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Sin título

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En las últimas semanas me he sentido así por momentos. Pero basta ya, caray. La vida no está para soportar demonios. Y así, poco a poco, vuelve el color :)

Leer te hará feliz

El otro día, viajando en metro, me fijé en uno de esos cartelitos de animación a la lectura. Decía algo así como:


LEER TE HARÁ FELIZ

Y me puse a pensar en ello. Porque creo que leer te proporciona sabiduría y experiencia, te brinda aventuras y misterios, te forma como persona -o te anula, según tus ojos- y mil cosas más que se le pueden agradecer a los libros. Pero más le doy vueltas, más convencido estoy de que leer no te hará feliz. El anuncio del metro está equivocado. Leer quizá te arrebate un instante de tristeza, pero ni las mejores palabras escritas pueden darte tanto. Es más: es muy posible que mientras más leas, más infeliz seas, porque más compararás tu existencia con todas las demás, incluso con la de los libros, y te sentirás miserable. Y cuando no consista en comparar, sino en saber, y sabrás que saber es una desgracia, que no se es más feliz por ser más sabio, sino todo lo contrario. Que el conocimiento, antes que un privilegio, es una maldición. Quizá deberían advertir que leer te hará feliz, pero a poco que cierres el libro, el mundo caerá sobre ti. Eso se ajusta más a la realidad.

Ecuación

ARTE X ARTE = MUERTE

Haidar Aminatu

La bomba que podría haberle explotado a cualquier gobierno desde la Transición, corre peligro de detonar en la cara de Zapatero. El Sáhara Occidental es un asunto africano, lo que en medios se traduce como algo-digno-de-ignorar. Incluso hoy, con toda la gente que se suma al apoyo de la activista Haidar Aminatu, muchos desconocen de qué se protesta en realidad. La cosa viene de Franco y la mala gestión para abandonar un territorio, dejando a un pueblo colonizado en manos de otro colonizador. Y hoy, pues bueno, el cargo de conciencia de un país de primer mundo.

Pese a que la polémica siempre ha estado ahí, nunca se le ha dado demasiada importancia. Los saharahuis jamás han protagonizado portadas ni sus miserios han copado los debates políticos. Hasta hoy. Con Haidar Aminatu, referente en la lucha contra la opresión marroquí y a la que ahora no dejan regresar a su patria. Haidar está en huelga de hambre, mientras el gobierno español se echa las manos a la cabeza porque no sabe cómo solucionar este follón.
Ya basta. No sé cuántos intereses tenemos con Marruecos, pero en ese esfuerzo por llevarnos bien con todos nuestros vecinos (relaciones estupendas con absolutamente todas nuestras fronteras), acabo pensando que no es sino porque en realidad nos bajamos los pantalones con lo que sea que nos piden. Es de vergüenza que los Reyes hayan tardado treinta años en pisar Ceuta y Melilla, territorio español, sólo porque las autoridades marroquíes consideran que son sus tierras.
Veremos cómo sigue el asunto Haidar, pero es una deuda pendiente que habrá que salgar tarde o temprano. Quizá ha llegado el momento.

Donde viven los monstruos

Como el mundo es más bonito cuando pones los dientes largos al resto, os cuento que ayer asistí al preestreno oficial de «Donde viven los monstruos» en la Gran Vía de Madrid. Director, reparto, farándula española y los que nos pudimos colar. La película es sensacional, aunque no sé si del "sensacional" que estáis pensando. No es para niños, NO, NO y NO. Ni siquiera es una película "bonita". Preparaos para algo duro y triste, que os dejará un nudo en la garganta al caer el telón. Creo que la película da para buscarle muchos significados y por desgracia, ninguno que provoque sonrisas. Igualmente es muy buena película, y oye, si Spike Jones y el prota salen al escenario antes de comenzar la proyección, no se puede negar que aumenta el glamour de la noche.

Sin embargo, lo más sensacional de ayer fue que descubrí un sitio donde hacen las napolitanas de chocolate muy parecidas al Croisland de Valencia. Me pasé cinco minutos persiguiendo el olor hasta que encontré la panadería. Estación de Metro de Aluche. No me viene de paso en ninguna circunstancia, pero me voy a dejar caer por ahí de vez en cuando.

Este blog NO apoya el redicho manifiesto

Respondiendo punto por punto al manifiesto, que podéis leer después:

  1. No podemos olvidar que los autores son en primer lugar ciudadanos, y se está amenazando lo que es de su propiedad. Si es un "derecho ciudadano" apropiarse sin permiso ni gasto de la propiedad intelectual o no de otro ciudadano, es que nos hemos vuelto locos. No confundamos los panes con los temas de Bisbal.
  2. El cierre no se puede hacer arbitrariamente. Lo que hay que buscar es una estrategia que no congestione todavía más el poder judicial, pero que a su vez no sea un bloqueo en sí mismo. De acuerdo con el manifiesto a medias, lo único.
  3. ¿Trabas a la libre competencia? ¿Entorpeciendo la creación de empresas? Que definan a qué competencia y empresas se refieren. Queda muy bonito escrito hasta que te preguntas a qué se refieren en realidad. Entonces, silencio sepulcral. Un argumento vacío.
  4. Si un "nuevo creador" cree que la cultura libre le beneficia, pues que ese nuevo creador liberalice sus creaciones. Pero que sea decisión de cada uno. ¿No quieren libertad? Pues que sea libertad de facto, y no un forcejeo con los creadores, sean el 90% o aunque sea sólo uno. Si no quiere que sus creaciones sean libres, está en su pleno derecho. Respetemos tanto a los que sí como a los que no. Y aunque la cultura libre les beneficie a todos, concedámosles el derecho a equivocarse. No caigamos en el direccionismo totalitario.
  5. Qué bonito. ¿Me dicen qué modelo, por favor? Esto es como al que echan de su casa "por su bien" pero no le ponen un techo nuevo. Además de direccionistas, son incapaces de proponer nada serio a los creadores. ¿Conciertos? Eso será algunos músicos, pero ya me dirán qué hacemos con los escritores. Y de nuevo, caer en el direccionismo.
  6. ¿Qué alternativas proponen? De nuevo, cero propuestas. Parecen el perro del hortelano.
  7. El saber humano SIEMPRE ha sido libre y lo seguirá siendo. Decir lo contrario es una injuria y un insulto al sentido común. Otra cosa es que además pretendamos que nos salga gratis. Esto como la seguridad social: o la pagamos entre todos, o no se sostiene. ¿Es acaso lo que queremos con la cultura?
  8. Sí, desde luego. Un argumento irrefutable.
  9. ¿Pero cuándo se le ha quitado a la sociedad el conocimiento, cuándo? ¿Qué comunista ha escrito esto, y qué gilipollas lo ha refrendado?
  10. Desde luego que tiene que haber debate. Y si el congreso aprueba las leyes, espero que esta gente sea lo suficientemente democrática como para acatarlas. Dudo que sean capaces de algo así.
Manifiesto (sacado de vidasbohemias.com y tropecientos sitios más):
  1. Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
  2. La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en elartículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
  3. La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
  4. La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
  5. Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
  6. Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
  7. Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticasauspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
  8. Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red, en España ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
  9. Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
  10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Vota Jorge Juan

