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Proyecto

Como ya adelantaba en mi Twitter, estoy pensando en crear un portal (sencillo, nada excesivo) sobre narrativa. Adulta, juvenil, es indiferente con tal de que sea novela. Igual que el género. Un portal para conocer novelas interesantes, sin más pretensiones que esas, y en eso se me ocurre preguntar: ¿qué os interesaría de un sitio así, si es que os interesa algo? ¿qué secciones, qué destacados? ¿qué sitios parecidos visitáis?

Dios sabe que no me puedo pasar demasiado tiempo quieto...

La quedada a años vista

Hará seis años, regresando de ese Cadalajara de ubicación desconcertante, se nos ocurrió que los amigos que felizmente viajaban juntos en autobús nunca más lo estarían. Que las relaciones son efímeras. Pero que eso no es excusa para no volver a verse.

Por eso decidimos quedar para cuando ya no nos viésemos: elegimos un sitio de encuentro, con una hora, un día y un mes. Todo normal, solo que no íbamos a quedar una semana después, sino una década. Aproximadamente una década.
No he perdido las señas de esa quedada futura, que será en 2011. Lo poco que queda, en comparación a lo que faltó, y las también pocas probabilidades a que el resto la recuerde. ¿Mantendrán el compromiso de acudir? ¿Lo habrán olvidado? O aún peor, ¿serán conscientes, cuando llegue la fecha, que alguien les espera en equis lugar, pero su orgullo y vergüenza les obligará a quedarse en casa?
Sólo quedan dos años. Nada, al lado de los que han pasado. De aquellas personas conserva la amistad con la mayoría. Pero por dos o tres, borrados de mi presente, ya bien merecería la pena romper el hielo, acercarse al Mercado Colón y decir:
-¿Te acuerdas de mí? Quedamos en este mismo lugar, a esta hora, hace diez años.
Ahí estaré.

You are your friends - JUSTICE vs SIMIAN

Cuando ya me iba a vivir a Madrid pensé que esta canción me recordaría siempre a mis amigos. Sigue funcionando. Aunque a veces me mareen, me toquen las narices y me logren cabrear. Pero son eso, mis amigos.


Y cambiando de tema, nuevo número de El Templo de las Mil Puertas. Ya tenemos la vista puesta en el trece y pienso en la retrospectiva de literatura juvenil del año. ¿Cuál es vuestro título (novedad 2009) favorito?

El Vaticano

Este tipo de noticias me encantan. La gente no llega a valorar lo grandes que son estos cambios. Quiero pensar que esto es el principio de algo: sacerdotes católicos casados, de pleno derecho. Claro que hoy se hablará más del fraude del niño del globo aeroestático.

No seré católico, pero la Historia del Vaticano y sus normas son algo así como geniales. El único libro de Derecho que me compré en los últimos años fue el de Derecho Canónico. Bestial.

Mis siete días como vegetariano

Empezó como una broma del trío del piso:

