Header

Copias-pega en películas de Disney

El video es genial. Ni bueno ni malo, pero muy curioso.

Para formaros una opinión

La única manera de formarse una idea de lo que ha pasado hoy con el Estatuto de Cataluña es leer la prensa en toda su opinión. Empezad por EL MUNDO, EL PAÍS, EL PÚBLICO y el ABC y seguid con AVUI, LA VANGUARDIA y EL PERIÓDICO. Si alguien propone en comentarios otra fuente, estaré encantado. Hoy cada uno cuenta la historia como le apetece, y ninguno se explica demasiado bien, llamémoslo torpeza, llamémoslo interés.

Así las gastan los monolingüístas

La Audiencia Provincial de Pontevedra ha cerrado una web por un video independentista que promovía la violencia. El video, que todavía se puede ver, parodia en cierto modo la situación de Galicia tal y como la ven los extremistas, pero lo cachondo es que si los otros quieren parodiar a los primeros, no necesitan crear un nuevo video: con el mismo les vale. He aquí la demostración de cómo se ridiculizan por sí solos aquellos que no quieren que se hable más de una lengua. No necesita contrarréplica. No me puedo creer que nadie vea este video sin darse cuenta que están manipulando. El video es bastante evidente.

El coste de oportunidad o cómo renunciar a una vida en favor de otra

En economía, el coste de oportunidad es aquello a lo que se renuncia cuando se hace una elección. Y cuando más cerca estoy de cumplir un año en Madrid, tan lejos de Valencia, no puedo menos que meditar mi decisión.
Todavía estoy seguro de que hice lo correcto, pero no puedo olvidarme de ese coste de oportunidad. Alejarme de la gente que quiero y que no puedo ver con la misma regularidad. Volver, y aunque todo se mantenga como antes, y mis amigos sigan ahí como cuando nos despedimos, hay bromas que no entiendo y personas que no conozco. Entonces pienso en lo duro que resulta que toda mi vida de antes, en un 80%, se convierta en algo tan frívolo como el coste de oportunidad. Todo a lo que renuncié por lo que sigo tomando como la decisión correcta, pero por muy feliz que sea en la capital nunca podré tener del todo aquello a lo que renuncié una vez. La felicidad, llegado un punto, es elegir lo menos infeliz.
Esto viene porque acabo de llamar por teléfono a una amiga de Valencia y se ha puesto su hermana en su lugar. "Ya me ha dicho María que te quedas en Madrid un año más... o para siempre". A veces no ves la realidad hasta que te golpean hasta matar.

La tormenta de arena, de Dorian

Una canción tan buena como malo es su videoclip.

Los futbolistas que dan ejemplo

Las calles de Madrid anuncian una convención de nosequé de deportistas que tienen que dar ejemplo. Lo anuncian en Madrid pero la convención, qué cosas, es en Valencia, aunque esto no aporte mucho a la historia (salvo para ilustrar que a veces, y sólo por disimular ante los de fuera, en Valencia se organizan cosas aburridas). El cartel tiene un fotomontaje que viene a decir que los niños aprenden todo de los futbolistas, y que si éstos son chulos o prepotentes, los pequeños lo van a imitar.
No sé cuántas veces he escuchado críticas a futbolistas que se comportan mal, no sea que los niños aprendan de ellos. Que si beben, que si se pasean con putas, que si insultan al público y muchas cosas más. Que con lo que cobran, cómo se atreven, una deducción de lógica aplastante porque ya lo saben los españoles: sólo los ricos pueden tener educación. O dicho de otra manera: los ricos tienen que ser educados, que los pobres se pueden regodear de su vulgaridad.
A mí me parece un mal trago obligarlos a ser ejemplo de nada. La culpa la tienen los padres, que no saben explicarles que la admiración es ya de por sí humillante. Si les dejasen claro desde el principio que la vida no va con la profesión, quizá sus hijo no se sintiesen tan avergonzados de sus padres sólo porque no sean los reyes del mundo laboral. No creo que los personajes públicos estén para educar a los niños, a excepción de Leticia Sabater. El resto que haga con su vida lo que quiera, que cuando sean nocivos, no los juzgará la infancia sino la sociedad.
Esto no quita lo otro: que cuando estás con un niño, te tienes que moderar. Pero no se trata de dar ejemplo, qué broma es esa, sino de tener con él ese mínimo de modales que no tienes con los demás, sobre todo porque un niño puede encontrarlo gracioso. Incluso moderarse cuando hablas con un amigo por la calle y en el semáforo te paras al lado de una cría y su mamá. Cuidado con la boca. Una cosa es que no tengas que educarlo y otra muy distinta que te tenga que oír decir una barbaridad.