Hace dos años, en las elecciones a la alcaldía de Valencia (esas que siempre gana Rita Barberá y en las que la opisición, con un poco de suerte, saca algún escaño) tuvimos un candidato atípico llamado Jorge Juan. El tío prometía una ciudad con estilo, y prometía que si conseguía la victoria subvencionaría los gimnasios, daría uniformes de Ralph Lauren a los funcionarios o conceder dos horas al día de tomar el sol por ley.

Jorge Juan era una campaña de publicidad viral de las galerías homónimas. Pero por una vez alguien consiguió quitar protagonismo a Rita, y por la originalidad de sus propuestas, merece un rescate hoy. Visitad ww.jorgejuanalcalde.com. No tiene desperdicio.

El Estatuto y el Constitucional

España se da aires de república bananera con todo esto del Estatut. No por el Estatut en sí, sino por todo lo que genera.

  1. No puede ser que un Estatut sea tan difícil de interpretar en su constitucionalidad. No puede ser que se pueda cuestionar si es nación o no. Sí, la Constitución habla de la nación española, ¿pero acaso no habla también de las "nacionalidades" que componen el país? No hay discusión que quepa. Si no les gusta que Cataluña se llame nación, que se lo hubiesen pensado hace treinta años. Pero de ser yo magistrado del Constitucional, no me quedaría más remedio que admitir este término en el Estatuto. ¿Me gusta? En absoluto. Pero no hay inconstitucionalidad que valga. Lo que hay es desinformación.
  2. Por lo mismo, si el castellano es la lengua de todos los españoles, no hay excusa que valga para que se le de menos importancia institucional que al catalán. Esto no es cosa del Estatuto catalán: ya venía pasando de antes, aquí y en el resto de comunidades bilingües. Lo que pasa es que este tribunal de chiste ya aceptó leyes de discriminación positiva en lo lingüístico, de modo que no hay vuelta atrás. De nuevo, que lo hubiesen pensado hace treinta años.
  3. Si existe nación, también pueden existir los símbolos nacionales. Otro artículo que yo admitiría por constitucional e insisto, tampoco me gusta. Pero esta gente no debe opinar, debe interpretar, y estamos consintiéndoles lo primero. Es de república bananera perdida.
  4. Mucha más gente que la que votó a favor del Estatuto fue la que apoyó la Constitución, y aquí, señores, no admito eso de la "voluntad de los catalanes", porque hasta donde sé también fue su voluntad en la Carta Magna, a la que dieron mayor dignidad que a cualquier estatuto futuro. De modo que eso de "no se puede contradecir la decisión del pueblo" me la trufa hablando el plata. Es demagogia cutre que no servirá conmigo.
  5. Más les sigo, más me gusta CiU. No porque todo lo que opinen esté bien, sino porque son coherentes. Cuánto lo hecho en falta en el resto de partidos, pero bueno, esto sólo era un apunte final.

Post-Acción de Gracias

Ayer celebramos la primera cena de Acción de Gracias de nuestras vidas, y me temo que se va a instalar en nuestros ritos hasta el final de los días. Básicamente, es una cena familiar pero con amigos, comida especial y decoración. Decidme que no es para marcarla en el calendario.

Y después del pavo (el de carne y el vegetariano) y el pastel de manzana, vinieron los videos frikis. No faltaron las Vecinas de Valencia (busca en YouTube) pero quedará para la posteridad el de 'Ayúdame', que yo todavía no conocía. Pasa a engrosar mi exquisita lista de recomendados. Digan lo que digan, yo no me creo que este video lo haya hecho un amateur. Las chicas serán auténticas, pero el realizador (y también ellas, ojo) merece un premio. Ya querría yo...

"V" en retrospectiva

Con el remake de la serie (y su clara influencia valenciana. ¡Por fin la prueba definitiva de que los valencianos provenimos de otra galaxia, y de una especialmente cool!), me sentí tentado de revisionar la serie original de "V", aquella que veía en mis primeros años por culpa de mis hermanos (o gracias a ellos) cuando lo que correspondía para mi edad era algo más del tipo Barrio Sésamo. De Espinete no guardo ningún recuerdo, pero de lo que es Diana, todos y cada uno de sus movimientos.

Ya digo que vi la serie de muy pequeño, por lo que mi concepción de ella era una historia de invasores y rebeldes, con muchos tiros y persecuciones. La tenía idealizada y sin embargo, el revisionado, la ha colocado en un escalafón superior. Los dos primeros episodios son flipantes: una realización impecable (para la época, se entiende) con un guión de matrícula de honor. Por desgracia, los tres siguientes, son un chicle estirado que a uno le cuesta cada vez masticar.
Los cinco capítulos de la miniserie (luego seguirían otros, pero ciñámonos a la original) sirven para demostrar que "V" molaba, y que sigue molando, y que mi remake sólo tiene sentido para el guión del final y no por los efectos especiales. Pero, en mi sesión de adulto, tengo dos quejas a la historia que me han puesto los pelos de punta. Hondas contradicciones que quizá contengan algún espóiler, si es que alguien todavía no la ha visto:
  1. En un principio parece que los "invasores" son un pueblo de igualdad de géneros, a juzgar por el alto cargo de la mala Diana. Luego, con la llegada de la superior Pamela, el dato se reitera. Todo para nada, porque una le acaba diciendo a la otra: "Yo también me acosté con el líder para llegar alto". Menuda patada en los huevos a quien se pensase que en esta historia las mujeres tendrían sesos. Se salva Julie, la jefa de la resistencia.
  2. El guión crea muchos paralelismos entre la ocupación nazi y la de los invasores, sobre todo desde el punto de vista judío-terrícola. Uno acaba creyéndose todo ese rollo de "abajo el fanatismo, fuera las razas" pero de nuevo llega otra patada al sentido común cuando la resistencia decide que la mejor forma de hundir a los alienígenas es demostrar que son físicamente distintos. Eso, pese a que hay alienígenas buenos. ¿Dónde cabe la reflexión? "Si son distintos, son malos", es la conclusión de los buenos. Por si fuera poco, y pese a las menciones de antiguas cámaras de gas del holocausto, los humanos acaban con los visitantes con un polvo tóxico letal. De nuevo un aplauso al doble filo del guión. Para mear y no echar gota.

