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Lo que un inculto de cine llama buenísima escena final

Para lo que es, claramente, una peli coñazo monumental. La culpa es de la canción, Just like honey, que mola mogollón. La peli es Lost in translation, por si alguien no se quiere espoilear.

Un año en Madrid, el desenlace: El fantasma de las vidas futuras (en cómic)

Hoy se cumple mi primer año en Madrid. Para recordarlo, he dibujado un cómic muy sencillo. A continuación está la última entrega, pero si no habéis leído las anteriores, aquí está El fantasma de la vida pasada y El fantasma de la vida presente. Ahora toca el final.

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Un año en Madrid, segunda parte: El fantasma de la vida presente (en cómic)

Si no lo has hecho, lee la primera parte, El fantasma de la vida pasada, antes de seguir con ésta.


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Un año en Madrid, primera parte: El fantasma de la vida pasada (en cómic)

Ando renostálgico porque el lunes cumplo un año de mi llegada a Madrid. Para el resto es nada, pero para mí significó un cambio crucial. Con estas tres entregas pretendo reflexionar sobre lo que podría haber pasado, lo que ha pasado en realidad y lo que pasará en un hipotético futuro. Cada día una parte, y empezamos con El fantasma de la vida pasada.

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Sigue con la segunda parte, El fantasma de la vida presente.

Una historia que le sucedió a mi amigo Pastant

Los nombres y lugares que aparecen en la siguiente historia no son reales. Los he cambiado con el propósito de distraer, vamos, para que no reconozcáis a los protagonistas (en el hipotético caso de que uno de ellos viviese en la puerta de al lado). Lo que sí es verdad es que esto le sucedió a un amigo mío, al que llamaremos Pastant, no hace demasiado tiempo. Es una historia de primerísima mano.

A Pastant le encanta viajar. Yo mismo he estado con él en Londres, Ámsterdam y Nueva York, entre otros sitios, y nunca faltan propuestas para nuevos viajes. Cualquier destino le va bien, da igual dónde sea.
El caso es que a Pastant se le antojó viajar a Europa del Este (supongamos que fue este lugar) y nos lo propuso entusiasmado: un viaje de un mes de duración, todo el tiempo en coche, acompañados únicamente por un puñado de latas de atún y una tienda de campaña. El viaje de nuestra vida.
Bien, no de la mía, porque no soy la clase de persona que encuentra emoción en dormir en el asiento de atrás de un Ford. Para mí ya es suficiente aventura que la habitación del hostal me toque en la planta de no fumadores, no necesito más tensión. Y lo mismo debieron pensar el resto de mis amigos, porque poco a pocos todos se fueron descolgando del plan. Pastant se quedaba solo ante el peligro.
Pues bien: como no quería reprimir sus ganas, se metió en un foro de internet de viajeros y propuso abiertamente su viaje a todo el que se quisiese apuntar. Requisito: buen rollo y disponibilidad de un mes. Pastant no tenía miedo a meterse en semejante viaje con completos desconocidos, ya he dicho que los retos se le dan muy bien.
El caso es que dos desconocidos, de Sabadell y Badajoz, se comprometieron al viaje. El segundo, Alberto, viajó hasta Valencia para empezar el viaje en coche desde el minuto uno. A Manolo lo recogerían de paso por Sabadell. El primer encuentro normal, blablá, qué viaje nos espera, tú eres del Valencia pues yo soy del Barça, a la ropa interior le das la vuelta y nadie se entera, y dale que te dale cada uno se llevó su primera impresión. Mi amigo Pastant y Alberto llegan a Sabadell, donde los padres de Manolo los invitan a comer, y aquí de nuevo se presentan. En eso que Manolo se va al baño durante la comida, el padre de éste los asalta con voz siniestra:
--Tengo que contaros algo sobre mi hijo.
Mi amigo y Alberto se miran alucinados. Pastant se aclara la gargante y le dice:
--Empieza a contar.
El padre de Manolo les contó que Manolo es transexual, que en realidad se llamaba Carmina, pero que desde pequeñito se ha sentido hombre y de hecho ya había empezado con el tratamiento de hormonas.
--Manolo os lo tendría que haber contado, pero le daba mucha vergüenza.
Y en eso regresa Manolo del baño, y el padre sonríe con cara de "esta boca no es mía".

