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La duda

No hace mucho tuve una duda. Fue después de ver una película, no importa su título, en la que tres religiosos de un colegio católico se enfrentaban por una cuestión de presunta pederastia. Un sacerdote que las hacía de sospechoso, una madre superiora que a la par enarbolaba la superioridad moral y por último, una monja joven que no sabía a quién creer. Sólo hacía falta un niño marginado con todos los síntomas de los abusos para que la duda asaltase a los demás.
La película no se contenta con enturbiar a los protagonistas, que también arrastra hasta el fango de la incertidumbre a quien la ve. Nos obliga a posicionarnos, a elegir quién miente y quién dice la verdad. Que la duda no se quede en el despacho de la directora, sino que nosotros, los que pasábamos por ahí, también formemos parte. La película nos obliga a transformarnos en los monstruos que acusan sin pruebas suficientes al pederasta o en monstruos que dejan al pederasta hacer lo que quiere hacer, dos papeles, en cualquier caso, horrendos. Pero la película no es fantasía ni ciencia ficción. Es de un realismo que apabulla.
De todas las miserias que puede cometer el hombre, ninguna me produce tanto miedo y desprecio como el abusar de un menor. No puedo imaginar tanta bestialidad y tan cerca, y algo dentro de mí me dice que hay motivos suficientes (y los niños, lo primero) para prescindir de la presunción de inocencia si se trata de arrancar de raíz un problema que marcará de por vida a tantas criaturas como alcance a tocar. Comprendo a la madre superiora que lo quiere apartar del colegio para proteger a todos los chicos de su influencia, ¿quién no actuaría así? Cuando sabemos que la falta de pruebas no demuestra siempre la inocencia, ¿cómo esperar un mes, tres o quince años de dudas y posibles abusos para saber la verdad, si es que alguna vez se descubriese? ¿Qué presunción de inocencia es esa, que protege la honorabilidad de un posible pederasta más que a unos niños demasiado débiles, demasiado desamparados y demasiado inocentes para recoger pruebas?
Pero es que es la grandiosidad del mal que nos hace querer prescindir de la presunción de inocencia la misma que justifica la misma. Entonces recuerdo que todos, sin excepción, somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario, y eso se aplica desde al que roba una barra de pan para tener algo que comer, hasta el que ha puesto sus manos sobre un niño. Y el hecho de que sea el peor delito de todo no es motivo para bajar las alarmas y olvidarnos de la presunción: es más importante si cabe, porque si bien debemos emplear todas las herramientas posibles para proteger a un menor de algo así, no debemos preocuparnos menos de preservar la honorabilidad de quienes pueden ser acusados de semejante monstruosidad sin pruebas. Así que comprendo las dudas de la monja joven. Comprendo que no se atreva a señalar. Y comprendo que retire su dedo índice y lo guarde en su puño tenso, incluso con dudas, lo comprendo incluso si su decisión de callar la boca da a un pederasta alas para volver a actuar. Lo comprendo, lo respeto y al mismo tiempo me repugna.
Al final no sé qué pensar. Quizá ese sea el éxito de la duda. Se instala en nuestra serena tranquilidad y enturbia las aguas hasta volverlas tormentas. Transforma nuestro pensamiento y visión. Quiero creer en la inocencia de todos los hombres, pero cuando pienso que otros como yo creyeron a los que más tarde se demostraron pederastas, o a los que siempre lo fueron pero actuaron con impunidad, se me quitan las ganas de los presuntos. Que me llamen lo que quieran, pero hay que tener la sangre muy fría para dejar a tus hijos con alguien sospechoso de ser pederasta, y confiar en que el tiempo demuestre que lo es (si es que alguna vez se puede demostrar). No quiero yo semejantes ejercicios de ciudadanía. Porque lo peor que te puede pasar no es cargar con la duda: existe algo peor, y es cargar con la culpabilidad.