AVISO PARA NAVEGANTES

  1. Este blog no se creó con la excusa de recibir libros gratis de editoriales, una práctica muy habitual en los últimos tiempos.
  2. Este blog tampoco entrega ni recibe premios interblogueros, una forma un tanto tonta de hacerse publicidad los unos a los otros sin intervenir la palabra «mérito». Algunos me dan premios sólo para que haga publicidad a sus blogs.

1.000 contra 36

No querría estar en la piel de ninguno de los treinta y seis tripulantes del Alakrana, el pesquero español por el que el gobierno ha pagado una trillonaria liberación. Volverán a casa el viernes sin creerse su suerte.

Pero treinta y seis tripulantes me suena a nada cuando los comparo con los otros miles que salen a los mares. Esos miles que hoy son más vulnerables que ayer, por pertenecer a un país que negocia con secuestradores, que paga bien, que pone la justicia fácil para quien se la salta. La hermana de Miguel Ángel Blanco supo bien que en el rescate de su hermano estaba la sentencia de muerte de todos los demás. No olvidemos eso. Una liberación pagada envalentona para que haya otras diez que terminarán muy mal. Ojalá las treinta y seis mujeres de estos hombres lo hubiesen entendido. Las no treinta, sino miles, de mujeres de los otros marineros se lo hubiesen agradecido bien.

Dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestros blogs

Entre muchas frases, asocia a mi padre esa de "Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras". Al tiempo descubrí que él mismo adjudicaba esa cita al cura de una aldea llamada La Portera, y luego acabé comprobando que ni él era el legítimo creador, que la frase la conocen hasta en San Quintín. En cualquier caso, tendré que pensar en mi padre cada vez que la escuche, como el "No me enteraré". Clásicos en su léxico.

Lo de esclavos de nuestras palabras es una verdad como un templo y nadie como los blogueros nos hemos puesto una cruz sobre la cabeza. Hemos hablado mucho de casi todo, dejando todo por escrito y al alcance de quien quiera, de modo que siempre estaremos en desventaja dentro de una conversación, porque a poco que la otra persona nos haya leído, irá un paso por delante. Nos podrán reprochar barbaridades de entradas antiguas o, lo que es peor, extraerán lo que les interese quedando nuestras palabras fuera de todo contexto. Nuestras opiniones del judaísmo, mujeres o los principales políticos, sacadas de todo contexto, a merced de nuestros enemigos.
No le deseo a ningún blogger un cargo público. Le harán frito en menos que canta un gallo. Qué digo. En menos de un copia y pega.

Violín split

No sabía si publicar esto o mejor guardármelo para la intimidad, como Aznar y el catalán, pero al final me he decidido ponerlo. Porque ocultarlo sería negar un orgullo evidente y hoy, cuando lo he tenido en mis manos, no cabía en mí de la alegría. Se trata del primer libro en el que he trabajado desde el otro lado de la barrera, desde las bambalinas. Se titula El violín negro.Da igual que yo no lo haya escrito: no necesitas ser el autor para ser parte de algo, y he tenido la suerte de ser uno de los implicados en el lanzamiento de esta novela de Sandra Andrés Belenguer. Desde la lectura del manuscrito, opinando después sobre tramas, conociendo la elección del papel, rogando a los dioses que nos enviasen una portada estupenda y confiando que no hubiese fallos de impresión. Un Cristo de trabajo en el que me he subido a la barca y he podido observar con atención cómo se maneja toda la tripulación, aprender aprender y aprender, disfrutar disfrutar y disfrutar.

Con semejante descripción, no es de extrañar que hoy, al llegar el libro, haya caído como un ave rapaz sobre él. Pasar sus páginas, maravillarme con su portada. Pensar qué opinarán de él. Confiar que el libro guste a todos, que ojalá sea un éxito, que haya alguien que lo guarde como su libro favorito.
Luego, para gafar el día, un plátano se me ha reventado en la mochila y el libro ha llegado embadurnado de pasta a casa. La borde inferior de las páginas nunca perderé ese color ni aroma frutal, pero oye, nadie podrá negarle que ha empezado fuerte. Espero que sus experiencias a partir de hoy sean igual de intensas. También un poco menos guarras, un poco más vuestras.

Canciones

I don't love anyone de Belle and Sebastian.



Revolución de Amaral.

La caída del muro de Berlín

Iba a decir lo simbólico de la caída del muro de Berlín, pero yo no la viví y lo máximo que podría decir es lo viejuno que me siento por ya tener dos años entonces.

Así que por una vez tiro la bola y os pregunto a los que la vivisteis.

Fin de la semana sin electricidad

Antes que Cronista fui Detective, y D dejó todas las pistas para que descubriésemos su farsa sin luz. Esperaba a que nos fuésemos de casa para subir los plomos y vivir al más puro estilo XXI, mientras que B y yo nos teníamos que conformar con tímidas velas al regresar a la noche.

D rompió la apuesta el martes, pero se cuidó mucho de no decirlo; tenía que invitarnos a una cena fuera de casa y limpiar la cocina durante una semana, así que prefirió seguir viviendo la doble vida en las horas en las que no estábamos. Pero el panel de los plomos abiertos me dio la primera pista. Ya sospeché cuando puse un post-it de "D, ni se te ocurra". Él lo leería -e ignoraría- tres veces antes de la pillada final.
Mientras B se esforzaba en seguir creyendo a D (que fingía estar muy desesperado por no tener luz, mientras que aprovechaba las mañanas para aprovecharla) yo sospechaba cada vez más. La segunda vez que me encontré con el panel abierto fue demasiado. Pero incluso eso me hizo dudar. "Nadie puede ser tan torpe de dejar dos veces una pista tan obvia". D puede hacer eso y mucho más.
Ayer volvimos B y yo a la noche y el pestillo estaba echado. D fue a abrirnos, y con el oído fino, pude oír un ligero 'clic' que indicaba la bajada de los plomos. Abrió con cara de inocente, pero corrimos a su habitación. Un radiador eléctrico todavía caliente le delató de una vez por todas. Y ahí fue cuando terminó la semana sin electricidad, a la par que B y yo ganamos una cena por la cara, nos libramos de la cocina por siete días y no pagaremos de entrada una semana de la luz de Noviembre. Una cosa es rendirse en una apuesta y otra muy distinta es fingir durante tres días que se sigue con ella, cuando en realidad se olvidó al segundo día. El culpable admite todos los cargos, mientras que el señor Cronista se cuelga la primera medalla de detective del hogar. El próximo caso: la misteriosa desaparición del loro del segundo. Claro que primero habrá que secuestrarlo, pero ya habrá tiempo para eso y mucho más.

