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CRÓNICAS SALEMITAS CUMPLE CINCO AÑOS Y CIERRA POR UNA BUENA TEMPORADA

Crónicas Salemitas cumple cinco años con 1.201 artículos a sus espaldas y una despedida. Escribir (y dibujar) tanto contenido ha sido una tarea titánica. Pero si se trata de dificultad, decir adiós después de tanto tiempo, aunque no cueste más que una entrada y un puñado de líneas, es igual de complicado.
Siempre me ha gustado el blog. No en el sentido de que piense que es mejor el resto, sino porque disfruto mucho escribiendo, dibujando y en último término, compartiendo lo que hago con vosotros. No es la misma sensación que escribir una novela que sabes que nadie leerá nunca; Crónicas Salemitas no es mi diario público. Si no existieses, no me tomaría la molestia en teclear. Pero sigues ahí, con mayor o menor frecuencia, y da igual si estás de acuerdo o en contra que respondes a mi grito en el desierto. En estos cinco años me he sentido tremendamente afortunado tanto por contar con unos lectores tan fieles (sin olvidar que es un blog personal, claro. No he despegado los pies del suelo) como por mantener o aumentar un volumen de visitas que nunca me atreveré a menospreciar. También he madurado muchas opiniones, cambiado algunas otras y me arrepiento mucho de un artículo o dos. El lustro también ha pasado por mi vida.
El blog ha vivido sus épocas, desde luego. Al comienzo, redactaba artículos como quien escribe tuits. Pasado un año me animé a dibujar y, con el tiempo, las entradas y viñetas estaban más razonadas. No recuerdo el inicio con nostalgia. De hecho, fue a partir del artículo mil cuando se inició mi temporada favorita del blog, 2011, una época que creo que ya he consumido. 2012 ha sido un eco de aquello.
Que el quinto aniversario del blog tenía que ser una fecha muy especial lo tenía claro desde hace meses. Me puse en contacto con Vito y le pedí ayuda para rehacer el encabezado principal, sumando mis dibujos a su dominio en programación. Durante semanas me dediqué a pensar con qué sorprendería a los lectores esta vez. No tuve ideas. Pasaron los meses. Seguía en blanco. Así hasta hace diez días cuando comprendí, de una vez por todas, que mi falta de imaginación no afectaba sólo al encabezado del blog, sino a todo Crónicas Salemitas. Y que si quería dignificar el quinto aniversario y tomar la decisión más sabia, lo mejor sería cerrar el blog por una buena temporada. Uno tiene que admitir sus derrotas; una retirada a tiempo es una victoria.
Si a alguien le importa, este no es un cierre definitivo. En absoluto; ya estoy pensando en el regreso, aunque no será a corto plazo. El blog seguirá abierto para quien quiera perderse por el archivo y, por si acaso, he hecho una selección de los artículos de estos cinco años con los que más he disfrutado (me encantaría que añadieses los tuyos, de verdad. Me fascina saber lo que te gusta y cómo difiere de mi lista con tanta frecuencia). Me he tomado mucho tiempo para escribir 1.201 artículos (lee la cifra en voz alta. Impresiona, ¿verdad?) y me gustaría que quien tenga curiosidad y sed salemita, se tome la molestia de echar un vistazo a la hemeroteca. Hay cosas raras, palabra. Pero hasta lo más trivial y estúpido es imprescindible para comprender este blog, si es que hay alguien que necesita sacarle algún sentido a esto.
Crónicas Salemitas no publicará artículos nuevos en unos cuantos meses (ese es el plazo mínimo que me he dado para volver. Tengo una fecha, pero me la reservo por si me retraso) pero no dejaré de escribir y corregir en todo este tiempo aunque guarde una veintena de entradas en el cajón. Quiero que el blog siga por muchos años, aunque para ello tenga que detenerme y trabajar con más mimo. No me importa que este parón se lleve por delante la mitad de los lectores; me preocupa más que cuando yo vuelva, los que queden sientan que la espera ha merecido la pena, porque a la larga serán más que los que quedarían si hubiese seguido escribiendo sin parar, aburriendo cada día. El regreso tampoco convertirá esto en un blog de calidad, pero yo sí lo haré más satisfecho, y después de todo, es hora de tomarse un descanso. Para cumplir otros cinco años con dignidad. Eternamente gracias.


Aunque Crónicas Salemitas cierre por una temporada
seguiré activo en mi twitter @el_croni y en Facebook,
donde escribiré y dibujaré todas las viñetas
que no pueda esperar al regreso del blog para publicar.