Feliz Día Mundial de los Compañeros de Piso

Hace unas horas he recibido un e-mail procedente de una isla a más de ocho mil kilómetros de distancia de Madrid, en el océano Índico, al sudeste de África. Lo firma B. y me desea un feliz Día Mundial de los Compañeros de Piso con un trillón de exclamaciones. Yo, lejos de sorprenderme o consultar a toda velocidad el calendario, sé perfectamente lo que celebramos hoy. Es cuarto jueves de noviembre, Acción de Gracias. Esa es la expresión que ha utilizado B. para felicitarme el día, pero para el caso es lo mismo.
En verdad, lo de los colonos e indígenas estadounidenses me importa bastante poco. A ver, que nadie se eche las manos a la cabeza: me parece súper bonito que los miembros de la tribu Wampanoag echasen un cable a los hambrientos colonos de Plymouth, pero tampoco voy a encender dos velas por ellos. Lo que me gusta de esta fecha es el hecho de dar gracias, como lo hicieron los primeros, aunque en mi caso no sea por una buena convivencia entre indígenas y colonos sino entre compañeros de piso, que no tendrá flechas y pistolas, pero no por ello es menos complicada. Nos preguntamos por el día y compartimos sartenes. Nos echamos miraditas mientras vemos la tele en el sillón y nos prestamos libros. Por eso había que crear el Día Mundial de los Compañeros de Piso para agradecer que todavía no nos hemos matado, con lo dura que es la convivencia.
B. se tomará esta noche un pollo a mi salud (o ya se lo ha tomado: cosas de la diferencia horaria, a estas horas irá por el quinto sueño), porque los pavos no son muy autóctonos de un sitio tan exótico como la isla de Reunión. Yo sí lo cenaré, aunque esta vez sea con S. y N., para quienes es su primer Acción de Gracias. También he escrito a D. y E. para felicitarlos igual que ha hecho B. conmigo, aunque ya no lo celebre con ellos. Los hubiese invitado si estuviesen aquí.
Todos, los de ayer y los de hoy, comprenden por qué celebramos Acción de Gracias en Madrid, tan lejos de Estados Unidos. Es el Día Mundial de los Compañeros de Piso, antes de que se le ocurra a un alto ejecutivo de El Corte Inglés o a un publicista de Ikea. La cena más especial del año para aquellos que tenemos familias con quien pasar Nochebuena, la otra cena más especial del año. Porque los compañeros de piso son, en cierto modo, nuestra otra familia. Vivimos de todo con ellos y lo hacemos durante casi los trescientos sesenta y cinco días del año. Me parecía muy injusto olvidarlos precisamente en Navidad, como si no fuesen importantes. Así que sirva Acción de Gracias para eso, dar gracias por compartir piso (y experiencias, y vida) con gente a la que queremos y que nos importa, y a la que ya tocaba dedicar un día del calendario. Aunque después del banquete nos matemos igual que hicieron los colonos e indígenas, lo mismo. Felicidades a todos.

Las diez viñetas de UPyD y un anuncio: Las viñetas políticas estarán en Twitter. ¡@el_croni y Crónicas Salemitas se separan!

Durante diez días, he tuiteado desde @el_croni una propuesta diaria de UPyD en viñeta. A riesgo de que me acusen de partidismo, he hecho lo que creo más honesto: implicarme, como me obliga mi conciencia, en unos ideales que creo justos. Y sin sectarismos: lo que defiendo por encima del resto es la democracia y quiero de verdad que todos vayan a votar, sea a quien sea, si están convencidos. De ahí la carta Querida Silvia, que alguien me dice que la ha fotocopiado y repartido por su universidad. Espero que sirva.
Estas viñetas me han dejado con ganas de más. Por eso voy a seguir publicando nuevas en mi twitter aunque pasen la campaña y las elecciones. Las publicaré en Twitter y Facebook porque no quiero monopolizar el blog con política (aunque sean viñetas) y criticarán (o si se presta, aplaudirán) a todos por igual. Los políticos saldrán mejor o peor parados según lo bien que se porten. Eso sin detrimento de las viñetas no políticas, que seguirán como siempre. Ahora no tenéis excusa para no seguir a @el_croni y visitar cronicassalemitas.com al mismo tiempo. Tranquis, que el ritmo de política de los últimos tiempos va a bajar. Pero es que no tenemos elecciones generales todos los días.
Reformar la Ley Electoral para que ningún voto valga más que otro.
Justicia independiente. Que los políticos dejen de elegir a los jueces que los juzgan o juzgan las leyes que aprueban.
Defender el bilingüísmo. Que ningún ciudadano se vea privado de utilizar una lengua oficial, sea cual sea, en España.

Reformar la Constitución Española.
No era tan difícil como nos decían, ¿verdad?