Pastant, Alberto y Manolo se subieron al coche una hora después, con un mes de viaje por delante. Manolo pensaba si habría cogido todas las pastillas; Alberto, cuál sería el próximo fichaje del Barça; mi amigo Pastant, más bien, estaba intentando recordar por qué no nos hizo caso cuando le dijimos que buscar compañeros de viaje por internet era una locura. El caso es que el viaje salió bien, conocieron Europa del Este, se divirtieron y también las pasaron canutas. No es que todo fuese perfecto entre los tres, pero nada de lo que salió mal tuvo relación con que la suma del trío fuese dos colas o tres. Pastant, que nunca antes se había visto en esa situación, comprendió muy pronto que Manolo era un tío, mease sentado o de pie, o por mucha 'Carmina' que tuviese el pasaporte. Eso no quita que se muriese por contarnos la historia al volver. A ver si la tolerancia va a estar reñida con el morbo...
--¡¡¡Qué fuerte!!! --dijimos todos.
--Esto es mejor que la vez de la litera de Nueva York.
--O lo del padre de la novia que se fue a por tabaco y nunca volvió.
--¡Qué fuerte, tío!
Como la historia es buenísima (mejor contada por Pastant, pero yo intento hacerlo lo mejor) la habré repetido un millón de veces desde su regreso. Lo que no me esperaba era alguna reacción:
--Pero es una chica. ¿A quién pretende engañar?
--Ey, no.
--Claro que es una chica. No se puede ir contra la naturaleza.
--Ey, ey, no.
Por fortuna, vivimos en un siglo en el que la ley y la ciencia permiten ajustar estos deajustes de nacimiento. Una persona es lo que le rige la mente, no lo que le dicta el cuerpo, y Manolo es un hombre porque él nació como tal. Sí, podrá faltarle pene, pero eso se puede arreglar. Igual que lo del dni, cuando complete los trámites. Pero ¿quiénes somos nosotros para negarle a alguien su identidad sexual? ¿Cuánto hay que esperar para que alguien pueda ser transexual de la forma más natural del mundo? ¿Por qué hay gente que no soporta que esta operación la pague la Seguridad social, como si fuese un capricho de aumentarse las tetas? ¿No sentís que la Seguridad social es un bien valioso cuando se encarga de casos como éste?
Yo me sentí muy orgulloso de mi amigo Pastant, desde luego. A él le importó un bledo el sexo legal de Manolo, con tal de que fuese un buen copiloto. No sé si yo hubiese reaccionado de forma tan natural ante una situación como esa, claro que de entrada, yo no soy tan valiente como Pastant.

La mecánica de los sueños

De entrada, no sé por qué en Madrid tengo tantos problemas para recordar los sueños, cuando en Valencia raro era el día que no recordaba por lo menos uno (y mi récord está en acordarme de tres o cinco. Qué chiste de memoria si no me acuerdo del propio récord). En estos últimos meses vuelvo a levantarme recordando lo que he soñado, y el otro día tuve un sueño especialmente peculiar: se cumplía el veinte aniversario del rodaje de Míster Bean (la efeméride era pura cortesía onírica, desde luego) y mi hermana mayor y yo visitábamos el piso en que se rodó (aquí adivino el origen del subconsciente: unos días antes había visitado unos patios particulares donde se rodó Volver. Supongo que mi cabeza hizo asociación de ideas).
Una vez allí, los vecinos se volvían locos y nos intentaban matar a toda costa: mi hermana y yo les lanzábamos bolas de cañón y nos sacábamos el uno al otro de toda clase de apuros. Lo importante era evitar que entrasen a nuestra casa, que era un cuarto, y atrancábamos la puerta y ventana para evitar cualquier intromisión. Los vecinos, de hecho, se parecían mucho a los de La comunidad.
Lo interesante del cuento no es que parte de la pared de la casa fuese abatible para arrojar bolas de cañón, o que los inquilinos tendiesen la ropa en la escalera y no el patio (yo lo haría si pudiese: soy incapaz de tender la ropa a más de un piso de altura) sino una conversación que tenía yo con mi hermana. En ella, mi hermana me quería explicar algo y yo le decía que no se estaba explicando bien.
--¿No entiendes lo que te estoy diciendo?
--Entiendo perfectamente lo que estás diciendo --le decía yo, porque de verdad lo entendía-- pero insisto en que no te estás explicando bien. --Por el modo en que mi hermana se explicaba, podía adivinar lo que quería decir, pero del modo en que desarrollaba sus ideas sabía que cualquier persona entendería lo otro. Luego nos entendimos y seguimos con la batalla campal por proteger el cuarto de la escalera (por cierto, que mi antigua casa era un cuarto. ¿También será mi subconsciente que no quiere perder recuerdo de aquel hogar?).
Cuento todo esto porque me puse a pensar en el tema en cuanto me desperté. Si los sueños son entera creación de nuestra mente, ¿hasta qué punto podemos mantener una discusión en un sueño, si el interlocutor es una nuestra propia creación? ¿Es posible que cada voz de la conversación se genere en un lado distinto del cerebro, de modo que no nos podemos avecinar a lo que van a responder las personas con las que nos cruzamos? Si todo lo que decía mi hermana era un guión escrito en mi propia cabeza, ¿cómo es posible que los argumentos de mi hermana fuesen incorrectos -aunque la conclusión válida- si yo los podía ofrecer mejor, por qué no los elaboraba en limpio antes de decírmelos a mí? En definitiva: ¿es posible tener la razón y equivocarse a la vez, una por cada interlocutor del sueño? ¿Cómo se explica?
Claro que para entender la respuesta tendría que estudiar neurología, y en fin, en mi escala de prioridades prefiero terminar con la tercera temporada de Sexo en Nueva York. Después Dios dirá.