Selección de artículos de Crónicas Salemitas (2007-2012)

Selección de artículos de los cinco años de Crónicas Salemitas por orden cronológico:

  1. El anillo (relato) (15 de noviembre de 2007)
  2. Experimento de una escalera (7 de octubre de 2009)
  3. Mil entradas de Crónicas Salemitas (13 de diciembre de 2010)
  4. El día que disparé a mi padre (16 de diciembre de 2010)
  5. Los zurdos tenemos poderes con la diestra (25 de marzo de 2011)
  6. Buscando a Arturito (o R2-D2) (12 de agosto de 2011)
  7. Malos tiempos para la literatura juvenil (26 de agosto de 2011)
  8. Querida Silvia (16 de diciembre de 2011)
Selección de viñetas:

  1. Qué hizo Jesucristo en esos tres días (23 de mayo de 2010)
  2. Un año en Madrid (28 de agosto de 2010)
  3. Dos años en Madrid (30 de agosto de 2011)
  4. Por qué se llama horchata (y otras aventuras del rey don Jaime) (16 de diciembre de 2011)
  5. Diccionario tolkiniano-español para principiantes (4 de marzo de 2012)

Además se publican dos series de cómic, Libreros y La historia secreta de la literatura en cómic.

Decirlo

En medio de la miseria, demasiados territorios ignoraron el jueves el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Tampoco lo celebraron el viernes, ni ayer, ni seguro que oyen hablar de la fecha ni hoy ni mañana ni al otro. Sólo silencio. Porque nadie los informará de lo que es un derecho básico tan valioso como los demás, aun cuando creemos que sólo pertenece a los periodistas.
La libertad de prensa deriva de la libertad de expresión, un derecho reconocido en Declaración Universal de los Derechos Humanos. No te da de comer ni salva a tus hijos. Para algunos, es un derecho menor si se compara con otros más rimbombantes, como la abolición de la esclavitud (no es un derecho trasnochado. ¡Todavía hay esclavos en el mundo! Y lo que es más preocupante: ¡cada dos días descubren PERSONAS en situación de esclavitud dentro de nuestro país! ¿Cuán largas son las patitas de la locura? ¿Es que no tiene coto la maldad?) o la erradicación de torturas, que ni tan solo un mísero (y tan miserable) etarra puede merecer.
La libertad de expresión (y su extensión de prensa) no salva vidas, porque a nadie le va la vida en palabras, pero no la subestimemos por ello. No es un derecho de segunda como podría parecer, sino un derecho en todo su haber, sino el Derecho de Todos, porque ningún otro derecho del mundo garantiza la vigilancia del cumplimiento de todos los demás. No es broma: si un tirano (da igual la talla, los hay en todos los regímenes) quiere podar cualquier derecho, el primero al que atacará será la libertad de expresión. Una vez ponga bozal al pueblo, tendrá vía libre para atropellar el resto de derechos. Nadie podrá denunciarlo (al menos en ese lugar), de modo que la oposición estará más lejos y su poder quedará felizmente implantado para torturar, matar o someter. Las revoluciones y derrocamientos tardan mucho más cuando no sabes lo que piensa el de al lado, cuando tienes miedo a que el de al lado sepa qué piensas. La libertad de expresión es un derecho sagrado y el único adalid de todos los demás. Hay motivos de sobra para celebrarlo. Más razones para protegerlo.
Por desgracia, no hay que ir hasta el Tíbet, China o Cuba para que a uno le pongan un bozal. La censura continúa en España aun después de Franco y no nos encandalizamos lo suficiente cuando personajes como el Rey provocan un hermetismo informativo digno de repúblicas bananeras. Treinta años de democracia y todavía seguimos sin saber a qué se destinan los presupuestos de la Casa Real. Que un diputado (da igual que sea de ICV que del Partido Anti-Campechanería) descubra que una misteriosa cinta de correr último modelo se ha pagado con el presupuesto del Patrimonio Nacional y ha acabado misteriosamente en la Zarzuela, como si Su Majestad fuese un rey Midas que convierte en bien público cada cosa que pisa, y que el Congreso ni siquiera admita su pregunta. Es preocupante, como cuando los medios saben de actividades del Rey (tan inapropiadas como las de Urdangarin y desde hace mucho más tiempo) y se las callan como putas. Porque no conviene. Porque no hay cojones. Incluso en programas como Sálvame, donde invocan a exlocutoras de radio muertas para violarlas en directo y teatralizan el aplastamiento diario de la privacidad del resto, incluso en esos programas el director manda callar cuando se dice algo de más del Rey. Sabe que después vendrá una llamada de arriba. Dios sabe qué vendrá a continuación. Nadie que defienda las libertades quiere matar al Rey: lo único que pretendemos es que se gane su prestigio (y permanencia) con la exposición de la justa y medida libertad de expresión y no con un silencio de estupor y temblores digno de emperador clásico. Sólo cuando nuestro Rey se someta al mismo escrutinio que el resto de monarcas europeos podremos comparar monarquías. Mientras tanto, el prestigio de Juan Carlos es de pandereta. La mentira de un teatrillo de treinta años.
La libertad de expresión y la erradicación de la censura tampoco termina en la casa del Rey. Allá donde falten derechos, las voces deberán sonar con todo su esplendor. Ocurre con los grandes medios de comunicación, cuando se cuidan de no mancillar el nombre de ciertas macroempresas con polémicas de cuidao, pero que llenan sus espacios de anuncios. Ocurre también a nivel local, con el cacique de turno, capaz de lo imposible por mantener su poder: hay que ser muy valiente para plantarle cara a los malos.
Nuestro compromiso no acaba con defender la libertad de expresión: tenemos que atacar la censura en cualquier forma y cualquier lugar. Erradicar un mal enfermizo que se apoya siempre en excusas peregrinas para defender lo que, de ningún modo, sobresale sobre lo trascendental: el derecho a expresarnos. Nos volveremos locos si invertimos el orden de los factores y protegemos antes lo secundario que lo principal. Incluso cuando no nos guste escuchar lo principal y nos sintamos muy cómodos en lo secundario, incluso en ese caso, tenemos la obligación de proteger la libertad de expresión. Los dictadorcillos nunca fueron muy listos y cuando los oprimidos logran quitarse el bozal, gritan con mucha más fuerza que antes. Lo que al principio eran susurros enmudecidos se convierten de pronto en gritos de mil decibelios y el mundo abre los ojos, porque la denuncia se escucha allí y otros mil lugares. A los violentos se les hace más difícil noquear el resto de derechos: ahora tienen demasiados ojos observando cada paso que dan. Y lo más importante: el pueblo comienza sus movimientos. La caída del régimen llegará antes o después. Porque gracias a la libertad de expresión, alguien pudo decirlo. El resto es historia.