Si me preguntan, han sido cinco días sin electricidad que nos han servido para ponernos en la piel de otros. Usar velas, olvidarnos de pulsar los interruptores, calentarnos la leche en cazo, calentarnos el agua en un cazo a un mayor para ducharnos, y ducharnos estrujando una esponja sobre nuestras cabezas, y vestirnos a oscuras, y salir de casa sin poder mirarnos en el espejo siquiera, preguntándonos si llevaremos algo cómico que provoque las risas al salir a la civilización. Lo peor, la comida que perdimos. O aún peor: la que nos comimos a pesar del mal estado, como los huevos caducados y tres días fuera de la nevera, que si no me mataron fue porque ya llevaba un estómago a prueba de bombas de las comidas anteriores. Se puede sobrevivir a una semana sin luz. Lo de la ducha, de hecho, es una experiencia que recomiendo. Lo otro, lo podéis imaginar.

Todo lo que diré

Es que no puedo decir nada.

Bloguero "profesional"

Meses después se pueden contar estas cosas. Una vez fui bloguero profesional, redactor en pos de promociones. Y no firmé con ningún nombre conocido, lo que fue doblemente divertido.

Con el lanzamiento de Alas negras, el novelón de Laura Gallego, creé por encargo el blog Leyendo Alas negras. Las pautas eran simples: un lector que vive la ansiedad previa al lanzamiento, y el éxtasis posterior. Podría haber escrito con mi nombre (mi nick, se entiende) pero lo cierto es que ya había leído el libro con anterioridad, cuando todavía no era el texto definitivo (no estoy contando nada que no deba. El "Pablo" que aparece en los agradecimientos es todo un honor para mí) y mis reacciones no iban a ser las mismas. De modo que creé un personaje, Brel, con su aspecto y psicología. También le creé una situación familiar y social, además de un puñado de anécdotas, y el resultado fue un blog que disfruté de principio a fin y del que todavía hoy me siento orgulloso. Incluso dibujaba viñetas para cada entrada, y me dio lástima cuando llegó a su fin. Como todo trabajo, tenía su fecha de conclusión. Eché tan en falta a Brel que no paré hasta que le encontré una historia para el solito. Ya la escribiré algún día. Dediqué meses a planificarla, aunque listo de mí, me dejé todos los papeles en Valencia.
Por si alguien quiere cotillear, y ojalá pasar un buen rato, está a tiempo de leer Leyendo Alas negras (aconsejo leer de la entrada más antigua a la más actual, porque hay sub-historias). Y también Alas negras, el libro propiamente dicho, of course.

Una semana sin electricidad

En escasos minutos bajaremos los plomos de la casa. Durante los próximos días y siete noches, nuestro piso vivirá sin electricidad, como en los antiguos tiempos, alumbrados únicamente por las luces de las velas y al calor del sistema de gas. Las duchas, cuando no frías, a base de cazos de cocina. Y no es por ningún impago de factura: es que nos gustan los experimentos, probarnos a nosotros mismos, y oye, ¿acaso no tenemos esa edad en la que nos podemos permitir hacer todas esas gilipolleces interesantes que no hacen daño a nadie, y que nos sirven para ponernos en el lugar de los que no se quedan sin luz por gusto, sino por no tener?

No sé cómo van a ser los próximos días. La semana vegetariana fue horrible, no sé cómo será esta. Al menos, sí podré utilizar electricidad fuera de las puertas de casa, mientras que la abstención de carne y pescado me acompañaba allá a donde iba. Pero ni por esas creo que esta semana sea mejor, sobre todo cuando el frío aprieta (y gracias a Dios que no aprieta pero bien). Hay mil comodidades que vamos a empezar a valorar a partir de no tenerlas. Y sin embargo, sé que podremos sobrevivir. Aprendí mucho como vegetariano, y hay cosas que hoy no haría de no ser por aquel experimento. Espero sacar tanto en claro con la semana sin luz.

Así fue Halloween

La única foto que tengo de ayer la he mangado de El Cazador de Libros. Yo iba de Max, de Donde viven los monstruos. Ni qué decir que fue el mejor disfraz, o eso me dijeron los angelitos de la vecina de Valencia.

Proyecto

Como ya adelantaba en mi Twitter, estoy pensando en crear un portal (sencillo, nada excesivo) sobre narrativa. Adulta, juvenil, es indiferente con tal de que sea novela. Igual que el género. Un portal para conocer novelas interesantes, sin más pretensiones que esas, y en eso se me ocurre preguntar: ¿qué os interesaría de un sitio así, si es que os interesa algo? ¿qué secciones, qué destacados? ¿qué sitios parecidos visitáis?

Dios sabe que no me puedo pasar demasiado tiempo quieto...

La quedada a años vista

Hará seis años, regresando de ese Cadalajara de ubicación desconcertante, se nos ocurrió que los amigos que felizmente viajaban juntos en autobús nunca más lo estarían. Que las relaciones son efímeras. Pero que eso no es excusa para no volver a verse.

Por eso decidimos quedar para cuando ya no nos viésemos: elegimos un sitio de encuentro, con una hora, un día y un mes. Todo normal, solo que no íbamos a quedar una semana después, sino una década. Aproximadamente una década.
No he perdido las señas de esa quedada futura, que será en 2011. Lo poco que queda, en comparación a lo que faltó, y las también pocas probabilidades a que el resto la recuerde. ¿Mantendrán el compromiso de acudir? ¿Lo habrán olvidado? O aún peor, ¿serán conscientes, cuando llegue la fecha, que alguien les espera en equis lugar, pero su orgullo y vergüenza les obligará a quedarse en casa?
Sólo quedan dos años. Nada, al lado de los que han pasado. De aquellas personas conserva la amistad con la mayoría. Pero por dos o tres, borrados de mi presente, ya bien merecería la pena romper el hielo, acercarse al Mercado Colón y decir:
-¿Te acuerdas de mí? Quedamos en este mismo lugar, a esta hora, hace diez años.
Ahí estaré.