Se busca compañero de piso

La búsqueda ha terminado. Al final, el cartel que hice no sirvió para nada: quien será el tercero no lo vio nunca, igual que ocurrió con el finalista que llegó a la última fase. Eso sí: no podemos negar que el anuncio tuvo su éxito, que nos llamaron bastantes personas desde el primer día (aunque un hecho a comentar: a B. la llamaron más que a mí, y eso que su teléfono aparecía en segundo término. ¿Será que la gente prefiere hablar con mujeres? Habría que estudiarlo).
Por si acaso nuestro cartel era demasiado atrevido, hicimos una segunda versión en plan elegante. Me pregunto cuál elegiría la gente. B. y yo no podemos responder, pero teníamos claro que preferíamos a las personas que cogiesen el número del primer cartel. No queremos vivir con ningún aburrido.

Una mezquita para provocar a los neoyorquinos

No me cabe en la cabeza la posibilidad de que prohiban la construcción de una mezquita en la zona cero del World Trade Center de Nueva York. Dicen que es una provocación a todos los afectados del 11-S, pero no voy a dedicar más de un párrafo a explicar lo que es sentido común. Los aviones los estrellaron terroristas, no musulmanes. Culpar a los musulmanes de los atentados es una locura radical. Que los musulmanes no puedan profesar su religión porque ofenden es una barbaridad en sí misma. Quien no lo entienda, quien confunda unos con otros, tiene que ser por fuerza un poquito subnormal. O eso o una mala persona terrible para quitar derechos a quienes no han hecho nada, o para culparlos de un crimen de semejante magnitud. Mira, sólo he escrito un párrafo del tema.

Tráiler de El secreto de Kells

Los diseños de esta película me parecen alucinantes. Llevo tiempo queriendo verla.

Te amaré


Pero qué ritmo tiene Nino Bravo. Se nota la tierra.

La altura de las circunstancias

La gente en general no tiene ni la más remota idea de lo que es la amistad. O no la ejerce con la mitad de los que dice son sus amigos, lo que no es sino una perversión de una de las palabras más valiosas que me atrevo a pronunciar. Por supuesto que esta última afirmación puede provocar risa, pero de ser así, tengo claro dónde te sitúas tú y dónde me sitúo yo. Hay asuntos que para mí son vitales.
Creemos que alguien nos falla cuando no merece nuestra confianza. Nos podemos sentir ultrajados, traicionados o simplemente decepcionados, podemos recuperarnos del disgusto y volver a empezar o tachar con una cruz a esa personita para siempre. Qué cosas tiene la amistad que exige atención constante.
En mi experiencia personal, los amigos fallan muy poco. A ver, no es que yo sea un afortunado: más bien no considero a alguien mi amigo hasta que pasa un tiempo prudencial y se ha ganado el título desde la primera letra a la última. Cuando considero a alguien mi amigo, ni se me ocurre dudar de nuestra amistad, ni de que me será leal, ni de que puedo confiar en él (o ella) ciegamente; poco amigo es aquel por quien no ponga la mano en el fuego. Por eso mis amigos no me fallan: porque mi lista de amistades, auténticos amigos, se reduce a una quinta parte de la de los demás. Excluyo a los que suelen fallar al resto antes de que me fallen a mí, y los tengo en el lado de amigos de amigos, sin mal rollo ni rencor. Puedo llevarme estupendamente bien con los amigos de amigos.
Pero que confiemos plenamente en nuestros amigos, y que ellos sean auténticos merecedores de esa fe, llamémosla racional, no significa que no existan otras maneras de fallarnos los unos a los otros. El nivel está muy bajo en quien dice tener cincuenta amigos -o treinta, qué digo- pero a medida que estrechamos el círculo y hablamos con propiedad, vamos poniendo nombre a cada cosa y circunstancia. La altura de las circunstancias. Ya he llegado al meollo de la cuestión.
No hace falta traicionar para fallar a una persona: basta con no estar a la altura de las circunstancias, y eso puede ser desde el que calla en un momento en que hay que decir esta boca es mía, hasta el que no sabe estar en su lugar. La altura de las circunstancias debe de estar muy pasada de moda, porque casi nadie sabe de qué va. No es como la amistad, de la que todavía tienen un concepto, aunque viciado. La altura de las circunstancias ni siquiera entra en los diccionarios de hoy, como si sólo perteneciese a un capítulo apócrifo de las novelas de Jane Austen, algo terriblemente victoriano y conservador, situado entre el honor de la flor y el orgullo de los nobles. Nos hemos tenido que volver locos para olvidar qué es.
Cada uno tendrá su opinión al respecto, y ninguna vale más que los demás. Para mí, estar a la altura de las circunstancias viene a ser estar ahí cuando te necesitan, y no sólo me refiero a cuando hay un accidente o la casa se ha inundado, por Dios. Estar a la altura de las circunstancias significa aceptar como importante lo que preocupa a tus amigos, aunque para ti aparentemente no lo sea. De hecho, puede parecerte una auténtica gilipollez, pero si un amigo cree necesario contarte algo, no puedes bostezar hasta el punto de la extremaunción. Si un amigo (o amiga) quiere que estés con él (o ella) en un momento dado, no puedes marcharte a jugar a la Play 3. Si un amigo te necesita, aunque sea para la estupidez más suprema y tú lo sepas, pero si un amigo te necesita en lo que él considera necesidad, estar a la altura de las circunstancias es hacer de su necesidad la tuya, y estar con él porque eso es una amistad. Algo recíproco y sacrificado. Sin masoquismos ni abusos, pero bilateral.
Quien no haya probado la amistad es digno de mucha lástima. Supongo que me queda mucho por escribir, pero será más lo que todavía falta por aprender.