Recuerdos de la Selectividad

Estos días que nos bombardean con noticias de la prueba de Selectividad, no he podido evitar recordar cómo fue la mía. La primera sorpresa es que fui en junio y no septiembre, todo un logro para un estudiante tan vago como yo (compañeros que siempre habían sido más empollones no pasaron la criba inicial y tuvieron que empollar en verano. Todavía no me creo la suerte, o curre, que me pegué). Recuerdo que a pesar de haber hecho un curso bastante regular, me di un atracón en los finales para ver si sonaba la flauta, y sonó. Que suspendí para junio filosofía y matemáticas, y que como la recuperación de matemáticas me salió de 10 (saqué un 9'8, no sé por qué gilipollez me quitaron dos décimas. Lo que sí recuerdo es que me sentó fatal), decidí que no me iban a enviar a septiembre sólo por filosofía y no estudié. Acerté de lleno, y la profesora me aprobó un examen que no sé si era para aprobar, pero para ser justos, y ella lo tuvo que admitir, mi examen final inicial sí era de aprobado, pero como la profesora siempre repetía la misma nota que en las dos anteriores evaluaciones, me puso un 3. Resumiendo: que me suspendió cuando el examen era un aprobado claro y me aprobó cuando el examen era de suspenso total. Pero fui a Selectividad en junio, finalmente.
Y me toqué las narices de lo lindo. En Valencia, que para entrar a Derecho no tienes más que aprobar, cualquiera se parte los cuernos para sacar una notaza. No yo, evidentemente, que me pasé la semana de Selectividad tocándome las narices (o leyendo todo lo que salía de La Orden del Fénix, que se iba a publicar días después. ¡Como para concentrarse!), y sólo iba a los exámenes a saludar y poco más. Al final suspendí cuatro de siete, prueba del poco esfuerzo que dediqué (para ser justos, mis compañeros sacaron buenas medias, antes de que el típico anónimo se adelante y diga que es lo que nos pasa a los niños de colegio privado. El mío sacó el segundo mejor promedio de la Comunidad Valenciana si no recuerdo mal. De hecho, yo contribuí buenamente a bajarlo). Si aprobé en la media fue gracias a Inglés (que el examen era de risa). Sé que en matemáticas saqué un cinco y todavía no me explico por qué. No recuerdo cuál fue mi tercer aprobado. Teniendo en cuenta el ataque de risa que me entró en los exámenes de Geografía y Economía (no tenía ni idea de las respuestas), no fue ninguno de los dos.
Todavía no entiendo la razón para juntar tantos exámenes en una semana. Ni siquiera es una preparación para la universidad, que los tiene más separados. Era un ejercicio de maldad que pretendía ser la peor fecha de nuestra vida, con más estrés que nunca jamás. En fin. Si este ha sido tu año, espero que lo hayas podido contar.

Siete

Hoy he terminado el primer borrador de la última novela en la que he trabajado, CeeA, y creo que ya la odio de principio a fin. Bueno, es la primera que escribo viviendo en Madrid, de modo que tengo una excusa para cogerle algo de cariño y no tirarla ahora mismo al contenedor de papel. Es para adultos, la segunda después de S.F.I., pero ésta es muy desagradable y se me ha revuelto el estómago más de una vez. Es que la mitad de los personajes son monstruosos, horribles de verdad. Es posible que últimamente hubiese estado de mejor humor de escribir algo más simpático, pero no pudo ser. Las historias tienen una razón.


Normalmente, cuando acabo una novela, ya tengo en mente qué es lo próximo que voy a escribir. Ahora mismo no lo tengo claro: lo único que sé es que dejaré ésta en un cajón hasta después de verano y luego la reescribiré y corregiré. Tengo que dejarla reposar. Lo mismo pensaría ella de mí.

Los blogs ya no están de moda

En un capítulo reciente de Cómo conocí le espetaban a Ben Stilson algo así como que estaba desfasado con eso de tener blog. Hubo una época y ya pasó, y cuando todo el mundo tiene twitter y facebook, contar las penurias en un sitio personal viene a ser algo así como el anti-cool.
Puede que en esta época ya nadie sienta la necesidad de abrir un blog, y quien lo tiene, ni siquiera se toma la molestia en cerrarlo: lo abandona y sanseacabó. Yo, por mi parte, le sigo encontrando muchas utilidades a esto de bloguear: me sirve para desintoxicarme, para reírme, para conocer otras impresiones y para criticar. Es la única excusa que tengo para coger un lápiz y dibujar. Y me encanta cuando alguien reflexiona o me hace reflexionar.
No sé, no veo tan inmediato el final de los blogs. Es cierto que ha habido evoluciones, y los que antes nos tenían en favoritos ahora nos leen a través del feed reader o Facebook. Me es igual, mientras me lean. Supongo que lo mismo pensará Ben.

