodista fuese el autor mismo del crimen.
¿Se debe entrevistar a un criminal? No sólo se debe, sino que tendría que ser un compromiso de la información: intentar conocer, aunque cueste, la mente de quien ha hecho daño. No se trata de dar un micrófono desde el que soltar una arenga, sino de escuchar, preguntar y no olvidarse de la contrarréplica, única arma posible contra quienes nos dañan. Si es que nos dañan, porque una entrevista puede ser la misma puerta para demostrar la inocencia. O no: las entrevistas no nacieron para convencer. Lo hicieron para formarnos opinión, cuando no confirmarnos.
Los buenos periodistas no tienen miedo de entrevistar a terroristas, líderes totalitarios o pederastas, y no hay nada de indigno en su trabajo. Lo indigno es lo que hacen los entrevistados, no los entrevistadores. Gracias a su trabajo, podemos conocer mejor a todos nuestros monstruos porque tanto si mienten como si dicen la verdad, como si callan o hablan demasiado, si son claros o amigos de la retórica, en cada respuesta que dan, incluso la más vaga, nos dan un nítido retrato de su personalidad, de cómo son y cómo quieren que los veamos. El único error que puede cometer un periodista es dejarse ganar por el entrevistado. Pero que no nos lleven a engaño: el peor periodista es el que dice no a una entrevista de máximo interés, no el que la hace y se sienta frente a un miserable.

El emancipado, el presidente, el jugador y la maja desnuda

Leo en la prensa que la edad de emancipación de los españoles sube a los treinta años. No entiendo cómo es posible que la gente aguante tanto tiempo con las cosas hechas: yo me emancipé con veintidós y me hubiese encantado hacerlo con veinte. A diario veo gente que compagina estudios con trabajo, de modo que esa no es la excusa. Conozco casos de mérito sobrehumano, con oposiciones de primer grado al mismo tiempo que trabajan en una oficina y mantienen una familia. ¿Cómo es posible que otros se ahoguen cuando su única responsabilidad es aprobar el curso? ¿Cómo es posible que no saquen matrícula de honor en todo?
Y recuerdo mi yo estudiante y menos emancipado y era igual, así que lo entiendo: en cada momento de nuestra vida, no acaparamos más mundo que nuestro horizonte. Pero no es lo que querría para mis hijos: tenerlos en casa con veinticinco, con la cama hecha y un plato en cada comida. No lo querría para ellos porque les desearía el máximo desarrollo personal, y no les haría ningún favor si los retuviese en el nido por más tiempo. Yo prefiero deslomarme que sentir que me lo regalan todo. Es imposible conocer el valor de las cosas cuando lo máximo que te pagas es el menú del Burguer King, y lo haces con la paga que te dan tus padres. Por mucho que odie pagar cada cosa que compro, por muy poco que me guste limpiar la casa (a mí antes me hacían hasta la cama. No tenía ni esa obligación), por más que agobien los gastos de alquiler gas agua electricidad comida cursos transporte material ocio etcétera cada mes, lo prefiero todo mil veces antes que la comodidad de ser un hijo de papá. Es una satisfacción que se tiene que vivir.

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A mí me pareció horrendo el discurso de De la Iglesia. Es muy fácil resultar solemne en un escenario de esas dimensiones, ante ese público y sin posibilidad de réplica. Cayó en el mismo error que la gala de 2010: la obsesión por los personalismos. El año pasado le montó una entrada triunfal, con numerito incluido, al regreso de Almodóvar. No volvía de una operación de apendicitis: volvía después de irse porque le dio la gana. Hay que ser muy soberbio para entrar de esa forma a un teatro, más en las condiciones en las que se había ido.
Álex de la Iglesia ha hecho esta vez lo mismo para sí mismo: un numerito personalista, hablando como De la Iglesia director de cine -o usuario, un usuario con nombres y apellidos, no El Usuario- y no como director de la Academia. Se ha aprovechado de un púlpito que no se merecía. Cuando no representa la academia que dirige, no puede hablar de esa forma en nombre de todos, en un discurso que tiene precisamente ese papel.
Y es que además, el discurso, si lo hubiese hecho a título personal, era igualmente flojito. Nada nuevo bajo el sol. Tantas medias verdades como mentiras. Pero eso es otra cuestión.