You are your friends - JUSTICE vs SIMIAN

Cuando ya me iba a vivir a Madrid pensé que esta canción me recordaría siempre a mis amigos. Sigue funcionando. Aunque a veces me mareen, me toquen las narices y me logren cabrear. Pero son eso, mis amigos.


Y cambiando de tema, nuevo número de El Templo de las Mil Puertas. Ya tenemos la vista puesta en el trece y pienso en la retrospectiva de literatura juvenil del año. ¿Cuál es vuestro título (novedad 2009) favorito?

El Vaticano

Este tipo de noticias me encantan. La gente no llega a valorar lo grandes que son estos cambios. Quiero pensar que esto es el principio de algo: sacerdotes católicos casados, de pleno derecho. Claro que hoy se hablará más del fraude del niño del globo aeroestático.

No seré católico, pero la Historia del Vaticano y sus normas son algo así como geniales. El único libro de Derecho que me compré en los últimos años fue el de Derecho Canónico. Bestial.

Mis siete días como vegetariano

Empezó como una broma del trío del piso:

-Vamos a hacer semanas temáticas.
-¡Sí! Una podrá ser la semana de los acentos.
-De los acentos, qué buena idea. ¡Y también la semana sin teléfono móvil!
-Qué difícil será eso, caray... haremos la semana feliz, y la semana cristiana, la semana...
Y empezamos esta historia con la Semana Vegetariana. De eso hace siete días y siete noches. De eso hace catorce comidas. De eso hace casi una depresión y un buen puñado de ataques desesperados por probar la carne.
Pero ya ha llegado a su fin. Puedo decir que he pasado la prueba. Y puedo decir, a las buenas y a las maduras, que ser vegetariano es una maldita pesadilla. Para quien la quiera, que yo estoy encantado de comer carne (por cierto: para aumentar la dificultad al reto, los tres del piso nos prohibimos decir las palabras "carne" y "pescado" durante toda la semana, teniendo que dar 10 céntimos a la caja común. Yo habré terminado el plazo con unos dos euros de contribución, soy un patoso).
Fuera de mi incompatibilidad para no comer carne (la devoro, igual que el pescado. Claro que siempre hay más carne a la vista), es un experimento sociológico en toda regla. Porque es una prueba de la fuerza de voluntad, sobre todo cuando te gusta tanto comer carne y la verdura más bien poco. Y también me ha servido para ponerme en la piel de todos los vegetarianos, con lo difícil que es encontrar platos aptos en las cartas de restaurantes (una mísera lasagna verde en Vips, donde hasta las ensaladas tienen carne; privarme de pollos con nosequés y sushis en un japonés, limitándome a arroces con huevos y sopas tal; tachar casi todas las opciones de una creperié, donde todo lleva jamón, o jamón del otro, o del de aquel...) y la variedad de comida en casa para no repetirse, porque no se le puede echar poca imaginación.
Hoy, finalizado el plazo, tras catorce platos consecutivos de vegetariano, me reafirmo en mi omnivorismo casi carnívoro, pero me solidarizo con todos los que han hecho de la verdura su elección y no lo tienen nada fácil en un mundo que les deja prácticamente fuera. Tampoco creo que me haya venido mal esta inyección de vegetales semanal, a la par que desintoxicarme un poco de carnes. Siete días no es jugar a ser vegetariano por un día, que puedes serlo sin darte cuenta. Siete días son suficientes para concienciarte, e incluso volverte loco como es mi caso. Los últimos días han sido terribles, pero sin flaquear. Incluso abriendo croquetas para quitarles el jamón, con tal de no faltar al pacto. Admito que lo he llegado a pasar mal, sobre todo cuando todos los que te rodean se dan homenajes con lo que más te apetece en el momento.
Pero fin. Nunca más. Semana temática concluida. Y mientras os la recomiendo a todos por una vez en la vida (y yo ya puedo volver a decir carnecarnecarnecarnecarne sin tener que contribuir con diez céntimos al bote), queda inaugurada la semana feliz. Pinta jodida, sin poder quejarnos de nada. Las palabras que no puedo decir me las ahorro, que luego la gente me la juega para que acabe el día arruinado. Carnecarnecarne...

Experimento de una escalera (ii)

Ayer iba a bajar andando cuando escuché que unos niños subían al ascensor. Pulsé al botón para apearme en el cuarto: uno nunca sabe con quién se puede uno encontrar, y yo soy de los que arriesgan. El ascensor paró en mi planta y me colé dentro, haciéndome sitio junto a una madre de corta estatura con sus dos niños. Y esto es lo que decían, palabrita del Niño Jesús:
—Esto sí que es una lección de verdad —les decía la madre, mirando mis dibujos del primero al último—. Deberías aprender a hacer lo mismo. Son todo buenas intenciones.
Y el niño mayor, mientras tanto, mirando el angelito (el último personaje del mural) que reza «Dona sangre. Aún estás a tiempo de salvar a los otros niños», y diciéndole a su madre:
—El angelitooooooooooooo...
—Aprended de esto —insiste la madre—. Todos son buenos consejos.
Y yo, callado en mi esquinita del ascensor, con cara de Qué-Clase-De-Madre-Insta-A-Sus-Hijos-A-Que-Dibujen-En-El-Ascensor pero con el interior que bulle de orgullo y satisfacción porque una madre ha sabido captar el objeto del proyecto e insta, sin miedo, a que sus hijos obedezcan los consejos del ascensor. Como en una nube. Alucinante.
Y como Ale me prestó su cámara, a él gracias, os traigo aquí unas fotos para saciar vuestra curiosidad. Mi pulso es terrible.


La pierna

Hace más de un año pero menos de dos estábamos tres amigos juntos, y en eso uno cruzó las piernas como las mujeres.

-¡Eso es de tía!
Los otros dos pusimos el tobillo en el regazo de la otra.
-¡Eso es de tía!
-Que no, que las mujeres cruzan las piernas. Los hombres ponen una encima de otra, como para apoyar el ancho periódico.
-Que no.
-¡Que sí, tío! Hay cosas que no se pueden discutir.
-Pues mi padre siempre las ha cruzado y yo...
Esto pasó de verdad, y ya teníamos más de veinte. Para poner de manifiesto lo que influyen los gestos en nuestra educación, la percepción de ellos y cómo una simple postura puede parecernos o muy masculina o muy femenina según lo que nos han enseñado. Yo ya me creo todo de las influencias en la conducta.