Saramago ha muerto

Y yo no puedo creerlo. Es un puto genio. Era. Espero que le vaya bien en su viaje de elefante.

El único asesinato justificado de ETA

No me voy a ir por las ramas y voy a ser sincero antes de empezar: no conozco la historia de Carrero Blanco, el número dos de Franco dictador. Sé lo básico: que era presidente de España y que ETA lo asesinó, con un bombazo de tres pares de cojones que lo voló hasta un patio interior. No sé mucho más. El primer paso es admitirlo. Y todo lo que sigue a continuación es un 'el el hipotético' como una catedral. O como una iglesia, puestos a ser un poco macabros.
Donde no sé si se trata de leyenda o realidad es a lo de si Carrero Blanco estaba preparado para ser el sustituto de Franco en una dictadura prolongada, o si todo era un rumor. En el colegio nos enseñaron que él estaba preparado para el papel, pero claro, en el colegio nos enseñaron muchas cosas más que hoy día poco en cuarentena (y también al profesor, por Dios). Tampoco sé cuánta intención había de alargar el franquismo: lo del final fue una dictablanda, y a la muerte de Franco todo fue pura y sencilla transición. No sé si alguien sabe cuál era el plan oficial con Carrero Blanco, yo admito que no.
Pero si lo que nos decían en el colegio era cierto, y ya digo que no sé qué creer, la muerte de Carrero Blanco significó despejar el camino hacia la democracia. Paradójicamente, es a ETA a quien se lo tendríamos que agradecer. Y por supuesto que cualquier asesinato, cualquier muerte, es una brutalidad, pero no sé cuántas vidas valen la democracia nacional. Mi sentido común no podría lamentar la muerte de alguien que hubiese perpetuado la dictadura, siguiendo en el hipotético de. Eso me hace preguntarme si hay asesinatos justificados, y quién sea la mano asesina que se atreva a justificar. Si la muerte de Castro significase el final de la dictadura de Cuba, tengo claro qué es lo que quiero que vaya a pasar. Lo mismo con todos los líderes que entaponan la democracia y la libertad.
Es escalofriante pensarlo. Da miedo pensar que una muerte nos pueda ayudar.

Expresiones que irrumpen en mi vida, tercera edición

No ha sido hasta 2009 cuando descubrí que la expresión auténtica es "no se puede estar en misa y repicando". Yo siempre entendí "no se puede estar en misa y replicando", lo cuál me provocaba un gran conflicto: ¿por qué no se podía replicar en misa, si el cura decía una tontería? ¿Acaso nos querían enseñar que en esta vida hay cosas que dar por buenas aunque sepamos que están mal, sólo porque las diga un sacerdote?
A los veintidós años descubrí que no, que la expresión era otra, y que no tenía nada que ver. Pues vaya. Me quedo más tranquilo: la próxima vez que caiga en una misa, me fijaré mucho en el sermón por si tengo algo que replicar.

Sleepyhead, de Passion Pit

Por qué sigo comprando cedés originales (a riesgo de parecer un idiota integral)