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Para horrores, los jaleos que me cuentan que le gritaron al futbolista Piqué el otro día en el estadio. "Shakira es una puta", en coro y multiplicado por cientos de personas. Todo para desconcentrarlo. ¿En qué sociedad del insulto vivimos? ¿Quién encuentra esto gracioso? Me es igual que su novia sea famosa o no: es la provocación gratuita, un público que como se mueve en masa pierde el sentido común. Cuando se está en un estadio no vale todo, ni ahí ni en ningún otro lugar. Y me duele muchísimo que se den estas cosas porque son las mismas personas que me cruzo cuando voy de lugar en lugar. Son personas completamente normales que pierden la personalidad cuando se juntan en masa y hay que considerarlos como un ente social. Aberrante.

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El Mundo ha dedicado varias noticias de las últimas semanas a desprestigiar a un consejero del Ayuntamiento de Madrid por contratar a una chica Interviú para un trabajo temporal. Él salió en defensa que la chica -que desempeñaba un trabajo para el que estaba completamente capacitada- y El Mundo se ensañó más. Sentí muchísima vergüenza ajena al leer los progresos de la noticia. Como si salir en la portada de Interviú te incapacitase para hacer nada más. Hay directores de diarios nacionales muy reconocidos que han sido grabados en los videos sexuales la mar de escatológicos y nadie cuestiona su profesionalidad. Que estos se atrevan a decir ni mu contra una chica que sólo sale desnuda es de basta ya.

Elecciones catalanas o el fin del tripartit + filtraciones embajadísticas

CiU ganó y se quedó a un aliento de la mayoría absoluta, pero el resultado es que Mas será el próximo presidente de Cataluña y el tripartito queda enterrado para siempre. El panorama político catalán de los próximos cuatro años es radicalmente opuesto al de las dos legislaturas anteriores, aunque en realidad, viene a ser el panorama político catalán normal. Habrá que ver cómo se despega Mas de Pujol, y si sabe templar sus ánimos nacionalistas. No porque estén mal o sean menos legítimos que los españoles, sino porque la mayoría catalana de hoy todavía se siente española, y no hay más que ver las encuestas del CIS. Si Mas admite que no promulgará un referéndum mientras no cambie la tendencia (porque sabe que hoy por hoy la independencia recibiría un claro "No"), debería aplicarse esas estadísticas a sus políticas identitarias. Gobernar para los catalanes no es gobernar para uno mismo.

En cualquier caso, lo que está claro es que Cataluña vira hoy a la derecha. Sube CiU y sube el PP, con unos resultados históricos que seguro que cuentan con desvío (por sorprendente que parezca, pero si no no salen las cuentas) del PSC. El partido nacionalista es el primero que derroca un gobierno desde el comienzo de la crisis, y tiene el papel de demostrar si la superación de la misma depende de una buena gestión (como lleva diciendo cada partido de la oposición desde 2008) o es un mal inevitable (como dicen los ejecutivos de turno). Mas se propone, además, conseguir un mejor concierto económico para Cataluña, algo en lo que le tengo que dar la razón. Y no porque me guste, claro: el federalismo y el socialismo me parecen incompatibles, y yo barro para casa. Ahora bien: comprendo que un partido de derechas y nacional se proponga este objetivo, y veo justo que se le conceda una situación económica tan ventajosa como la del mejor, en este caso País vasco y Navarra. España no será justa mientras existan esas diferencias de privilegios. O pringamos todos, o no pringa nadie, pero no hay justificación legítima para negar a los catalanes lo que ya tienen navarros y vascos. ¿Solidario? En absoluto. Pero objetivamente justo.