El Día de los Valencianos

Ayer era el día de la Comunidad Valenciana, que en mi amor propio rebauticé como Día de los Valencianos: lo tenía que vivir en Madrid, así que lo reinterpreté para que hubiese fiesta en la capital de España.

Y como se trató de hacer del día lo más valenciano posible, lo empecé cantando el himno de todo corazón, para ir luego por el metro recibiendo felicitaciones (ninguna llegó a darse, pero todos los viajeros estuvieron a un tris de desearme los buenos días), pude hablar en valenciano en la feria del Liber con la encargada del stand de la asociación de editores valencianos para concluir con la merienda en una horchatería.
-Oiga, ¿no hacen nada especial por ser el día de los valencianos?
Y la dependienta, latinoamericana que no conoce las grandezas de mi pueblo, me dice que no.
-Pues dígale a su jefe que ponga el himno o algo, que es nuestro día.
Y en eso regresa con una ronda de horchata y fartons cortesía de la casa, que al jefe le había hecho ilusión que nos acordásemos del día. ¡Como para no hacerlo! Desde la semana anterior que lo teníamos apuntado en la nevera de casa.
Ahora a por el día de la Hispanidad.

Experimento de una escalera

A finales de agosto, el día que visité el piso de estudiantes que ahora es mi casa, me sorprendí en primer lugar por lo levantado que estaba el patio: no quedaba ningún ladrillo en su sitio. Los albañiles lo habían puesto todo patas arriba por una reforma que ni hoy, ay de mí, parece tener fin.
Recuerdo subir con maletones de mil kilos en el viejo ascensor, que a causa de las obras, está cubierto con cartones para que los obreros no estropeen las paredes. Donde otros vieron protección, yo vi un lienzo impoluto donde manifestarme. Y fue por eso por lo que decidí agregar mi estilo a la comunidad.
Os pongo en situación: todos habéis subido en ascensores (a excepción de ese niño de unos ocho años, latinoamericano, al que oí una vez en Barajas decir "es mi primera vez". Qué contrastes de mundo, caray) y en todos ellos, o casi todos, están los clásicos dibujos macarras. Me refiero a las pollas en plena eyaculación, o las esvásticas nazis, eso sin olvidar el socorrido "puta".
Yo, naturalmente, no iba a hacer algo igual.
En primer lugar, no soy ningún saboteador de los elementos comunes; no dibujo en el ascensor, dibujo en el cartón temporal del ascensor, que no es lo mismo. Cualquier día, espero que antes que después, lo quitarán para mostrarlos las auténticas paredes de la jaula elevadora.
En segundo lugar, soy vulgar, pero no tanto. Y harto de lo más típico de las improntas de la historia del ascensor, decidí hacer algo distinto. Algo que hiciese pensar a la comunidad. Algo que les hiciese colaborar.
Dibujé un niño diciendo "Buenos días".
(Es una pena que no tenga cámara de fotos, ni nadie de casa, pero tengo que decir que es un niño muy simpático, con su mochila escolar y todo).
Mi niño da los buenos días a todo el que entra al ascensor. Y me gustaría pensar que la gente sonríe, que le alegra la mañana nada más empezar. De hecho, tengo la prueba que lo demuestra.
Justo en la pared de enfrente, otro vecino se puso manos a la obra: dibujó un monigote del que salía otro globo con la frase "Buenos días a ti también". Es 100% verídico. Y no sé quién es. Bien es cierto que su dibujo tiene mucha menos gracia que el mío, pero lo que cuenta es la intención.
Algo en mí decía que se puede cambiar el mundo empezando por una escalera. Había dibujado un niño que daba los buenos días y otro vecino se había animado a responder. Nadie dibujó pollas en la boca del crío, ni tachó su saludo. Lo respetaron. Y hasta se animaron a participar con la misma moneda.
Yo, animado por el éxito de la primera fase de mi experimento, creé una hermana para el chiquillo. Dado que el trabajo tenía que ser para todos los públicos, y una crítica clara a los típicos dibujos de ascensor, me propuse dibujar lo más cursi y repelente del mundo, algo tan poderoso que pudiese compensar todas las guarradas escritas con punta de navaja. Y lo logré.
El segundo dibujo, una niña con trenzas y faldita, decía con alegría "Dale un beso a tu mamá todos los días por la mañana". No se puede ser más.
Me imaginé la cara de los vecinos. Porque eso no sólo demostraba que el Vándalo del Ascensor no era cosa de un día, sino que volvía con consejos. Atrás quedaba el simpático "Buenos días". La nueva fase venía con recomendaciones de artillería naïf.
Me crecí tanto que poco después agregué nuevos personajes consejeros al mural del ascensor. Una anciana con bastón que decía aquello de "Cede tu asiento a los mayores", el perrito que piensa "Recoge mis "cosas". No son el abono del asfalto", o el joven enganchado al mp3 que suelta eso de "No obligues a los demás a escuchar la música de tu iPod". Dios mío, todo buenas intenciones.
Pero los vecinos tampoco se quedaron cortos: alguno pilló bien la tónica del experimento, porque bajo mis dibujos escribió un "Por favor no echen basura" de lo más esclarecedor. Luego llegó el escatológico, aunque con un vocabulario fino, que escribió tal cuál: "No expelas (te tires) fratulencias (pedos) en el ascensor". Éste sí agregó un dibujo, de un tío con los pantalones bajados y un vendaval saliéndole del culo. Como imagen estropea bastante el mural, pero como experimento sociológico acaba de darme un nuevo punto de vista.
Os podéis quedar tranquilos, porque mi trabajo sigue a buen ritmo. Llevo varios días sin escribir, pero lo último fue un ladrón regordete que decía, de buen humor, algo como "Dejen el portal abierto si quieren hacerme el trabajo fácil". Así, psicología inversa, para acojonar a los vecinos más confiados.
No creo que nadie sospeche de mí. Me cuido mucho de subir y bajar andando a la vista de todos, aunque el otro día se me cayó el rotulador del bolsillo cuando bajaba a "tirar la basura" y una vecina que esperaba el ascensor me miró suspicaz. A lo mejor le gustó. Será eso. Mientras tanto, cada vez que suban o bajen, tendrán que preguntarse si harán todo lo que sugieren los simpáticos personajes de la pared. A juzgar por las participaciones espontáneas, algunos ya se lo han tomado en serio, y todo con un simple dibujo de ascensor. ¿Por qué nos convencieron los mayores en la resignación para cambiar el mundo? Todo puede empezar con un rotulador. Te paso el testigo.