No viví el vinilo, y me resulta imposible echar de menos el caset, con todos sus contra y cuestionables ventajas. Lo que me resulta imprescindibles son los cedés, por más que viva pegado al iPod. Los sigo comprando y consumiendo a diario.
Cada formato tiene su estilo y su momento. El iPod me acompaña a todas partes y lo llevo siempre a todo piñón, vaya a donde vaya. A menos que vaya con alguien, en cuyo caso se queda en el bolsillo del pantalón, lo utilizo todo el tiempo (lo cuál quiere decir que si un día desaparezco y el iPod está en la mesa de mi habitación, llamad a la policía. Me ha pasado algo grave seguro). Destrozo los auriculares con una media de unos dos meses, aunque los aparatos los cuido fenomenal. No he estropeado ninguno. Cuando me he cambiado a un modelo mejor, ha sido por simple renovación. De hecho, aunque tengo un iTouch desde hace dos años y medio (sigue funcionando sin error), siempre llevo el viejo iPod Nano (primera generación) en la mochila por si se me acaba la batería del otro, preparado para la sustitución. El iPod Shuffle está enganchado a unos altavoces del baño para que suene música cada vez que me voy a duchar.
Por supuesto que tener miles de canciones en un cacharro es una bendición, y no renunciaría a ello por nada. Pero existe mundo más allá, y es lo que reivindico con los cedés. Las ventajas que poco a poco se olvidan. Quizá ocurra un día lo mismo con el ebook.
Me gusta el cedé porque tiene un orden, y no caes en el vicio de pasar rápido cada canción. Me gusta el cedé porque mi despertador los reproduce, y desde hace diez años elijo cada noche el tema que me va a despertar (elegido con especial cuidado en aquellos días que mi vida va a cambiar). Me gusta el cedé porque aunque hay grupos que ya no caben en mi iPod, oh, qué sorpresa, me sorprendo encontrando un antiguo disco que no se me hubiese ocurrido bajar por Internet y que sin embargo me gustó en el pasado, y que para más inri, lo escucho de nuevo y me vuelve a gustar. La banda sonora de El jorobado de Notre Dame, el primero de Aqua o Luis Ramiro son algunos que he tenido la suerte de redescubrir en las últimas semanas. Cedés que siempre estuvieron en mi estantería y que por cosas del paso del tiempo no llegaron a entrar a mi iPod.
El iPod tiene mil ventajas, pero en ocasiones esas ventajas, como capacidad ilimitada, se convierten en su cruz. Tienes tantísimas canciones que al final no te gustan la mitad, y para oír una entera tienes que pasar veintitrés. El orden de los discos, que alguien decidió alguna vez por algo, pierde la noción. No tienes el libreto para cantar a la vez. Y por supuesto que todo esto se puede solventar con tiempo, como descargar las letras u ordenar los listos en iTunes. Pero si hiciese todo eso, además de perder cientos de minutos, no tendría modo de criticar el iPod. Será que mi despertador es anterior a su época, y eso sí que no lo puedo solucionar.

Guía para sobrevivir a la Feria del Libro

Más vale tarde que nunca.

Tráiler de RAPUNZEL, la nueva de Disney

Todas mis ganas de ver Rapunzel se han ido después de ver el tráiler. Creí que Tiana y el sapo nos devolvería las pelis de animación tradicional, pero está visto que no es así. Tacho ahora mismo esta cinta de mi lista de pendientes.

Mi vida sin televisión

Desde que me pilló el apagón, sólo he visto la televisión en casas de amigos, lo que se reducirá a treinta minutos (tirando a lo alto) en los últimos meses. La tdt se ha instalado en la vida de todos menos la mía: ni sé de qué van los "fanáticos de Intereconomía", ni puedo ver el cocodrilo-aprende-modales del Disney Channel, por más que me dicen que está hecho para mí (o por mí). A veces oigo canales que ni me suenan, y cuando leo noticias televisivas en la prensa me sorprendo de lo profunda que es mi desconexión audiovisual. No me ha supuesto gran drama, la verdad; nunca he sido un gran consumidor de televisión. Pero a veces la echo en falta, lo admito. No tengo esa aversión cultureta contra la caja tonta. Me encantaban los telediarios (especialmente el de laSexta, aunque era una cuestión de horario y no de afinidad), adoraba las tertulias políticas de Cuatro y también era fan de Sálvame (además de Salvados, aunque no tienen nada que ver). Supe que llevo demasiado tiempo sin tele cuando el otro día, en medio de un sueño, tuve una invitada especial. Era Belén Esteban.
El sueño era raro, lo reconozco. Había una historia extrañísima de secuestros, y al final mi única escapatoria era refugiarme en la casa de la co-presentadora de Sálvame. La chica era maja, lo admito, aunque se fue pronto a dormir (y me dejó ahí, mirando la ventana, preocupado por si venía el secuestrador). No sé si era San Blas u otro barrio, es igual. Lo que me queda claro es que era un llamamiento de mi subconsciente para que volviese a ver televisión.
Quizá en un futuro. No creo que sea verdad eso de que no hay nada que merezca la pena ver. Tampoco tengo la sensación de aprovechar mejor el tiempo: cuando uno lo quiere perder, lo hace de cualquier manera. Sin embargo, últimamente veo mucho cine. Cosas de que la tele sólo sirva para el dvd. Muchas pelis. Y sin los anuncios de la tdt.