***

Para quien acabe de despertarse, Wikileaks (que ya ha pasado a las páginas del periodismo del siglo XXI, ahí es nada) le ha filtrado a ciertos medios de comunicación internacionales (entre ellos, EL PAÍS) documentos secretos de las embajadas de Estados Unidos de todo el mundo. Documentos confidenciales, redactados en un lenguaje claro y sin doble interpretación, que ponen a algunos mandatarios de primer orden a caer de un burro. Estados Unidos no duda en mandar a sus embajadores a espiar a miembros de la ONU, recabar los trapos sucios de los primeros ministros y arrinconar hasta la asfixia a quien se le pone entre ceja y ceja. Estos documentos secretos tildan a la canciller alemana de "poco imaginativa" (no es tan grave), a Zapatero de "socialista romántico y trasnochado" (bueno, podría ser peor) y a Berlusconi de mujeriego empedernido, a lo que agregan que normal que se lleve tan bien con el ruso Putin porque él a fin de cuentas es de la misma calaña. Tremendo. También tienen para Sarkozy, Gadafi y cierto miembro de la realeza británica del que todavía no ha trascendido el nombre, pero que ahora mismo debe estar temblando en un rinconcito del Buckingham Palace. Estados Unidos lo va a tener muy difícil para maquillar lo que es una monstruosa filtración de su repugnante política internacional.
No me atrevo a juzgar a WikiLeaks por estas filtraciones. Los estadounidenses piden que se los considere terroristas, pero me cuesta comparar una cosa con la otra. Es periodismo de alta escala, y punto. No se han filtrado conversaciones privadas de teléfonos, sino comunicaciones del servicio de inteligencia estadounidense con embajadas de todo el mundo. El tono de muchos de los documentos no es nada profesional, pero eso no significa que no sean escritos profesionales. Sería ridículo que alguien tratase de defender que son comunicaciones personales, por muy coloquiales que sean algunas expresiones. Todo lo que está escrito es por un motivo, y es fortalecer la presencia de Estados Unidos alrededor del mundo y debilitar el resto de naciones. Seguramente todos los países compartan estas prácticas tan cuestionables, pero ni tienen el mismo poder que Estados Unidos, ni se les ha pillado. Ah, la filtración. Eso es lo que más duele.

Cine en 3D

He leído este artículo de elpais.com y me ha parecido muy interesante. Sólo he ido a ver una película -como película; no me refiero a los documentales que proyectan en L'Hemisfèric- en tres dimensiones, UP!, y me sentí completamente estafado. Es increíble el poco volumen que le sacaron a una cinta en la que había una casa volando, y para colmo, las gafas me robaron mucha definición de imagen, que era lo único que podía destacar de un filme tan malo. Ahora veo que los especialistas dan la razón, y que no es lo mismo hecho para 3D que convertido en 3D. También me han convencido para ver Alicia en dos dimensiones. Esta vez no voy a caer.

Todo lo que diré

Es que no puedo decir nada.

¡OH!

Pensaba que lo había visto todo en el periodismo, pero la portada del ¡HOLA! de esta semana me ha hecho replantearme la prensa e incluso mi existencia. Mi teoría es que todo es fruto de una apuesta del director de la revista: "¿Te crees que no me atreveré a poner esto en portada? ¿Cuánto te apuestas? Pues espera...". DIOS MÍO. Y les daba por lo más serio y respetado del corazón.


Viñetica

Un silencio por bombas

Habréis notado que todavía no he hablado de la invasión de Gaza. Eso no significa que no me importe, o que lo vea algo lejano.

Estoy indignado no, indignadísimo.
Igual que con el poco caso que han hecho todo el tiempo al fotógrafo español secuestrado en África, que llevaba ya un mes cautivo. Al joven Ussía le dedicarán una biblioteca de Madrid. A Cendón, gracias a que no ha muerto, no le dedican mas que una esquina en el periódico. El único mérito del primero fue ser asesinado por el gorrilla de una discoteca. El segundo, reportero de guerras. Un hecho no tendría que ver con el otro si no hubiesen sucedido seguidos y nuestras miradas, de marioneta, se fijaron en el primero para dar la espalda al segundo. De nada sirve que sólo se puede hacer algo por el segundo.
Y yo no entiendo nada...