El diario Bauríntimo

Que mis amigos no sean unos lectores empedernidos no significa que no sean unos frikis de cojones. Todos desarrollamos nuestros lados chungos, y si no que se lo digan a mi grupo de secundaria, cuyo caso raya lo enfermizo. Os ubico:
Unos amigos sienten una pasión desbordante por un profesor de su carrera al que, por cuestiones de seguridad, llamaremos José Ángel Baurí. En primero de carrera apuntaban todas sus frases míticas e imitaban sus movimientos (incluso en la discoteca Pachá lo hacían, razón por la cuál tuve que huir de Valencia y pedir asilo político en Madrid. Vale, admito que no volver a Pachá no fue nada dramático), y lo trataban como una especie de dios. La cosa fue a peor en segundo de carrera, cuando crearon hasta una wikipedia (con su dominio y todo) que recogía todo el material relacionado con el profesor: su infancia, sus momentazos, las películas inspiradas en él, sus supuestos amantes y hasta un sinfín de artículos de copyleft que no sé si os harían gracia u os pondrían los pelos de punta. Creo que la cosa está medio medio.
Su wikipedia incluía una sección de relatos, y ahí que entré yo a participar con mi versión de la historia, un diario secreto escrito por el mismo profesor Baurí, llamado "El diario Bauríntimo", y narraba la juventud de este famoso ingeniero de caminos, haciendo especial incapié en la relación con su padre y el romance con la tal Maribel (a la que dedicó un libro y mis amigos se estrujaron los sesos por averiguar su identidad: ¿madre, amiga, amante?). Juro que me obligaron a escribirlo. Me dijeron que la democracia de grupo se había terminado si no escribía el diario hasta el final, así que allí que fui. Aquí la primera entrada:


31 de Marzo de 1970

Querido diario:
Villareal ha amanecido triste. Hoy siento que mi vida es una miseria y es todo culpa de papá, que no acepta mi decisión irrevocable. ¡Tendrías que haberle visto en la cena! Estábamos papá, mamá, Carmela, Antonio y Daniel Alberto alrededor de la mesa, esperando a que Carmela bendijese los alimentos. Entonces mamá, que es buena pero muy tonta, dijo:
— Angelín —así me llama siempre—: ¿sabes ya qué vas a estudiar?
Y ahí me ha entrado el pánico. Sabía que esa pregunta llegaría tarde o temprano. Tengo dieciocho años, era de esperar. Antonio no quiso estudiar y le obligaron, así que yo no iba a ser menos. Carmela está de novia y las novias no estudian, eso lo sabe todo el mundo.
— José Ángel, tu madre te ha hecho una pregunta.
Ahora es mi padre el que se dirige a mí. Lo paso mal. Trago saliva. ¿Por qué coño Carmela no se pone a bendecir y terminamos con esto?
— Sí, ya lo he oído... —me atrevo a responder.
Me quedo callado, naturalmente. Vaya situación, ¡esto es una auténtica castaña!
— Si has oído la pregunta, responde.
Mi padre se muestra especialmente inflexible en las cenas. Ya podrían haber sacado el temita en el desayuno, ya... pero a la buena (pero tonta) de mi madre se le ocurre decirlo en la cena.
— Pues... había pensado...
— ¿Sí? —preguntan todos impacientes.
— ... se me había ocurrido estudiar... habíapensadoestudiarcaminosybuenoyalohedicho...
Mi respuesta es inteligible. El hecho no pasa inadvertido en mi familia.
— ¿Se puede saber qué has dicho?
Mi padre se está enfadando. No, espera. Ya se ha enfadado. Creo que no le hace preguntar: sospecha qué es lo que me propongo.
— He dicho que quiero estudiar... ingeniería de caminos.
Silencio sepulcral en el comedor.
— Carmela, Antonio: llevaos a Daniel Alberto a su habitación.
Mi madre está aterrada. No quiere que nadie presencie esa escena. Mis tres hermanos salen a toda prisa de la habitación.
— Caminos —repite mi padre, como si la simple palabra le produjese urticaria—. Ca-mi-nos.
Asiento acobardado. No me atrevo a mirarle a los ojos. Oígo como se levanta enfurecido y la silla golpea contra el suelo. Mi padre se encoge en un rincón y le oigo llorar. Este momento iba a llegar tarde o temprano, siempre lo he sabido. Nada me sorprende, pero estoy aterrado.
— ¡MI HIJO, INGENIERO DE CAMINOS! —brama mi padre, y en esas se le hincha la vena del cuello—. ¡EN MI PROPIA CASA!
— Cariño, no creo que tengas que...
Mi padre mira a mi madre y levanta el dedo amenazante. Ella calla en el acto
— Papá... no será tan grave...
— ¡MALDITA DESCENDENCIA! ¡CRÍA CUERVOS Y TE SACARÁN LOS OJOS! —nunca le he visto tan enfadado—. Mi hijo, ingeniero de caminos. ¡Qué vergüenza! A mí, un prestigioso arquitecto. Dios será Dios, pero no Arquitecto. ¡MALDITA SEA!
Hoy no voy a poder dormir. Mi padre se ha ido gritando a su habitación y no le he vuelto a ver desde entonces. Pero ya está bien, lo he dicho. No tendré que vivir con más mentiras. Mis padres ya conocen mi sueño: quiero ser Ingeniero de Caminos.