Películas

Cuando a los diez minutos de empezar una película ya estás pensando en hacer otra cosa, tienes un problema de concentración. Todas se me hacen largas. Por eso es un milagro todas las películas que he visto en los últimos días.
Los juegos del hambre me impresionó para bien, con una reacción muy parecida a la de los libros: entretenida, sin más pretensiones; luego me subí a un avión durante horas y vi más estrenos relativamente recientes: Margin Call, que cumplió la Ley Cheles: película que recomienda mi hermana, película regulera; J. Edgar, muy interesante, sobre todo para conocer el origen del FBI; Millenium. El hombre que no amaba a las mujeres, para saber de una vez por todas de qué va esta historia (aunque como Lisbeth Salander ya forma parte de la cultura general, no me sentía tan en blanco como si no hubiese leído el libro. Para ser sincero lo empecé, pero aborté antes de la página cincuenta); sin embargo, la película reciente que más me ha gustado no es ninguna de estas. Primero tengo que poneros en antecedentes.

Me sentí un idiota. Jamás había visto Los Teleñecos y sólo sé poner nombre a Gustavo y Miss Piggy. Por eso, cuando un tráiler me introdujo en la película, despertó mi interés y de golpe y porrazo, tras medio minuto de historia, descubrí que salían los teleñecos, tuve que admitir mi derrota. Los publicistas eran mucho más listos que yo y me provocaron curiosidad con una película que jamás hubiese buscado en otras circunstancias. Jugaron al engaño, conscientes de que si mostraban a los teleñecos desde el primer momento, la mayoría del público cambiaría de canal. Sólo por lo listo (ni inteligente ni bueno: listo) que era el tráiler ya merecía la pena darle una oportunidad a la película.
No llegué a ir al cine, pero la crítica Jimina Sabadú reavivó mi interés cuando me dijo que merecía la pena. Ella fue quien me recomendó Miss Tacuarembó, así que tenía mi voto de confianza. Cuando vi que la película estaba en la programación del avión, supe que había llegado el momento. Me dije: «No importa que tengas veinticinco años. Todos tienen que conocer a Gustavo en algún momento de su vida».
Y me encantó. Los Muppets es una película divertida, buenrollera (algo que nunca le pido a los libros, pero que siempre agradezco en el cine) y simpática, que te pone de buen humor. Tiene una historia simple hasta decir basta, pero un guión con bromas muy inteligentes que en ocasiones se dirige más al adulto que al público infantil. Aquí empieza y termina mi experiencia con los teleñecos, de modo que no sé cuánto se parecen a los originales, si siguen la estela o son una traición, pero lo que es seguro es que sin esta película jamás hubiese sabido de ellos más que lo que exige la cultura general. Igual que Lisbeth Salander es una hacker asocial, pero sin más información. Hoy sé un poquito más sobre los personajes de Millenium y un poco menos sobre la difícil relación entre la cerda Piggy y la rana Gustavo, porque sobre ellos, ni con una película ni cien entendería lo más mínimo.