Hasta los huevos (de las campañas) de la violencia machista

Voy por el metro y me encuentro uno de esos carteles sensibleros de "¡Mamá! ¡No quiero que papá te pegue!" que hacen que me ponga de mal humor. Yo seguiré estando en contra de esa violencia (de esa y de todas) y el maltratador seguirá maltratando: todo empieza y termina con la maltratada, que es la que puede poner punto y final con una simple llamada. Creo que todos, sin excepción, queremos que un maltrato termine.

De ahí al continuo atropello mental que sufrimos día a día con esa "concienciación", hay un abismo. Quizá sea que la Ministra de Igualdad tenga que justificar su sueldo, a base de gastar nuestros impuestos, pero me abuuuuuuuuuurre ver dos asesinatos en cada telediario, dos anuncios en cada descanso y dos carteles en cada paseo. Más que en publicidad, que ya hace tiempo que se pasó de vuelta, el dinero debería irse a los juzgados para que las que ya se han atrevido a denunciar, salgan ilesas. Ahí debe ir el dinero, y no quedarse en anuncios de la tele.
Esto de la violencia machista (o de género, que todos nos entendemos: que no me salgan los pedantes a decirme que está mal dicho, que ya ha pasado un tiempo) no sólo golpea todos los derechos de la mujer, sino que la parafernalia que envuelve todo su entorno se ha intoxicado de sus miserias. De modo que el novio de la mujer que dice ser maltratada es automáticamente un maltratador, y al cuerno la presunción de inocencia de nuestra Constitución, y más de una víbora se ha aprovechado de ésto. Haberlas haylas, sólo hay que encontrarlas.
Hace meses salió un proyecto de ley (o ya era ley, no recuerdo) por el que todas las inmigrantes ilegales que denunciasen un maltrato, se beneficiarían automáticamente de la suspensión de repatriación hasta que se celebrase el juicio. En mi mente calenturienta se me ocurrió enseguida la de extranjeras que fingirán maltrato (y peor aún: señalarán a un hombre totalmente inocente) para poder retrasar su extradición, y finalmente, quedarse en España. Es horrible, pero la ley invita a ello. Cuando tu situación es desesperada (y hablamos de personas que se han jugado la vida para venir aquí) denunciar un maltrato es lo de menos. Quien caiga por delante, cosa suya.
Hay dos tipos de maltrato: el físico y el psicológico. El psicológico es totalmente paritario, y sin embargo nadie habla de los maltratados. ¿Qué pasa, que ellas no tienen boca? Considerarlas inútiles para maltratar psicológicamente es bastante machista, pero las feministas de pancarte nunca fueron muy listas. E igual esa ley de violencia de género, que ya he criticado por activa y por pasiva en este blog, porque sólo apoya a la mujer atacada por un hombre, y que los gilipollas de turno siguen defendiendo porque "es que hay muy pocas mujeres que peguen a sus maridos".
Espero que esa gente no sea la misma que defiende el matrimonio de homosexuales, "porque aunque sean menos tienen los mismos derechos" (eso decían, cuando la derecha aseguraba que sólo se iban a casar cuatro gatos; que son una minoría). Pues qué lástima que sólo entiendan de unas minorías y no de todas. Qué lástima que todo acabe siendo fachada. Violencia machista no. Populismo, aprovechándose de la violencia machista, mucho menos.

Chávez

Leyendo las noticias de los detractores españoles, que vienen a ser todos, me da la impresión que no saben cómo reconocer que Chávez ha ganado, y escriben titulares y notas que o te conoces la situación del país a la perfección, o te queda un empastre mental de aúpa. Todo por no admitir que le ha ido bien, aunque no perfecto. Le ha ido bien. Si los enemigos son así de ambiguos, no quiero saber cómo lo estarán disfrutando los defensores. Mal vamos si Chávez triunfa. Pero es la democracia, qué le vamos a hacer. Dejaré su fracaso constitucional como uno de los diez momentos de mayor satisfacción del año. Disfruté mucho ese día, la verdad. Muchísimo.

