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Yo voté a Rita Barberá

Yo voté a Rita Barberá.
La voté yo y la votó una mayoría absoluta durante varias legislaturas. Una mayoría absoluta que también era mayoría social, ahora que está tan de moda esa expresión. La voté cuando Valencia (y España) era bipartidismo, cuando la ciudad funcionaba bien (porque ni la oposición lograba argumentar una crítica razonada), cuando hasta la misma rival Carmen Alborch reconocía lo difícil que era disputarle la alcaldía porque era consciente de que no había mucho donde atacar. A Rita se la votaba se fuese de izquierdas o de derechas, porque vaya, las políticas municipales son tan básicas que no entienden de signos. Voté a Rita porque la ciudad iba bien, las calles estaban limpias (¡ganaba en todos los barrios, ricos y obreros!) y sentíamos (al menos una mayoría absoluta) que la alcaldesa tenía un proyecto más ambicioso del que se podía suponer para la tercera ciudad del país. Dejé de votarla cuando las arcas que rebosaban dinero se quedaron vacías; cuando descubrimos que todo había sido una ilusión; cuando, ¡vaya!, llegaron políticos con otras propuestas. Propuestas, lo que nunca habíamos tenido.
No sabíamos, porque no éramos adivinos, que la administración era la cueva de Alí Babá. No lo sabíamos ni nosotros, ni la oposición ni la Cheperudeta: entonces no había ningún proceso abierto, Rita no era «la alcaldesa de España» por casualidad ni apenas peros que hacerle. Si los hubo, que hubiesen denunciado entonces. Pero cuando Rita tenía mayoría absoluta, ni la prensa de izquierdas se atrevía a insinuar corrupción. La jefa estaba rodeada por un halo de honestidad que se le borró en los últimos años.
Me niego al revisionismo político por el cuál todos los que la votamos alguna vez somos imbéciles (aunque no fuese recientemente: pero es que estuvo 24 años, raro es el valenciano que no la votó alguna vez). No sé si éramos muy avispados, pero desde luego no menos que la prensa ni la oposición. Que tampoco carguen a los valencianos la capacidad de predecir el futuro, la capacidad para intuir quién es corrupto antes de demostrarse. Porque eso son poderes sobrenaturales, e incluso un don así atenta contra la presunción de inocencia. A mí me da miedo el Estado en el que desaparezca ese derecho constitucional.
Rita subió tan alto que tuvo que tener una caída acorde. Y para los que vimos la evolución, para los que sentimos que, aunque no haya "ilegalidad", hay inmoralidad por los cuatro costados (un político que encuentra normal que le regalen bolsos de marca, que incluso se regodea de que le han hecho regalos mucho más caros, ha perdido el norte y la decencia), para todos nosotros, fue una satisfacción ver el final de esta etapa, ver un nuevo aire en la ciudad. Yo sólo conocía un alcalde de la ciudad, cuando ya había visto tres papas. Hubiese celebrado la victoria de cualquier rival de Rita Barberá aunque fuese el mismo demonio. Hasta en el infierno tendrían que alternar.
Hoy estoy sorprendido por la muerte de la que fue mi alcaldesa desde que tengo uso de razón hasta que dejé la ciudad con veintidós años, la única, la dueña. No me podría alegrar por una pérdida que seguro están lamentando sus familiares y amigos. No entiendo, sin embargo, el minuto de silencio arbitrario en el Congreso de los Diputados (institución a la que no pertenecía, ni que tenga por norma hacer esto con todos los fallecidos), ni puedo culpar a Podemos por no sumarse. Dicen que un minuto de silencio no es un reconocimiento. Entonces que me digan qué es.Y felicito la altura del ayuntamiento de Valencia, poco amigo de Rita, por decretar luto oficial durante tres días. Es lo que corresponde con la alcaldesa de un cuarto de siglo, aunque ella no fuese capaz ni de pasarle la vara de mando a su sucesor. Cualquier alcalde democrático se merece ese reconocimiento al morir.

Esta entrada fue publicada primero en facebook el 23 de noviembre de 2016.

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