Dos libros

Dos recomendaciones literarias:


Los juegos del hambre, de Suzanne Collins (RBA). Casi di las gracias por el retraso en el tren Valencia-Madrid, porque no había llegado a la capital y ya me había devorado la mitad. Una historia muy chula, con reminiscencias de Battle Royale, pero mucho más elaborada y especial. Por lo visto es una trilogía, aunque el primer libro es bastante auto-conclusivo y no estoy seguro de que me apetezca leer la continuación, porque el planteamiento será completamente distinto. En cualquier caso, este primer libro mola.

La vida secreta de las abejas, de Sue Monk Kidd (Ediciones B). Excepcional. Puede que dentro de un tiempo entre en mi panteón de novelas favoritas, aunque primero tengo que asimilarla. En cualquier caso es un libro genial, al que me temo que le ha rodeado una fama, totalmente injustificada, de novela femenina. Puede que sea una historia reivindicativa, pero lo será de los derechos de los negros, nada de hombres y mujeres. La trama, los personajes, el estilo... todo es de matrícula. Es de esas novelas que cambian tu percepción de las cosas: ahora veré las abejas con otros ojos, igual que me sucedió con los árboles después de Tobi Lolness o El barón rampante, o la inmigración tras Las uvas de la ira.
(nota: la portada del libro es el póster de la adaptación de la película, algo que detesto. Pero espero que eso no os disuada de leer una gran historia)

Ascenso y caída: La Guía Secreta de Harry Potter será descatalogada

A esta hora, en esta misma tarde, estaría dedicando ejemplares de La guía secreta de Harry Potter en el Fnac Callao de Madrid. Hubiese vivido días previos de pasibilidad, todo para explotar los treinta minutos previos con una histeria que no habría ser humano que aguantase. La presentación habría sido algo rápido, improvisado, para concluir con mi parte favorita: la firma.
Pero es evidente que si estoy escribiendo esto es porque no estoy en Fnac Callao, ni firmando ni cotilleando discos.
Si estoy ahora mismo en casa, teniendo un día completamente distinto a lo que hubiese imaginado hace un mes, no es porque se me haya olvidado ir a la presentación de mi propio libro (que me conozco, y sé que podría llegar a pasar. Soy un caso clínico de amnesia), sino porque La guía secreta de Harry Potter va a ser descatalogada. Así, tal cuál. Prefería decíroslo sin anestesia.
Cuando una editorial descataloga un libro es porque ha sido un fiasco de ventas. El mío tuvo su segunda edición a la segunda semana del lanzamiento, y no le queda mucho para agotarse esta también en España. Ediciones B estaba contenta, yo estaba contento, ¿todos estábamos contentos?
Es evidente que no.
En algún lugar el mapa, alguien no quería que mi libro llegase al público. No sé qué molesta más: que haya gustado a los fans o que haya vendido. En cualquier caso ha ido a la yugular.
Para no entretener con cuentos, contaré de forma abreviada lo que ocurrió: los abogados de JK Rowling le pidieron a Ediciones B que sacase el libro de las librerías, y Ediciones B dijo que no. Así, como quien no quiere la cosa, se sacó el socorrido tema de juicios, y al final llegaron al acuerdo extrajudical de no ir a pleito pero tampoco sacar el libro de las librerías. De modo: que los ejemplares impresos para España y para América se venden legalmente, sin objeción de nadie. Pero que cuando esos ejemplares se agoten, no se imprimirán más. A mí nadie me podrá decir jamás que mi libro era ilegal, cuando ni ha habido un juez que lo sentencie, ni los abogados de JK Rowling han puesto objeción a que se termine de vender la tirada actual. No será muy ilegal, ¿verdad?
Pero entre que lo descataloguen o ir a juicio y ganar, prefiero lo primero. Ediciones B también. De modo que así acabó este cuento, con una vivencia intensa que no ha dejado apenas tiempo entre el día que firmé el contrato y el que me dijeron que el libro no se iba a reimprimir, no por fracaso, sino por peticiones ajenas. Los que tenéis el libro espero que lo conservéis bien. Los que todavía no lo tenéis, si os interesa, espero que lo consigáis antes de que se agote. Y a los que no os interese, no sé cómo habéis aguantado la entrada hasta aquí.
Mi reacción, lejos de ser furiosa o decepcionada, fue una tranquilidad total. La de quien ya no tiene miedo a futuros juicios (porque nunca los habrá, y yo sigo muy convencido de que escribí el libro tal y como JK Rowling dijo que debía hacerse) y la satisfacción de haber satisfecho a los fans y a mí mismo, que no es poco. Que me quiten lo baila'o. Siempre vi este libro como mi "conejillo de Indias" en mi faceta de autor. Ahora puedo presumir de haber vivido hasta el descatalogado, ¡fetén! :)

Aviso: El libro no se va a retirar de las librerías, al menos hasta que se agote. El libro no es ilegal porque ninguna de las partes quiere ir a juicio para comprobarlo o demostrar lo contrario. Todavía podéis comprarlo. Gracias a todos los que me dieron su apoyo. Y para quien piense que estoy triste, nada más lejos de la realidad. Me lo he pasado rebien.

El lector injuriado

Hace poco me dieron una lección de las que hacen historia. De clase y respecto, sobre todo porque yo había demostrado no tener ni lo uno ni lo otro.

Contexto: un local nocturno. Una conversación. Una cerveza, un cóctel de nombre orgásmico. Y tras más de tres cuarto de hora de conversación amable y distendida, un comentario que me cae como una jarra de agua fría. Qué digo. Como ácido sulfúrico sobre la piel.
-Por cierto -empieza, discretamente-: hace poco leí en tu blog -No sabía que lo leyese- un artículo que hablabas de alguien y creo que era yo. Se trataba de XXXX -No me atrevo a decir qué artículo en concreto porque era tan injurioso, tan miserable, que sería ahondar más en mi vergüenza, y no me ha afectado poco al sueño tanta barbaridad).
-Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeh -mi cara, la de un gilipollas al que le acaban de robar el cupón premiado del euromillón.
-¿Era yo, verdad? Porque hacías referencia a frases que juraría haber dicho yo. Y cuando lo leí, pensé: ¿pero de verdad me odia tanto?
Os juro que lo que recordaba del artículo era horrible, pero que cuando llegué a casa aluciné porque era todavía peor. Como para no volver a dirigirme la palabra en la vida. Quiero pensar que a veces empleo un lenguaje exagerado para hacer más amenas las entradas del blog. Pero eso no justifica lo que escribí, lo mal que le dejé, el odio -que ahora no entiendo- que contenían mis palabras. Me sentí terriblemente avergonzado y detestable en ese momento, y todavía más después, cuando releí el artículo -antiguo, eso sí- al volver. No sé, no hay excusa. Horrible.
Creo que hasta el otro día no había sentido verdadero impulso de cerrar el blog. No hay excusas. Suerte que hay perdón.