Digo

¿Y a mí qué más me da quién es el jefe de prensa del nuevo gobierno de Obama? ¿De verdad puede ser eso portada en España? Basta preguntarse si conocíamos algo del jefe de prensa de Bush. Pues así de simple.

¿Y a mí qué más me da que el responsable de justicia sea el primer negro de la historia? Pensaba que ya habíamos terminado con esos títulares, después de que Obama alcanzase el puesto más alto de todos.
Ay, prensa pueril...

La Ley del Corazón

Me gusta criticar. Sí, mucho, tengo un espíritu crítico infatifable que no hay modo de parar. Pero también me gusta decir cómo habría hecho yo las cosas, porque este mundo no se construye sin ideas. Cuando esta mañana volvía a escuchar en televisión ese eterno debate de dónde termina la libertad de prensa y empieza la intimidad, con famosos de turno exigiendo sus derechos, me daba cuenta de lo complicado que es determinar el qué y el cómo.

A mí no me produce lástima aquel que hace una exclusiva máximo una vez por lustro y luego se queja de que el resto del tiempo le persiguen los periodistas. Me produce lástima el que jamás vende su vida: ese merece mi respeto, y no el que flaquea cuando ve que no llega a fin de mes. Dado que los famosos se creen con derecho de trocear su vida y dar sólo lo que les conviene, mientras que los reporteros insisten en que sus vivencias son de interés general, establecería un punto muy claro que debería contentar a todos: si un famoso no habla de su vida privada, ni cobrando ni gratuitamente, la prensa no podría perseguirle jamás. Si lo hace, aunque sea en la calle en un arrebato o con el interés secreto de promocionar su nueva película, disco o serie, para mí ese famoso ya estaría legalmente dentro del circo mediático, y no tendría derecho a exigir tutela por su intimidad. Sería el famoso, siempre, el que decidiese si entra o no en el juego. Pero si lo hace, lo hace con todas las consecuencias.
Con una condición: la ley debería marcar plazos. No se trata de ser extremistas, y esta ley del corazón tendría que determinar el tiempo (semanas, meses, años) por el que el famoso podría ser perseguido y preguntado. Una vez pasado este tiempo, estipulado por la ley, el famoso volvería a disponer de su total intimidad, con la tranquilidad de poder ir por la calle sin ser acosado. Siempre sería el famoso el que decidiese sobre su propia vida privada. Pero o todo o nada: no vale vender la boda y pretender que los medios no se interesen por el divorcio. Hipocresías ninguna, una ley sí.
Y lógicamente, siempre con una justa excepción en la ley: la de la familia real. Desde el mismo momento en que reciben dinero de nuestros impuestos por sus vínculos familiares, los ciudadanos, al que le interese, tiene derecho a conocer el estado de esos vínculos. Y si no gusta, república. Tonterías ninguna.
¿Qué famosos apoyarían esta ley? ¿Cuantos celebrarían el día en que los periodistas dejasen de perseguirles y cuantos otros romperían con su intimidad al primer minuto?

Uno nuevo en El Templo

Desde hace ¿un año ya? realizo discretas colaboraciones en una revista online gratuita, El Templo de las Mil Puertas, que ha sacado ahora su número seis. Es una publicación sobre literatura juvenil, de hoy y ayer, totalmente independiente y con mucho trabajo detrás. A mí particularmente me gustan los reportajes (que en el 6 viene uno muy interesante de cómo publicar una novela), las entrevistas a autores españoles y extranjeros (acostumbrado a usar siempre lo "hispano" sobre lo "español", se me hace raro el cambio de mentalidad), las fotos de sus estudios (puro espíritu cotilla), autores de ayer (que en este número me he encargado de Frances Hodgson Burnett, pero hace meses fue de Roald Dahl, el gran Roald Dahl) y Libros olvidados, que repasa grandes títulos que han despreciado las editoriales, hasta el punto de estar descatalogados. Tampoco le hago ascos a la sección de libros extranjeros, que seguramente tendrá más de un lector editor (por la cuenta que le trae...).