-Vamos a hacer semanas temáticas.
-¡Sí! Una podrá ser la semana de los acentos.
-De los acentos, qué buena idea. ¡Y también la semana sin teléfono móvil!
-Qué difícil será eso, caray... haremos la semana feliz, y la semana cristiana, la semana...
Y empezamos esta historia con la Semana Vegetariana. De eso hace siete días y siete noches. De eso hace catorce comidas. De eso hace casi una depresión y un buen puñado de ataques desesperados por probar la carne.
Pero ya ha llegado a su fin. Puedo decir que he pasado la prueba. Y puedo decir, a las buenas y a las maduras, que ser vegetariano es una maldita pesadilla. Para quien la quiera, que yo estoy encantado de comer carne (por cierto: para aumentar la dificultad al reto, los tres del piso nos prohibimos decir las palabras "carne" y "pescado" durante toda la semana, teniendo que dar 10 céntimos a la caja común. Yo habré terminado el plazo con unos dos euros de contribución, soy un patoso).
Fuera de mi incompatibilidad para no comer carne (la devoro, igual que el pescado. Claro que siempre hay más carne a la vista), es un experimento sociológico en toda regla. Porque es una prueba de la fuerza de voluntad, sobre todo cuando te gusta tanto comer carne y la verdura más bien poco. Y también me ha servido para ponerme en la piel de todos los vegetarianos, con lo difícil que es encontrar platos aptos en las cartas de restaurantes (una mísera lasagna verde en Vips, donde hasta las ensaladas tienen carne; privarme de pollos con nosequés y sushis en un japonés, limitándome a arroces con huevos y sopas tal; tachar casi todas las opciones de una creperié, donde todo lleva jamón, o jamón del otro, o del de aquel...) y la variedad de comida en casa para no repetirse, porque no se le puede echar poca imaginación.
Hoy, finalizado el plazo, tras catorce platos consecutivos de vegetariano, me reafirmo en mi omnivorismo casi carnívoro, pero me solidarizo con todos los que han hecho de la verdura su elección y no lo tienen nada fácil en un mundo que les deja prácticamente fuera. Tampoco creo que me haya venido mal esta inyección de vegetales semanal, a la par que desintoxicarme un poco de carnes. Siete días no es jugar a ser vegetariano por un día, que puedes serlo sin darte cuenta. Siete días son suficientes para concienciarte, e incluso volverte loco como es mi caso. Los últimos días han sido terribles, pero sin flaquear. Incluso abriendo croquetas para quitarles el jamón, con tal de no faltar al pacto. Admito que lo he llegado a pasar mal, sobre todo cuando todos los que te rodean se dan homenajes con lo que más te apetece en el momento.
Pero fin. Nunca más. Semana temática concluida. Y mientras os la recomiendo a todos por una vez en la vida (y yo ya puedo volver a decir carnecarnecarnecarnecarne sin tener que contribuir con diez céntimos al bote), queda inaugurada la semana feliz. Pinta jodida, sin poder quejarnos de nada. Las palabras que no puedo decir me las ahorro, que luego la gente me la juega para que acabe el día arruinado. Carnecarnecarne...

Experimento de una escalera (ii)

Ayer iba a bajar andando cuando escuché que unos niños subían al ascensor. Pulsé al botón para apearme en el cuarto: uno nunca sabe con quién se puede uno encontrar, y yo soy de los que arriesgan. El ascensor paró en mi planta y me colé dentro, haciéndome sitio junto a una madre de corta estatura con sus dos niños. Y esto es lo que decían, palabrita del Niño Jesús:
—Esto sí que es una lección de verdad —les decía la madre, mirando mis dibujos del primero al último—. Deberías aprender a hacer lo mismo. Son todo buenas intenciones.
Y el niño mayor, mientras tanto, mirando el angelito (el último personaje del mural) que reza «Dona sangre. Aún estás a tiempo de salvar a los otros niños», y diciéndole a su madre:
—El angelitooooooooooooo...
—Aprended de esto —insiste la madre—. Todos son buenos consejos.
Y yo, callado en mi esquinita del ascensor, con cara de Qué-Clase-De-Madre-Insta-A-Sus-Hijos-A-Que-Dibujen-En-El-Ascensor pero con el interior que bulle de orgullo y satisfacción porque una madre ha sabido captar el objeto del proyecto e insta, sin miedo, a que sus hijos obedezcan los consejos del ascensor. Como en una nube. Alucinante.
Y como Ale me prestó su cámara, a él gracias, os traigo aquí unas fotos para saciar vuestra curiosidad. Mi pulso es terrible.


La pierna

Hace más de un año pero menos de dos estábamos tres amigos juntos, y en eso uno cruzó las piernas como las mujeres.

-¡Eso es de tía!
Los otros dos pusimos el tobillo en el regazo de la otra.
-¡Eso es de tía!
-Que no, que las mujeres cruzan las piernas. Los hombres ponen una encima de otra, como para apoyar el ancho periódico.
-Que no.
-¡Que sí, tío! Hay cosas que no se pueden discutir.
-Pues mi padre siempre las ha cruzado y yo...
Esto pasó de verdad, y ya teníamos más de veinte. Para poner de manifiesto lo que influyen los gestos en nuestra educación, la percepción de ellos y cómo una simple postura puede parecernos o muy masculina o muy femenina según lo que nos han enseñado. Yo ya me creo todo de las influencias en la conducta.