Toy Story 3 (o la confirmación del declive de Pixar)

Mira, me trae sin cuidado que la gente se arrodille ante Pixar. A mí me parecían estupendos pero ya van tres decepciones. Wall·E tenía un punto de partida impresionante pero se perdía en cuanto subían a la nave especial, para convertirse en una película de persecuciones digna del cine mudo. Maravilloso, pero según para quién; UP! era visualmente impecable, pero el argumento de la casa voladora se desaprovechaba por completo en favor de un malísimo con perros que daba vergüenza sólo de verlo. Nada que ver con historias mucho mejor desarrolladas que Los Increíbles, Ratatoille o Buscando a Nemo, nada; Toy Story 3 es la tercera decepción en guión, que ojo, estaría muy bien como película independiente, pero es que a mí se me quedó en nada más que un 50% reciclado de la primera parte y otro 50% de la segunda. Nada nuevo que contar. Nada nuevo que inventar. Y acepto que este ¿desenlace? buscaba cerrar un círculo, pero con los buenos guionistas que hay un Pixar, podrían haberlo hecho mucho mejor. La originalidad ha brillado por su ausencia, o si no que me digan dónde está. A nivel visual tampoco es ninguna maravilla, así que ni siquiera en ese aspecto tiene mi salvación. Pixar ya no me parece tan buena como antes. Tiana y el sapo es infinitamente mejor.
Origen, sin embargo, está bastante bien. Cuanto más vueltas le das al guión más incongruente resulta todo, pero así, a secas, es digna de ver. Al final tendré que hacer caso y ver El caballero oscuro. Este director me ha picado la curiosidad.

Pixels, un corto de Patrick Jean

¿Mola o no mola?

Cinco cosas que no me gustan

  1. Los cumpleaños en verano.
  2. El exceso de confianza y las preguntas indiscretas.
  3. La gente que hace cosas malas porque se las han hecho a ellos primero.
  4. Los videoclips musicales incluyan audios que no son originales de la canción.
  5. Las puntas de los plátanos.

Una "novela gráfica" para el blog

Hace meses estuve trabajando en un cómic largo (al menos bastante más largo que las tres, cinco u ocho viñetas de rigor. Me refiero a unas cuantas decenas de páginas) de ciencia-ficción. La historia se basa en una cuestión científica a la que doy vueltas desde hace años, y a la que sólo le faltaba una trama para animarme a pasarla a la ficción. Lo que pasa es que no lo veía para novela, y dando vueltas y vueltas empecé a esbozar la idea que acepté por fin: La esfera tenía que contarse en un cómic.
Luego surgieron otros proyectos y me olvidé del tema por completo hasta ahora, cuando trasteando entre papeles, he encontrado el plan de la historia y "estudios" de los protagonistas y los escenarios. Mi intención era dividir el cómic en unos diez capítulos y publicar uno a uno en el blog, pero tuve miedo de tomarme el trabajo para que luego nadie lo leyese. No es lo mismo que publicar una simple viñeta; en La esfera hay una trama completa y hay que leerla de principio a fin. No vale llegar y leer el sexto capítulo sin leer los cinco primeros. Tampoco me animaba a ello para comprobar que luego nadie comentaba pero oye, tampoco es culpa de la gente si el cómic no da ganas de comentar.
El caso es que ahí sigue el proyecto, en un cajón, a la espera de que me anime a llevarlo a cabo. Supongo que lo haré alguna vez (igual que ese artículo de-sa-rro-lla-do sobre lo que yo entiendo por vida, y que todavía no he renunciado a escribir), y me ilusiona hacerlo para mi blog personal. A fin de cuentas es eso, un simple cómic amateur, sin pretensiones de nada, salvo la de entretener durante unos minutos y con un poco de suerte, provocar una reflexión. Ya veremos qué sale. La historia me gusta, y sólo he dibujado un cómic completo en mi vida y debía tener once años. Es hora de volverlo a hacer.