En fin. Es un proyecto bonito y sobre todo, necesario. No había publicaciones de literatura juvenil. El Templo está para llenar ese hueco, que tantas revistas de adultos que hablan de que los jóvenes no leen insisten en ignorar. Un poco hipócritas ellos, ¿no?

Bestiario Moderno: Belén Esteban

Es vulgar, malhablada e inculta. Belén Esteban, exmujer del torero Jesulín de Ubrique, eclipsa la televisión de las mañanas con su colaboración en El Programa de AR, nuestra Oprah particular (y la prueba viviente de que una persona a la que pillan plagiando puede seguir siendo una estrella siempre y cuando nadie le recuerde el episodio). La Esteban, como ella misma se llama, es el reflejo de miles de mujeres españolas que no terminaron los estudios y no necesitan mas que salchichón y Coca-Cola para celebrar sus cumpleaños. No es la España profunda, no: es la España de la primera línea, la vulgar, la que nuestros medios de comunicación se empeñan constántemente en maquillar.
Belén Esteban es una estrella del espectáculo nacional, guste o moleste. No será la reina del ¡HOLA!, pero nadie le negará su trono en revistas de menos caché (y mismo cuché) que Qué Me Dices, Diez Minutos o Pronto. Belén Esteban es el continuo hazmerreír de sus contertulianos, constántemente humillada (y de formas tan subliminales como pordioseras) por su falta de vocabulario o ideas de bombero. Nos quieren hacer creer que Belén es la típica nueva rica hortera (y posíblemente lo sea), pero olvidan que miles de mujeres querrían tener la misma suerte que ella, y que una ama de casa sin estudios no ambiciona ser Ana Rosa, sino Belén Esteban. De ahí su éxito. Y como no oculto que he visto muchas veces los coloquios de AR (más porque van antes del debate político, que me lo trago a la vez que el de Cuatro, y por Sé Lo Que Hicistéis, del que tengo pendiente una entrada desde hace meses) la quiero incluir en este Bestiario Moderno, que en nada tiene que envidiar al de Ramón Llull, y en el que ya vimos al padre de Mariluz o a la sosaina Soraya Sáenz de Santamaría.
Seguí con interés el caso (casi caso de novela negra, por los giros que dio) de la boda de Belén Esteban. Dos aplausos: uno por no cobrar exclusiva por anunciar el enlace, y el otro por no dar exclusiva de la boda por deseo expreso del novio. La pobre las pasó canutas para encontrar vestido de novia, porque nadie quería vestir a una mujer tan chabacana como ella, pero faltó tiempo para que los que le habían cerrado la puerta se la volviesen a abrir, sólo por publicidad y limpiar su imagen de hijosdeputa (que podía ser peor que el desprestigio por vestirla, si lo pensasen). Verla a ella en medio de tanta contradicción, vejada por modistos que se aprovechaban de ella y la trataban como un auténtico maniquí, mientras sus compañeros de programa y otras cadenas la insultaban y se mofaban de su situación... daba pena, tratándose de una boda.
Para colmo, su boda coincidió con la del hijo de un cantante desgloriado y la de un exministro. Se podría decir que Belén Esteban ha hecho pocos méritos en su vida, pero estos dos mazapanes tampoco se han dejado destacar por nada. Y de nuevo, la fría maquinaria de la prensa rosa hacía de las suyas: las portadas de las revistas fueron para la boda de los dos criajos, mientras que a la auténtica protagonista apenas le dedicaron pies de página. Hipocresía. Belén Esteban tiene su público, pero fue arrinconada en las portadas para hacer sitio a una pareja que se suponía con más clase. Es increíble que sus fotos de novia, por las que no cobró un duro, no fuesen portada: seguramente fue increíble hasta para los directores de las publicaciones, que bien tuvieron que meditar para salir del embrollo con dignidad y credibilidad. Ninguno lo consiguió. Y para colmo, le jodieron la luna de miel.
Belén Esteban es protagonista de mi Bestiario Moderno no porque sea digna de admiración, ni siquiera de envidia, sino porque es digna de respeto. Y como el mío lo tiene, aquí protagoniza la última portada de Crónicas Salemitas. ¡Arriba la Esteban!