El Día de los Valencianos

Ayer era el día de la Comunidad Valenciana, que en mi amor propio rebauticé como Día de los Valencianos: lo tenía que vivir en Madrid, así que lo reinterpreté para que hubiese fiesta en la capital de España.

Y como se trató de hacer del día lo más valenciano posible, lo empecé cantando el himno de todo corazón, para ir luego por el metro recibiendo felicitaciones (ninguna llegó a darse, pero todos los viajeros estuvieron a un tris de desearme los buenos días), pude hablar en valenciano en la feria del Liber con la encargada del stand de la asociación de editores valencianos para concluir con la merienda en una horchatería.
-Oiga, ¿no hacen nada especial por ser el día de los valencianos?
Y la dependienta, latinoamericana que no conoce las grandezas de mi pueblo, me dice que no.
-Pues dígale a su jefe que ponga el himno o algo, que es nuestro día.
Y en eso regresa con una ronda de horchata y fartons cortesía de la casa, que al jefe le había hecho ilusión que nos acordásemos del día. ¡Como para no hacerlo! Desde la semana anterior que lo teníamos apuntado en la nevera de casa.
Ahora a por el día de la Hispanidad.

Experimento de una escalera

A finales de agosto, el día que visité el piso de estudiantes que ahora es mi casa, me sorprendí en primer lugar por lo levantado que estaba el patio: no quedaba ningún ladrillo en su sitio. Los albañiles lo habían puesto todo patas arriba por una reforma que ni hoy, ay de mí, parece tener fin.
Recuerdo subir con maletones de mil kilos en el viejo ascensor, que a causa de las obras, está cubierto con cartones para que los obreros no estropeen las paredes. Donde otros vieron protección, yo vi un lienzo impoluto donde manifestarme. Y fue por eso por lo que decidí agregar mi estilo a la comunidad.
Os pongo en situación: todos habéis subido en ascensores (a excepción de ese niño de unos ocho años, latinoamericano, al que oí una vez en Barajas decir "es mi primera vez". Qué contrastes de mundo, caray) y en todos ellos, o casi todos, están los clásicos dibujos macarras. Me refiero a las pollas en plena eyaculación, o las esvásticas nazis, eso sin olvidar el socorrido "puta".
Yo, naturalmente, no iba a hacer algo igual.
En primer lugar, no soy ningún saboteador de los elementos comunes; no dibujo en el ascensor, dibujo en el cartón temporal del ascensor, que no es lo mismo. Cualquier día, espero que antes que después, lo quitarán para mostrarlos las auténticas paredes de la jaula elevadora.
En segundo lugar, soy vulgar, pero no tanto. Y harto de lo más típico de las improntas de la historia del ascensor, decidí hacer algo distinto. Algo que hiciese pensar a la comunidad. Algo que les hiciese colaborar.
Dibujé un niño diciendo "Buenos días".
(Es una pena que no tenga cámara de fotos, ni nadie de casa, pero tengo que decir que es un niño muy simpático, con su mochila escolar y todo).
Mi niño da los buenos días a todo el que entra al ascensor. Y me gustaría pensar que la gente sonríe, que le alegra la mañana nada más empezar. De hecho, tengo la prueba que lo demuestra.
Justo en la pared de enfrente, otro vecino se puso manos a la obra: dibujó un monigote del que salía otro globo con la frase "Buenos días a ti también". Es 100% verídico. Y no sé quién es. Bien es cierto que su dibujo tiene mucha menos gracia que el mío, pero lo que cuenta es la intención.