Sanidad y Educación, competencia del Estado.
Para que no pasen cosas como esta.
Estado laico (y respetuoso). Todos conocemos de sobra la gran labor social que hace la Iglesia española, pero eso no es incompatible con la laicización.
Ahorrar en lo prescindible (duplicidades como diputaciones) e invertir en lo necesario (Sanidad y Educación).
Regeneración democrática: listas abiertas, entre otras medidas.
Fin de ETA sin concesiones.
Lucha contra la corrupción. Que los imputados no puedan estar en las listas.

Querida Silvia

Querida Silvia:
Siento escribirte ahora, cuando menos te lo esperas. Siento que estés tan decepcionada y no quieras oír ni una palabra más del asunto. Siento hacerlo por este medio, a la vista de todos, siendo tu decisión tan personal y secreta. De verdad, lo siento. Y supongo que te enfadarás, o que mirarás a otro lado, eso si no echas estas palabras al contenedor y das media vuelta. Pero me da igual, asumo las consecuencias. Tengo que convencerte de la importancia de votar. ¡Por favor, no dejes de leer ahora! Aguanta un momento.
Sé que te has rendido. Has decidido que no merece la pena, que no vuelves a pasar por la desilusión de hace unos años. Te da lo mismo quién gane: todos representan lo mismo y no te fías de ninguno. En parte te comprendo, con esos políticos que se pasan la mitad del tiempo equivocándose de buena fe y la otra mitad haciéndolo con dolo. El Mesías no se aparecerá el 20 de noviembre, y menos salido de una urna. Tienes razón, lo sé, pero sólo en parte. Porque la decepción que te empuja a no votar esta vez es consecuencia de los que no votaron la última. Los políticos malos deben más a la abstención a ti y tantos como tú que a sus propios votantes. No les des el gusto de ganar con tu renuncia. La democracia necesita de todos. Si le damos la espalda a este derecho que nos costó tanto conseguir, abriremos la puerta a la dictadura de los mediocres. Democracia, porque pudimos votar. Pero dictadura porque sólo habrán elegido unos pocos. Quien calla, otorga. No des la victoria con tu silencio, Silvia.
No te trato de idiota. Ya sé que sabes lo que afecta la política en tu vida y que no puedes escapar de ella aunque quieras, como cuando quitas el telediario en los deportes o rechazas los cupones-regalo de Carrefour: lo que provoca tu indiferencia es otra cosa, la sensación de que tu voto no va a cambiar nada. Pero no es así, o la democracia no tendría sentido. Un ganador (o un diputado, o un grupo parlamentario) no se consigue con un «ente etéreo»‎ de votos. Sólo se consigue con miles de personas como tú, y ninguna vale más ni tampoco menos. Tu voto, entre los demás, es tan importante como un minuto de estudio para un examen final de carrera: no lo apruebas con tan poco tiempo, pero cuando lo apruebes, recordarás cada segundo que le dedicaste.
Mi querida Silvia: tampoco pretendo endulzar las propuestas. Los partidos son mejores o peores, pero no los hay perfectos. Esto, que para ti ya es motivo de insumisión, es la verdad de la vida. No hay políticos tocados por la mano de Dios porque tampoco lo están las personas. A nuestros amigos les perdonamos infinidad de defectos, ¡y cuántos nos perdonan ellos a nosotros! Ni hablar de los que yo tengo, y que tú pasas por alto a diario. ¿Por qué engañarnos y creer que la política va a ser distinta? ¿Para qué decepcionarnos, cuando conocemos el final desde el principio? No son dioses, pero la mayoría de ocasiones, Silvia, son personas dignas. Como tú y como yo. Gente que dijo: «Quiero una solución a los problemas y la quiero ya». Gente que también ‎dudó, como nosotros, pero que en vez de mirar a otro lado afrontó la situación. Gente con proyectos, que espera tu voto, o el mío, para terminar con este pesimismo democrático y recordarnos que democracia no es un asunto de altas esferas: democracia somos todos, y tú también.
Si todavía no te he convencido, ya llegarán otros que lo harán. Te mirarán y te dirán: «Y tú ¿a quién votaste?», y tendrás que reconocer, si eres sincera, que preferiste quedarte en casa. Con la que estaba cayendo, y te quedaste en casa. Quizá te lo pregunte tu hijo, que no tendrá una infancia tan cómoda como la nuestra. Qué cosas, si tú has vivido mejor que tus padres. Si eso ocurre, no te excuses en que las cartas ya estaban echadas. Alguien te enseñará las cifras de abstención, los que no rompieron la baraja ni quisieron hacerlo, y se te helará la sangre. Pudimos y no lo hicimos. No te cargues con esa culpa cuando todavía estás a tiempo.
Espero que me perdones por esta carta abierta. La decisión, hasta el final, es sólo tuya. Pero las oportunidades son muy pocas, y no se volverán a presentar hasta dentro de mucho tiempo. Te escribo porque me importas. Vota a quien quieras. Si no te gusta ninguno, aun perdonándoles sus defectos, aprovecha los mecanismos‎ democráticos para ser tú esa opción electoral que falta. Pero por favor, Silvia, no renuncies. Nos jugamos mucho el domingo. Y esta vez no sirve apagar la televisión.
Con cariño,
C.