P.D.: En la siguiente entrada tendré que escribir un ensayo sobre las buenas costumbres de la aristocracia británica, con tal de compensar un poco este blog. Pero que nadie me tire tomates: este sitio nunca tuvo estilo ni clase. No la echéis en falta.

Levi el del Bombo

En un país con la ley de adopción tan desarrollada como Estados Unidos, el aborto no debería ser ni una posibilidad. Tampoco en España, pero mientras me paso el día oyendo de "derechos de la mujer" no dejo de buscar los "derechos del niño". Es igual, esta entrada no va de eso.

Levi Johnston es el desgraciado que ha hecho el bombo a la hija descarriada de la inesperada vicepresidenta de McCain. La chica está de cinco meses pero no os apuréis, que puestos a confirmar el rumor les compramos anillos de compromiso y a simular que todo ha sido un pequeño bache de la vida, nada que no se pueda arreglar con una buena campaña de márketing. Levi no sabe dónde se mete, y posiblemente la embarazada Bristol tampoco, pero hay unas elecciones que ganar y nada importa más que eso. Ni a su madre, desde luego, que prefiere asegurarse su puesto (o el de su jefe) antes que preocuparse por la felicidad de su hija. Porque si de verdad cree que la chica será feliz casándose a los diecisiete años para reparar un embarazo no deseado, no la querría como madre. Es una barbaridad retrógrada e inhumana. Es un matrimonio de conveniencia, solo que en vez de dote tenemos una vicepresidencia. Y me niego rotundamente a cualquier tipo de matrimonio que no sea fruto del amor (y aun así me niego bastante. ¿Qué dura etérnamente?). Levi será republicano, quizá sea demócrata: es igual. Está forzado. Posiblemente la hija también esté forzada, pero a ella le habrán cerrado la boca con asuntos de responsabilidad con el país y con el sexo. Pongo por delante que me parece estupendo que la vicepresidenta de McCain sea anti-abortista, y pocas personas sufren tantos golpes en la vida que puedan hacer temblar sus ideales (un niño con síndrome de down primero, y una hija embarazada a los diecisiete después). Pero la boda no es la respuesta. Jódeles la vida a los dos. Ese niño tendría que darse en adopción y la abuela, si quiere, adoptarlo. Incluso su quiere la niña también puede ejercer de madre. ¿Pero el padre? A él nadie le ha pedido opinión. A él le han colocado un anillo en el dedo y a callar. Las feministas de bote se quejan ahora de que los padres se desentienden, pero pregunto yo: si la madre quiere quedarse al hijo, se lo tienen que quedar los dos. Pero si se lo quiere quedar él, ¡ahí te quedas con el niño, tú sólo! No. Las cosas no funcionan así. El padre puede preferir una adopción a personas que de verdad puedan criarlo económica y emocionalmente. Si la niña, por asuntos políticos, tiene que quedárselo, es asunto suyo. ¿País de las libertades? Hace mucho que dejó de serlo.

Y déu, ahora que lo pienso en sólo doce días estaré allí.


Titulares estúpidos
Para despedir al redactor. ¿Alguien me explica cómo esto puede ser titular de primera línea en la web de noticias más leída en castellano? Si los titulares de eventos inmediatos no-sorpresivos ya me parecen estúpidos, este que habla de algo tan abstracto como la "ilusión" merece el premio de la estupidez.