Algo en mí decía que se puede cambiar el mundo empezando por una escalera. Había dibujado un niño que daba los buenos días y otro vecino se había animado a responder. Nadie dibujó pollas en la boca del crío, ni tachó su saludo. Lo respetaron. Y hasta se animaron a participar con la misma moneda.
Yo, animado por el éxito de la primera fase de mi experimento, creé una hermana para el chiquillo. Dado que el trabajo tenía que ser para todos los públicos, y una crítica clara a los típicos dibujos de ascensor, me propuse dibujar lo más cursi y repelente del mundo, algo tan poderoso que pudiese compensar todas las guarradas escritas con punta de navaja. Y lo logré.
El segundo dibujo, una niña con trenzas y faldita, decía con alegría "Dale un beso a tu mamá todos los días por la mañana". No se puede ser más.
Me imaginé la cara de los vecinos. Porque eso no sólo demostraba que el Vándalo del Ascensor no era cosa de un día, sino que volvía con consejos. Atrás quedaba el simpático "Buenos días". La nueva fase venía con recomendaciones de artillería naïf.
Me crecí tanto que poco después agregué nuevos personajes consejeros al mural del ascensor. Una anciana con bastón que decía aquello de "Cede tu asiento a los mayores", el perrito que piensa "Recoge mis "cosas". No son el abono del asfalto", o el joven enganchado al mp3 que suelta eso de "No obligues a los demás a escuchar la música de tu iPod". Dios mío, todo buenas intenciones.
Pero los vecinos tampoco se quedaron cortos: alguno pilló bien la tónica del experimento, porque bajo mis dibujos escribió un "Por favor no echen basura" de lo más esclarecedor. Luego llegó el escatológico, aunque con un vocabulario fino, que escribió tal cuál: "No expelas (te tires) fratulencias (pedos) en el ascensor". Éste sí agregó un dibujo, de un tío con los pantalones bajados y un vendaval saliéndole del culo. Como imagen estropea bastante el mural, pero como experimento sociológico acaba de darme un nuevo punto de vista.
Os podéis quedar tranquilos, porque mi trabajo sigue a buen ritmo. Llevo varios días sin escribir, pero lo último fue un ladrón regordete que decía, de buen humor, algo como "Dejen el portal abierto si quieren hacerme el trabajo fácil". Así, psicología inversa, para acojonar a los vecinos más confiados.
No creo que nadie sospeche de mí. Me cuido mucho de subir y bajar andando a la vista de todos, aunque el otro día se me cayó el rotulador del bolsillo cuando bajaba a "tirar la basura" y una vecina que esperaba el ascensor me miró suspicaz. A lo mejor le gustó. Será eso. Mientras tanto, cada vez que suban o bajen, tendrán que preguntarse si harán todo lo que sugieren los simpáticos personajes de la pared. A juzgar por las participaciones espontáneas, algunos ya se lo han tomado en serio, y todo con un simple dibujo de ascensor. ¿Por qué nos convencieron los mayores en la resignación para cambiar el mundo? Todo puede empezar con un rotulador. Te paso el testigo.

Dos libros

Dos recomendaciones literarias:


Los juegos del hambre, de Suzanne Collins (RBA). Casi di las gracias por el retraso en el tren Valencia-Madrid, porque no había llegado a la capital y ya me había devorado la mitad. Una historia muy chula, con reminiscencias de Battle Royale, pero mucho más elaborada y especial. Por lo visto es una trilogía, aunque el primer libro es bastante auto-conclusivo y no estoy seguro de que me apetezca leer la continuación, porque el planteamiento será completamente distinto. En cualquier caso, este primer libro mola.