No maten al mensajero

De tanto en tanto, un medio de comunicación entrevista a un criminal para poner a prueba nuestro moralismo. La mayoría de veces pasamos por alto la acción y nos enfrascamos en debates sobre el contenido (cuando la entrevista provoca algún interés. Otras veces ni eso) pero en ocasiones, sin saber quién tiró la primera piedra, abanderamos de dignidad y convertimos al mensajero en asesino, como si fuese el culpable de todos nuestros males, como si el periodista fuese el autor mismo del crimen.
¿Se debe entrevistar a un criminal? No sólo se debe, sino que tendría que ser un compromiso de la información: intentar conocer, aunque cueste, la mente de quien ha hecho daño. No se trata de dar un micrófono desde el que soltar una arenga, sino de escuchar, preguntar y no olvidarse de la contrarréplica, única arma posible contra quienes nos dañan. Si es que nos dañan, porque una entrevista puede ser la misma puerta para demostrar la inocencia. O no: las entrevistas no nacieron para convencer. Lo hicieron para formarnos opinión, cuando no confirmarnos.
Los buenos periodistas no tienen miedo de entrevistar a terroristas, líderes totalitarios o pederastas, y no hay nada de indigno en su trabajo. Lo indigno es lo que hacen los entrevistados, no los entrevistadores. Gracias a su trabajo, podemos conocer mejor a todos nuestros monstruos porque tanto si mienten como si dicen la verdad, como si callan o hablan demasiado, si son claros o amigos de la retórica, en cada respuesta que dan, incluso la más vaga, nos dan un nítido retrato de su personalidad, de cómo son y cómo quieren que los veamos. El único error que puede cometer un periodista es dejarse ganar por el entrevistado. Pero que no nos lleven a engaño: el peor periodista es el que dice no a una entrevista de máximo interés, no el que la hace y se sienta frente a un miserable.

El mejor grupo indie español

Si definir indie es complicado, hacer un repaso de lo mejor del indie, que parte del hecho de que si es demasiado conocido deja de serlo y se convierte en comercial, es una tarea tan complicada que jamás se la encargaríamos a un redactor de los 40. Al final, entre pitos y gaitas, sólo podemos fiarnos de un criterio: el nuestro propio. Y esta que sigue es mi personalísima selección de lo mejorcito entre lo mejor del indie, del quinto puesto al primero:

QUINTO, PASTORA, capaces de canciones geniales de pop electrónico y aún mejor, de reversionarse y superarse. Ya escribí sobre ellos.
CUARTO, LORI MEYERS, unos andaluces que están a un tris de entrar de lleno en lo comercial. Mientras sigan en la categoría indie, pueden presumir de los mejores puestos. Ya escribí sobre ellos.
TERCERO, MANEL, por producir dos de los mejorcitos discos de los últimos años y sin necesidad de abandonar su catalán habitual. Ya escribí sobre ellos.
SEGUNDO, LOS PUNSETES, por tener tan mal y buen gusto a la vez. No tienen canción mala. Detrás de sus letras escatológicas hay mucha música. Escucharlos es un camino de no retorno.
PRIMERO, LA CASA AZUL, quintaesencia de la música indie. Guille Milkyway, intérprete y compositor, demostró hace tiempo que no es un fenómeno de tres días. Sus discos son adictivos e incombustibles. Para mí, lo mejor del indie español, en un indie ya de por sí muy nutrido.