El personaje histórico por antonomasia

Todos tenemos nuestras filias y fobias, incluso en lo que a personajes históricos se refiere. Los hay apasionados de Lincoln, de Marilyn Monroe o Stalin. A mí me atraen mucho algunas figuras como Margaret Thatchet, por ser la primera mujer el gobernar Reino Unido treinta años antes de que todavía sea titular algo así (señal de lo muy adelantados que estaban los británicos, y una vez más, la prueba de que los conservadores han sido pioneros con candidatas mujeres) y por mucho que hizo, el rey don Jaime I por cuestiones sentimentales (conquistó Valencia, ahí queda eso) o Nelson Mandela, una figura histórica en toda regla que todavía se sostiene en pie: hay pocos casos tan evidentes de injusticias absolutas, como se vio en Sudáfrica.
Sin embargo, mi personaje favorito es Napoleón Bonaparte. Es de esa clase de tipos inteligentes a los que me hubiese gustado conocer. Nadie dice que fuese perfecto, pero toda su vida fue interesantísima, desde el principio hasta el final. A ver si me animo a leer alguna biografía, que es un género que tengo apartadísimo (leí las de Roald Dahl y nada más. Es que Roald Dahl es sencillamente un genio). Pensé en llamar a mi hijo Napoleón (no me negaréis que como nombre completo es maravilloso. No todos los nombres son tan sonoros), pero creo que todos me matarían con eso de crear traumas. Pues vaya: mi segundo nombre es de emperador de Roma, y nunca me ha afectado. Fantasmas que ve el resto.
¿Y tú, tienes algún personaje histórico favorito?

Primarias en Madrid

Desde siempre, las noticias locales de Madrid son nacionales, así que si las comento ahora, no es porque viva aquí; es porque el resto de españoles estamos obligados a conocerlas.
Queda casi un año para las elecciones autonómicas y municipales y en el PSOE de la Comunidad de Madrid todavía no saben quién va a representarlos. Hasta hace dos días creíamos que iba a ser Gómez, presidente del partido a nivel regional, pero Zapatero y Blanco no han parado hasta que la ministra de sanidad se ha apuntado al juego. De modo que este es el panorama actual: Jímenez y Gómez se verán las caras en unas elecciones primarias, a lo Hillary y Obama, para gusto de la oposición.
Partiendo del hecho de que me parece que Zapatero no ha obrado bien (¿le pides a alguien que deje el municipio donde ha triunfado como alcalde por un cargo que luego no le vas a dejar explotar? ¿Le hiciste renunciar a Parla para luego ahogarlo en su aspiración a presidente autonómico?) lo cierto es que cualquier celebración democrática es pues eso, para celebrarla. Que los candidatos no vengan preestablecidos, sino elegidos, y con eso me refiero a que haya más de un postulante al puesto. Trinidad Jiménez hace uso de un derecho al presentarse como candidata, y Gómez también garantiza el suyo manteniéndose en la lucha. Si en la Moncloa preferían que no ocurriese este final y que Gómez se apartase antes, están equivocados. Cualquiera sale reforzado de unas primarias, y en la lucha contra Aguirre, el que gane de los dos ya habrá hecho campaña antes de que la popular diga esta boca es mía. Independientemente de que gane o no, el PSOE de Madrid va a coger oxígeno con las primarias.
Estaría bien que esta moda se extendiese al resto de España, pero no hay manera. Cuánto me gustaría que apartasen a Camps antes de llegar a las elecciones. No quiero pasar por la vergüenza de verlo ganador. Si lo suyo no es delito, por lo menos es inmoral, y eso es igual de grave para algunos. Ya veremos. Primero tengo que decidir dónde voy a votar, y después de todas estas noticias, en la capital del Túria y del Manzanares, todavía no me he decidido.

Mis propósitos del nuevo curso (el cómic)



Nota al margen: gracias a Freshwater y Vito, este blog es cada vez más 2.0. Para los que lo leáis a través de lectores de RSS o Facebook, sabed que si entráis a CrónicasSalemitas.com tenéis a vuestra disposición botones de redes sociales al final de cada entrada, ya sea para retwittearlas o poner el 'Me gusta' en Facebook. Parece una tontería, pero hace ilusión que apretéis a esos botoncicos.