La vida secreta de las abejas, de Sue Monk Kidd (Ediciones B). Excepcional. Puede que dentro de un tiempo entre en mi panteón de novelas favoritas, aunque primero tengo que asimilarla. En cualquier caso es un libro genial, al que me temo que le ha rodeado una fama, totalmente injustificada, de novela femenina. Puede que sea una historia reivindicativa, pero lo será de los derechos de los negros, nada de hombres y mujeres. La trama, los personajes, el estilo... todo es de matrícula. Es de esas novelas que cambian tu percepción de las cosas: ahora veré las abejas con otros ojos, igual que me sucedió con los árboles después de Tobi Lolness o El barón rampante, o la inmigración tras Las uvas de la ira.
(nota: la portada del libro es el póster de la adaptación de la película, algo que detesto. Pero espero que eso no os disuada de leer una gran historia)

Ascenso y caída: La Guía Secreta de Harry Potter será descatalogada

A esta hora, en esta misma tarde, estaría dedicando ejemplares de La guía secreta de Harry Potter en el Fnac Callao de Madrid. Hubiese vivido días previos de pasibilidad, todo para explotar los treinta minutos previos con una histeria que no habría ser humano que aguantase. La presentación habría sido algo rápido, improvisado, para concluir con mi parte favorita: la firma.
Pero es evidente que si estoy escribiendo esto es porque no estoy en Fnac Callao, ni firmando ni cotilleando discos.
Si estoy ahora mismo en casa, teniendo un día completamente distinto a lo que hubiese imaginado hace un mes, no es porque se me haya olvidado ir a la presentación de mi propio libro (que me conozco, y sé que podría llegar a pasar. Soy un caso clínico de amnesia), sino porque La guía secreta de Harry Potter va a ser descatalogada. Así, tal cuál. Prefería decíroslo sin anestesia.
Cuando una editorial descataloga un libro es porque ha sido un fiasco de ventas. El mío tuvo su segunda edición a la segunda semana del lanzamiento, y no le queda mucho para agotarse esta también en España. Ediciones B estaba contenta, yo estaba contento, ¿todos estábamos contentos?
Es evidente que no.
En algún lugar el mapa, alguien no quería que mi libro llegase al público. No sé qué molesta más: que haya gustado a los fans o que haya vendido. En cualquier caso ha ido a la yugular.
Para no entretener con cuentos, contaré de forma abreviada lo que ocurrió: los abogados de JK Rowling le pidieron a Ediciones B que sacase el libro de las librerías, y Ediciones B dijo que no. Así, como quien no quiere la cosa, se sacó el socorrido tema de juicios, y al final llegaron al acuerdo extrajudical de no ir a pleito pero tampoco sacar el libro de las librerías. De modo: que los ejemplares impresos para España y para América se venden legalmente, sin objeción de nadie. Pero que cuando esos ejemplares se agoten, no se imprimirán más. A mí nadie me podrá decir jamás que mi libro era ilegal, cuando ni ha habido un juez que lo sentencie, ni los abogados de JK Rowling han puesto objeción a que se termine de vender la tirada actual. No será muy ilegal, ¿verdad?
Pero entre que lo descataloguen o ir a juicio y ganar, prefiero lo primero. Ediciones B también. De modo que así acabó este cuento, con una vivencia intensa que no ha dejado apenas tiempo entre el día que firmé el contrato y el que me dijeron que el libro no se iba a reimprimir, no por fracaso, sino por peticiones ajenas. Los que tenéis el libro espero que lo conservéis bien. Los que todavía no lo tenéis, si os interesa, espero que lo consigáis antes de que se agote. Y a los que no os interese, no sé cómo habéis aguantado la entrada hasta aquí.
Mi reacción, lejos de ser furiosa o decepcionada, fue una tranquilidad total. La de quien ya no tiene miedo a futuros juicios (porque nunca los habrá, y yo sigo muy convencido de que escribí el libro tal y como JK Rowling dijo que debía hacerse) y la satisfacción de haber satisfecho a los fans y a mí mismo, que no es poco. Que me quiten lo baila'o. Siempre vi este libro como mi "conejillo de Indias" en mi faceta de autor. Ahora puedo presumir de haber vivido hasta el descatalogado, ¡fetén! :)

Aviso: El libro no se va a retirar de las librerías, al menos hasta que se agote. El libro no es ilegal porque ninguna de las partes quiere ir a juicio para comprobarlo o demostrar lo contrario. Todavía podéis comprarlo. Gracias a todos los que me dieron su apoyo. Y para quien piense que estoy triste, nada más lejos de la realidad. Me lo he pasado rebien.