Una selección exquisita necesita un corte y elegir cinco grupos (y/o solistas) entre todas las opciones no es un reto fácil. Han quedado fuera otros geniales como Astrud, Joe Crepúsculo, Hola A Todo El Mundo, Los Planetas, La Bien Querida, Antònia Font, Vainica Doble, Triángulo de amor bizarro, Dorian, Klaus & Kinski o Sr. Chinarro. Pero claro: si incluyese a todos estos, la selección ya no sería tanto. Y tú ¿estás de acuerdo con el ranking? ¿Quién te falta o sobra, y en qué posición?

Antoine de Saint-Exupéry en «La historia secreta de la literatura en cómic (vii)»

El autor de El principito, el francés Antoine de Saint-Exupéry, es el protagonista del séptimo capítulo de la serie La historia secreta de la literatura en cómicSi hay un artículo que me gusta que retuiteéisfacebookéis o comentéis es este, ¡gracias por adelantado! A ver si hacemos récord de retuits y Me gusta, salemitas (siempre y cuando no os dé vergüenza ajena, claro). Antes pasaron por la sección la sección las hermanas Brönte, el genio Roald DahlJ.R.R. Tolkienel anónimo de El lazarilloAgatha Christie y Julio Cortázar. ¿Quién será el próximo?

100% aleatorio (cuarta edición, ya)

Cada año tomo pulso a mi iPod y publico una lista con las diez primeras canciones que me salen en el modo aleatorio del reproductor. Con esto pretendo mencionar canciones que de normal no recomendaría (pero que están ahí por alguna razón) o me echo las manos a la cabeza por vergüenza de qué-hace-este-tema-aquí, pero todas las canciones, todas, están ahí porque un día (me guste o no) las guardé. Espero vuestra lista en los comentarios (y no vale hacer trampas). Mi 100% aleatorio de 2011 a continuación:
  1. My love life, Morrisey.
  2. See the world, The Kooks.
  3. Charlie y la fábrica de chocolate (tema de créditos), Danny Elfman.
  4. Barely legal, The Strokes (he necesitado investigar el nombre real de la canción. Hace años renombré todos los temas del grupo en mi iPod y este se llamaba «Guitar»).
  5. Poor Leno, Röyksopp.
  6. Diferentes, Ellos (lo que mismo que dos atrás. En mi iPod la rebauticé como «Lo que dicen de mí» porque perdí el nombre de la canción).
  7. All these things that I've done, The Killers.
  8. Perdiendo el tiempo, Napoleón Solo.
  9. Hey, La Bien Querida.
  10. It's wonderful night, Fat Boy Slim.
La mitad de los temas no son nada representativos entre las 1810 canciones de mi iPod, pero están ahí. De hecho, hace mucho tiempo que no me paro a escuchar a los Strokes, Killers o Kooks, y no recuerdo haber puesto dos veces a Morrisey o los Sunday Drivers. Ninguna canción de la lista me entusiasma a fecha de hoy, a excepción de la de Danny Elfman (que es precisamente una banda sonora).
Y quien tenga morriña, puede consultar los 100% aleatorios de 2007, 2008 y 2010. En 2009 se me pasó por completo. Os dejo con Recession song, de Yan Wagner. Una canción que no ha salido en el 100% aleatorio, pero que ya podría haberlo hecho.
Posdata: ¡publica tu lista!
Posdata dos: si tienes Spotify, puedes seguir la lista de cronicassalemitas.com con todas las recomendaciones de estos años.