Lo que la cultura importa

Qué extraño que la cultura importe tanto cuando casi nadie la cultiva. Qué extraño, que los hace sentir mejores cuando la prueban y escupen a la dignidad de quien la rehuye. Cada vez le encuentro menos beneficios al saber, que sí, que no ocupa lugar, pero nos convierte en esnobs al final del día. Y mientras tanto, en los colegios, en las universidades, en las oficinas y las calles, ni una palabra de civismo. El civismo no importa. Nadie presume de educación. Nadie la ve requisito. Los valores no tienen que ver con la religión, qué va: la cosa trata de la sociedad. No he vivido otras españas para saber cuál es la buena. Lo único seguro es que la de ahora da vergüenza. La gente cree que debería ser más culta, pero no hace nada por solucionarlo. Por desgracia, muy pocos entienden que lo que de verdad importa es ser buena persona. Y si ni siquiera lo aceptamos entre nuestros objetivos, difícilmente vamos a lograrlo.

Fingiendo que filosofo

Pedigüeños racistas

Dame algo para comer. Soy español.
Vale que los negros que venden La Farola son un coñazo de insistentes (a excepción del de Goya con Conde Peñalver, que canta. De ese soy fan total). Pero aludir a la hispanidad para que te den limosna es lo más asqueroso que he visto últimamente en xenofobia.

(paréntesis)

Últimamente el blog ha tenido muchas visitas, básicamente desde el día del aniversario, y hoy estaba presionado porque no sabía de qué escribir. Pues a tomar por viento. Me es igual no tener nada que contar hoy. Si alguien se siente decepcionado, cosa difícil, tiene un bonito archivo para navegar. No se puede vivir pensando con qué os voy a entretener hoy el minuto muerto. Si hay algo se cuenta y punto. Cuando no, no se cuenta nada y coma.

Tres dedicatorias recientes y para darse golpes

Últimamente he tenido varias sesiones de firmas, algunas para el recuerdo:


Pancracio Celdrán, autor de ¿Quiere usted hablar mejor?, un libro pedante donde los haya. La firma fue en realidad para mi padre, al que intentó colocar otros dos títulos de su bibliografía.
-Tampoco quiero hablar tan bien -le respondió mi padre, que no estaba dispuesto a gastar más dinero.
-Nunca se habla lo suficientemente bien -dijo el otro, y todos los viejos que lo rodeaban agregaron un "¡qué mal hablan los jóvenes!" que hizo que mirase a otro lado.
La anécdota no sería tal sino fuese porque el tal Pancracio escribió un leísmo como una catedral en la dedicatoria. Que sí, que el leísmo estará aceptado por la RAE, pero qué queréis que os diga: a un tío que se dedica a corregir a los demás y autoerigirse como autoridad del buen hablar, se lo voy a tener en cuenta. No es para menos.

Kirmen Uribe, autor vasco del último Premio Nacional de Narrativa por su Bilbao-New York-Bilbao, en ese sistema de cuotas de este-año-un-castellanista-el-siguiente-una-lengua-cooficial. Me hizo ilusión comprar su libro y que me lo dedicase.
-¿Eres de aquí? -me preguntó, muy simpático.
-No, soy de Valencia -le respondí, aunque igual podría haber dicho que sí y punto. Yo vivo en Madrid. Tampoco creo que preguntase por mis orígenes.
Me dedicó el libro y lo guardé en la bolsa.
-¿No lees la dedicatoria?
-No. Prefiero leerlas en la intimidad. -Cosa cierta, porque a mí me daría mucho palo que alguien se pusiese a leer lo que le acabo de escribir. ¿Y si es una declaración de amor? ¡Hay que estar en todo!
Medio minuto después, mi acompañante sacó el libro de la bolsa y leyó sus palabras. Ojiplática quedó.
-¡Es increíble! ¡Estos nacionalistas no pueden olvidarse de sus ideas ni en la Feria del Libro de Madrid!
Leí la dedicatoria y ahí estaba. "Para Pablo, espero que este libro te parezca tan luminoso como tu país, Valencia". Pastillas de goma.

Y no fue en la Feria del Libro, pero poco antes, que conocí a mi idolatrado Jeff Smith, autor del cómic Bone. En Fnac la cola era de aúpa, pero en Madrid Cómics fui y sólo estábamos nosotros dos. No tuve valor de decirle nada. Nada. A él, que lo admiro tanto. Con su dedicatoria y la de Rowling, ya no sé cuál se puede igualar. Me firmó, hablamos un minuto, y me fui. Lo dejé solo, con una hora por delante que se le debió hacer mortal. ¿Le hubiese molestado que le pidiese un dibujo del dragón rojo, esa tarde, que no tenía nada más que hacer? Nunca lo sabré. Lo único seguro es que me duele la cabeza de tanto darme golpes contra la pared. Jorf.

Música políglota

De moda ahora mismo en mi iPod...
En castellano: Negativo de Nanozurdo.
En catalán: Wah yeah! de Antònia Font.
En inglés: My plan de The Sunday Drivers.
En francés: Touche pas de Vive la fête.