Los chinos que me odian

Madrid está lleno de establecimientos chinos, algo a lo que te acostumbras a las cinco horas de plantarte con tu maleta. Da igual el barrio que sea: no hay bloque sin su establecimiento de chinos, ya sea de comestibles, el todo a cien, el restaurante de rigor o las cada vez más típicas peluquerías. China está en Madrid para hacernos la vida más fácil a los madrileños.
Cuando te instalas en una nueva casa, es imprescindible presentarte al portero (si hay), a los vecinos de la misma planta (si hay) y a los chinos del local de abajo. Ahí no cabe el "si hay", porque hay locales de chinos en todas las manzanas por imperativo legal. Tarde o temprano los necesitarás, y más te vale tenerlos calados.
Los de mi antigua casa eran una pareja de chinos desagradables que se pasaban el tiempo discutiendo. También estaba la hija adolescente, un poco más centrada, que sin ser la alegría de la huerta sobresalía sobre los otros dos. Es que eran antipáticos hasta decir basta, hasta el punto de que una vez entré y dije 'hola', no respondieron, les pedí una cosa, no me respondieron, la encontré, fui a caja, pagué, pregunté lo que era, no me respondieron, pagué aproximado, me dieron las vueltas, dije adiós y tampoco respondieron. Eso sí: me miraron de mal humor desde el primer instante. Fue la última vez que me escucharon hablar. Nunca más volví a entrar a su establecimiento, aunque tuviese que irme a otra manzana a comprar donetes, papas o las palomitas para la sesión de peli nocturna. Todo con tal de no seguir colaborando en su negocio.
Creo que existe una explicación. Partiendo del hecho de que fueron antipáticos desde el primer día, dato compartido por toda la comunidad de vecinos, la cosa se complicó en dos ocasiones:

  1. La noche de Halloween, cuando bajé a comprar unas botellas de cerveza para los invitados. Yo me quería llevar las botellas en la mano y ellos insistían en meterlas en bolsa. Me negué de buen modo, porque no me gusta utilizar plásticos a lo tonto y no me importaba cargarlas en la mano durante un minuto. No entendí su cabreo por mi terquedad hasta que alguien me dijo que había pasado la hora de vender alcohol, y su interés con las bolsas era que nadie viese que estaban incumpliendo la ley.
  2. La vez -o veces, muchas veces- que les pedía tíquet de compra. Qué menos, cuando es obligatorio por ley. Les repateaba que se lo pidiese, pero yo no daba mi brazo a torcer. Supongo que esto empañó una relación que prometía ser próspera.
Nuestra relación acabó peor que un divorcio, porque ahora es verme por la calle y dirigirme miradas asesinas. Pero lo del tíquet con la compra es algo que hago desde hace tiempo, y que a los chinos les cuesta bastante: detesto oír mentiras como que no pagan impuestos, pero sí es cierto que algunos encuentran vías secundarias para que su negocio prospere. Por ejemplo, venden flores porque así pueden abrir también los domingos, aunque nadie compre una flor ahí. Es una triquiñuela legal para que no les obliguen a cerrar un día a la semana, por no sé qué ventaja de los negocios de floristería.
Esto no está mal, porque cualquier negocio puede imitarlos, pero donde son muy reincidentes, en comparación a otros negocios, es en lo de no dar tíquet. Y puede parecer una tontería, pero no es una cuestión de ahorro de papel, ni siquiera de garantía con el producto: la historia detrás es que si no hacen tíquet, no hay prueba de que han vendido equis producto y ahí, sí, vualá, es donde no pagan los impuestos. ¿Qué IVA van a pagar, si no se ha producido la venta? Si todos los comercios hiciesen lo mismo, las arcas del Estado estarían más vacías que los bolsillos de Carpanta. Es necesario exigir el tíquet, ya sea en los chinos, Casa Toñi o Burguer Mix, porque no se puede consentir que un negocio no pague impuestos a base de fingir que no tiene ventas. En algún local chino no me han dado tíquet. O cuando me lo han dado, no venía señalado el producto. En otro me han dado una palmadita en la espalda y me han dicho: "Rellénalo en casa". Que vivan los chinos, pero que vivan cumpliendo con la ley.