El lector injuriado

Hace poco me dieron una lección de las que hacen historia. De clase y respecto, sobre todo porque yo había demostrado no tener ni lo uno ni lo otro.

Contexto: un local nocturno. Una conversación. Una cerveza, un cóctel de nombre orgásmico. Y tras más de tres cuarto de hora de conversación amable y distendida, un comentario que me cae como una jarra de agua fría. Qué digo. Como ácido sulfúrico sobre la piel.
-Por cierto -empieza, discretamente-: hace poco leí en tu blog -No sabía que lo leyese- un artículo que hablabas de alguien y creo que era yo. Se trataba de XXXX -No me atrevo a decir qué artículo en concreto porque era tan injurioso, tan miserable, que sería ahondar más en mi vergüenza, y no me ha afectado poco al sueño tanta barbaridad).
-Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeh -mi cara, la de un gilipollas al que le acaban de robar el cupón premiado del euromillón.
-¿Era yo, verdad? Porque hacías referencia a frases que juraría haber dicho yo. Y cuando lo leí, pensé: ¿pero de verdad me odia tanto?
Os juro que lo que recordaba del artículo era horrible, pero que cuando llegué a casa aluciné porque era todavía peor. Como para no volver a dirigirme la palabra en la vida. Quiero pensar que a veces empleo un lenguaje exagerado para hacer más amenas las entradas del blog. Pero eso no justifica lo que escribí, lo mal que le dejé, el odio -que ahora no entiendo- que contenían mis palabras. Me sentí terriblemente avergonzado y detestable en ese momento, y todavía más después, cuando releí el artículo -antiguo, eso sí- al volver. No sé, no hay excusa. Horrible.
Creo que hasta el otro día no había sentido verdadero impulso de cerrar el blog. No hay excusas. Suerte que hay perdón.

Madrid 2016 (ii)

Viví la decepción olímpica en la Plaza de Oriente, donde, hasta el minuto final (pero para ser justos, sólo desde una hora antes), todos tuvimos una corazonada. No voy a comentar nada al respecto. Encomiendo a cualquier ciudad africana a que se presente a los próximos juegos, que seguro que les caen. Como Alejandro Martínez acertó la porra pongo link a su blog y no sigo hablando del tema. Igual que no lo hice con las hijas de ZP, porque no voy a escribir cuando es obvio lo que pienso.

Madrid 2016: La porra

Antes me traía al pario quién consiguiese las olimpiadas, y eso que Valencia es la subsede olímpica de Madrid, y que mi ciudad natal -que ya no puedo llamar ciudad a secas- saldría claramente beneficiada.

Ahora me he empapado del espíritu olímpico, resultado de ver tanto cartelito con la mano de colores y tragarme los telediarios de TeleMadrid. Ahora sí quiero los juegos. Y ahora, incluso, empiezo a barajar lo que nunca creí: que la capital consiga ganar al resto de postulantes.
Me parece terríblemente injusto que nuestro contra sea eso de alternar continentes. Porque eso no es una norma: si lo fuese, Madrid no se podría presentar. Si no es una norma, no hay derecho a perjudicarla, sobre todo cuando hay tanto invertido. O lo tipifican, o se olvidan de esa costumbre. Pero jugar con las ilusiones está muy mal, sean las olimpiadas o los Reyes Magos de Oriente (que por supuesto, existen).
Ahora, la apuesta. Y quiero vuestros comentarios, antes de la tarde de mañana, apostando por quién se llevará los juegos. Mi apuesta va a ser...
Tokio.
Y para rizar el rizo, que no sé si saldrá un ranking, la clasificación de mejor a peor según el CIO para el día de mañana. Espero vuestra apuesta. Si alguien da pleno, no sé, le regalo unos bombones o pongo un link a su blog. Según se tercie.
  1. Tokio
  2. Madrid
  3. Río de Janeiro
  4. Chicago
Tengo una corazonada...