El candidato

Voy a ser sincero: en las elecciones municipales y autonómicas de mayo, participé (humildemente, como lo puede hacer un no afiliado) en la campaña de UPyD. Y voy a ser sincero hasta el final: critiqué la presencia del actor Toni Cantó en la tribuna de cada mitin. Me gusta UPyD por muchos motivos, y uno de ellos es porque no representa la izquierda sectaria y escaparatista del PSOE y «los de la ceja». No veía razón para que Cantó tomase el micrófono igual que Rosa Díez, Álvaro Pombo o el resto de candidatos. El único motivo es su popularidad y eso no tiene nada que ver con UPyD.
Hasta ahora. Toni Cantó, al que puse a parir por figurar sin ser nadie (nadie en UPyD, se entiende. Un afiliado más, pero igual que otros tantos miles a los que no invitan a los mítines), decide presentarse a las primarias del partido por la lista de Valencia al parlamento nacional. Se moja. Y Toni Cantó, en el ejercicio democrático de presentarse y ser votado, se gana su candidatura a diputado del Congreso de los Diputados. Abandona su estatus de simple afiliado, o afiliado famoso, para ser un candidato con las responsabilidades que eso conlleva y volcarse en una campaña que le exige más que la firma en una manifiesto progresistoide o la foto junto a un candidato demodé. Toni Cantó ya no es lo que era, aunque eso no significa que sea peor.
Los que saben que simpatizo con UPyD (lo cuál no significa que idolatre el partido, ni tampoco que odie o infravalore el resto de opciones. Que nadie se confunda), sobre todo los que no sienten ningún tipo de afinidad con el partido (ya sea porque «es la izquierda camuflada» o, qué cosas, «la derecha con piel de cordero». Según quién ladre), me preguntan qué opino de la candidatura de Toni Cantó. Se han enterado hasta los que no saben ni dos propuestas del partido. Y lo hacen con una mirada anhelante, la de quien espera que le den la razón, convencidos de que ajá, UPyD ha demostrado ser como todos. Como todos o como lo peor.
Pero yo, que cuando me preguntan por El Hecho comienzo mi respuesta con un «Voy a ser sincero: en las elecciones de mayo...», y veo la sonrisa satisfecha de mi interlocutor, giro de golpe con la palabra «primarias» que para mí cambia por completo el análisis final. Toni Cantó tiene tanto derecho a ser candidato del Congreso de los Diputados como el resto de ciudadanos de España. Y no tiene menos derecho a que lo voten, como si ser famoso de antes fuese motivo para desprestigiarlo. Tampoco ser actor, ni lo bueno o malo que sea sobre las tablas, porque aquí no se vota la Interpretación del Año ni se reparte el Goya honorífico. Nadie juzga al número uno de Izquierda Unida de Ávila por su carrera como conductor de autobuses, abogado o viñetista anterior a la política. Ni al número tres del PP en Castellón por su antigua profesión de procurador, nutricionista o quién sabe, parado. O político profesional, sin más experiencia que la de su partido. Entonces no entiendo por qué vamos a someter a un doble juicio a Toni Cantó por ser actor, cuando ahora aspira a diputado y es un candidato que ha salido de elecciones primarias. Eso es mucho más de lo que puede decir Rubalcaba, candidato presidencial del Partido Socialista Obrero Español.
Al final, Toni Cantó me obliga a rectificarme. Se ha alejado de los típicos rostros conocidos que sólo sirven de floreros en actos de campaña (y que nadie les pida después responsabilidades. Donde dije «digo» digo «Diego») para dar la cara por él mismo, por unos ideales, y responder con sus actos a lo que los votantes exigen con sus votos. Se adscribe a un programa y se coloca en primera zona de tiro. Puede gustarte más o menos como actor, pero como político se acaba de estrenar y pasa con prueba cada nuevo reto que le exigimos (porque le exigimos más que a cualquier candidato que no es líder de partido. Rosa Díez sigue siendo la número uno, no lo olvidemos). En las últimas semanas lo he visto superar con nota entrevistas de prensa, radio y televisión. No lo consigue por sus dotes de actor: lo hace porque las propuestas de UPyD se defienden desde el sentido común, y es muy fácil esquivar embistes cuando las críticas que recibe el partido son de patio de primaria. Lo único relevante que tiene la otra profesión, la original, de Toni Cantó, es que no le hace ninguna falta meterse en estos jardines. Lo hace simplemente porque quiere. Porque como miles de ciudadanos, cree en la alternativa necesaria. Ya no vale eso de que lo hagan otros, cuando está visto que los otros hacen lo mismo una y otra vez, desde siempre, mientras les dure el chiringuito del bipartidismo.
Esta vez ya no voto por las listas de Valencia sino por Madrid, pero tengo claro, a fuerza de observar, comparar y rectificar (y en este caso he rectificado, palabra), que el voto de Toni Cantó, el voto a UPyD en Valencia, es lo más coherente y sabio que podría permitirme. Votamos candidatos que hacen posible programas. Y en ese último aspecto, más que nunca, prefiero el programa de UPyD al resto. Sin sectarismo. Sin menosprecio ni demagogia. Si tú lo leyeses y comparases con el resto, seguramente pensarías lo mismo. O no. Pero lo que está claro es que UPyD trabaja con más fuerza que nadie por una democracia justa y eso, casemos con su ideología o no, nos conviene a todos.