Las mejores portadas de libros

El asunto de las portadas de libros trae cola. Hay gustos para todos los colores, y si para mí una portada de El juego de Ender me parece la leche remengada, los pijos de El Templo la votaron como lo peor de la cosecha. No lo entiendo: me encanta esta cubierta, al igual que las de la anterior versión (la que yo tengo en la estantería). Sin embargo, luego sucede lo contrario: cubiertas que provocan aplausos a mí me sacan algún bostezo que otro. Las de SM diseñadas por Rafael Sañudo, por ejemplo, que sirvieron para el lanzamiento en tapa dura de títulos como Finis mundi o Los escarabajos vuelan al atardecer. No sé, el diseñador tendrá mucho renombre, pero lo que es a mí, me transmite igual que cero.
Suelo preferir las portadas sencillas a las complicadas. Me gustan las nuevas de Debolsillo, por ejemplo, que sin ilustraciones ambiciosas logran atrapar el ojo entre toda la marabunta de novedades de la librería. Especial mención a Cuentos de Dostoievski, aunque la editorial se ha cubierto de gloria (y de la nueva) con el retapado de sus cubiertas. Pásate por cualquier sección de bolsillo de una librería y disfruta con las elecciones de su departamento artístico. Para aplaudir hasta que salgan callos.
Si se trata de introducir una ilustración, no me gusta que sean demasiado complicadas. Siempre hay excepciones, por supuesto, pero cuando el dibujo es demasiado emperifollado me produce dolor. Si se trata de infantil o juvenil, me gusta que la imagen esté integrada con los elementos de texto de la cubierta, ya sea el título, autor o logo de la editorial. Ah, y algo que detesto: las frases promocionales en las tapas. Me repelen. Me da igual si es el último premio Nadal que si lo recomienda Stephenie Meyer. ¿No se supone que las fajas están para eso? ¿Por qué manchar la cubierta con información adicional?
Si tengo que elegir mi cubierta favorita, primero tengo que descartar. Las de Tobi Lolness me parecen maravillosas, igual que las estadounidenses de Harry Potter. Qué cosas, los jóvenes dan más pie a maravillas. No tiene nada que ver que sean libros que me encantan. No me entusiasma ninguna cubierta de Roald Dahl; Quentin Blake será un fantástico ilustrador, pero es un pésimo portadista. ¿Acaso no puede pasar? Eso sí: una composición puede obrar milagros, y si no atentos a los diseños catalanes para el mismo autor.
Pero no me entretengo más. El motivo de esta entrada, por más que haya dado giros de ciego, era para elegir mi portada favorita del mundo mundial. Y sé que es ésta, porque por más que pasan los años la sigo teniendo como mi referencia número uno. Se trata de Vida de Pi, de Yann Martel. El libro está bien, pero oh Dios mío, su portada es maravillosa. ¿Y tú, con qué cubierta te quedas? ¿Cuál es tu favorita? ¿Hay alguna que detestes con toda tu alma?

Sé que moriré este año

Y que será por un accidente doméstico.

Pero qué aburrida es Ciudadano Kane

Yo, que encuentro placer en las hamburguesas de McDonalds y no tengo reparos en viajar en metro, no le encuentro el punto a Ciudadano Kane, película omnipresente en cualquier lista del buen cine. Me pareció tremendamente aburrida, sin nada por lo que decir "esto es lo que les gusta a los demás", y admito que me escapé de la tortuosa sesión en un momento en que mi compañera de piso leía un mensaje en el móvil, ocasión que aproveché para arrastrarme por el suelo y salir al rellano sin que me viese. Cuando llegué a la calle me temblaban las piernas por la impresión. Ciudadano Kane me parecía -y parece- insufrible.
Pongo por delante algo que no escondo: no me gusta el cine. Pensaba que me gustaba, pero no es así, me aburre y sólo aguanto las películas cuando las veo con alguien, porque si por mí fuese las quitaría a los cuarenta minutos. Como mucho. No tengo paciencia. Recuerdo cuando mi padre decía que todas las películas son demasiado largas y yo me reía, porque pensaba que era un comentario de viejo. Ahora me siento terrible por haber soltado una sola carcajada: he llegado a la misma conclusión antes de llegar a los treinta.
Como no me gusta el cine, tampoco pretendo dármelas de entendido -ni en esta ni en otras materias, pero mucho menos en ésta-. No sé cómo serán los planos de cojonudos -a mí no me impresionaron nada, pero bueno- ni las interpretaciones -que vinieron a aburrirme lo mismo-. La historia, a falta de conocer el final, me mantuvo en una permanente inducción al suicidio. No hay nada que me haga comprender por qué la película tiene tanto éxito, y por eso recurro a vosotros, cinéfilos comentaristas, para conocer las razones. Ya digo que no critico sin saber: es que en este caso no critico, sino que sólo doy mi impresión desde la ignorancia. Iluminadme. Hacedme comerme mis palabras. Porque lo que soy yo, he valorado un poquito más Distrito nueve y Nueve, las dos peores películas que vi en 2009: por muy insufribles que fueran, no eran peores que Kane. El único aspecto positivo que le encuentro a este clásico es hacerme valorar un mínimo las últimas bazofias comerciales. Un ignorante que soy yo.

Antología de mis súper-poderes #2: el vuelo

Después de explotar el súper-poder de la telepatía, le toca el turno al vuelo. Aunque claro, en mi caso, mejor hubiese sido dárselo a otra persona.