Madrid 2016 (ii)

Viví la decepción olímpica en la Plaza de Oriente, donde, hasta el minuto final (pero para ser justos, sólo desde una hora antes), todos tuvimos una corazonada. No voy a comentar nada al respecto. Encomiendo a cualquier ciudad africana a que se presente a los próximos juegos, que seguro que les caen. Como Alejandro Martínez acertó la porra pongo link a su blog y no sigo hablando del tema. Igual que no lo hice con las hijas de ZP, porque no voy a escribir cuando es obvio lo que pienso.

Madrid 2016: La porra

Antes me traía al pario quién consiguiese las olimpiadas, y eso que Valencia es la subsede olímpica de Madrid, y que mi ciudad natal -que ya no puedo llamar ciudad a secas- saldría claramente beneficiada.

Ahora me he empapado del espíritu olímpico, resultado de ver tanto cartelito con la mano de colores y tragarme los telediarios de TeleMadrid. Ahora sí quiero los juegos. Y ahora, incluso, empiezo a barajar lo que nunca creí: que la capital consiga ganar al resto de postulantes.
Me parece terríblemente injusto que nuestro contra sea eso de alternar continentes. Porque eso no es una norma: si lo fuese, Madrid no se podría presentar. Si no es una norma, no hay derecho a perjudicarla, sobre todo cuando hay tanto invertido. O lo tipifican, o se olvidan de esa costumbre. Pero jugar con las ilusiones está muy mal, sean las olimpiadas o los Reyes Magos de Oriente (que por supuesto, existen).
Ahora, la apuesta. Y quiero vuestros comentarios, antes de la tarde de mañana, apostando por quién se llevará los juegos. Mi apuesta va a ser...
Tokio.
Y para rizar el rizo, que no sé si saldrá un ranking, la clasificación de mejor a peor según el CIO para el día de mañana. Espero vuestra apuesta. Si alguien da pleno, no sé, le regalo unos bombones o pongo un link a su blog. Según se tercie.
  1. Tokio
  2. Madrid
  3. Río de Janeiro
  4. Chicago
Tengo una corazonada...

Una peligrosísima revelación

Hoy, que no robaría ni un post-it, que mi concepto de la propiedad privada está desarrolladísimo, no perdono una sola falta en lo que a hurtos se refiere. Me indignan las manos largas que se auto-exculpan con "es que es muy caro", "nadie se va a dar cuenta" o "a quién voy a molestar". Si no es tuyo déjalo donde lo has visto, fin de la historia.

Pero todos tenemos nuestro pasado oscuro, y mi pre-adolescencia no fue menos criminal que la de la media de la gente. A diez años vista, y sin entrar en detalles con el ferviente deseo de que todos mis delitos prescriban, tengo que admitir que un verano de playa me cubrí de gloria como amigo de lo ajeno. En realidad fuimos todos los del grupo, verano de cigarrillos y primeros tragos de alcohol, y ya he pasado la fase de recordar aquello con vergüenza -que la merece, la verdad- para reírme un poco de mí mismo y no olvidar que he hecho las mismas gilipolleces que aquellos a quien miro de reojo. Diré en mi defensa que mi pasado ladrón se reducen a un verano en Dénia. Ni qué decir que aprendí la lección sin necesidad de que me pillaran.
Podría hacer un inventario de todo lo que robé, principalmente música. En mi habitación de Valencia todavía tengo cedés tan variopintos como una antología de Frank Sinatra o la banda sonora de Misión Imposible III. Todavía hoy, cuando paso por aquella tienda de discos, pienso en el día que volveré con un cheque para compensar aquellos hurtos. Aunque creo que cambiaron de dueño, de modo que no sé cómo lo haré al final.
Pero.
Claro.
No iban a ser los discos la joya de la corona.
Y aquí llega la peligrosísima revelación.
Inédita.
Culpable.
Exclusiva.
Siempre he presumido de tener una primera edición británica de Harry Potter y la Cámara de los Secretos. Un libro que vale unos miles de euros, y que yo alardeaba de haber comprado por una libra en cualquier rastrillo inglés.
Lo has adivinado: no costó una libra.
No costó dos.
Más bien, costó algo así como una carrera contra la justicia.
Sí. Mi primera edición de Harry Potter y la Cámara de los Secretos está robada. De una biblioteca británica. Vale que fui un ladrón, pero nadie me negará el robo selecto. A mis doce años reconocí perfectamente el valor del libro y también encontré autojustificación a mi acto: "Si me lo llevo yo, nadie más podrá seguir estropeándolo". La sección infantil, de hecho, era la única de toda la biblioteca sin barrotes de seguridad. Ese ejemplar, que ya entonces era valioso, estaba sin ningún tipo de protección... ni cariño. Nadie podrá negarme mi amor por los libros en ese robo que yo llamaré compasión.
Nunca he pensado en vender el libro. Y tengo muy claro que lo voy a devolver: por correo y sin remitente, eso sí, y con un post-it de colores que diga bien claro "IT IS A FIRST EDITION. Ps: Sorry, I borrowed time ago". Tanto si quieren subastarlo por la beneficiencia como si sacan dinero para poner un ascensor, a mí plum. No es mi libro. Sólo espero el momento -legalmente irreprochable- para devolverlo a su dueño.
Y hasta aquí la historia de hoy. Del día que Cronista se dañó un poco más si cabe su imagen.

Pop!ular

Decía Oscar Wilde que "que hablen de uno es espantoso; pero hay algo peor: que no hablen". De ahí a eso de mejor que hablen mal a ni mencionarlo, hay un paso. Como si viviésemos de los chismes.

Supongo que hay gente que lo daría todo por ser popular. Supongo que les merece la pena ser personajes odiados con tal de ser eso, personajes, que es mucho más de lo que otros pueden decir. Sucede también que estos obsesos por la popularidad se creen que todos los demás seres humanos ansían lo mismo en secreto, como si se tratase de rechazar un vaso de agua en lo más recóndito de un desierto o el mando a distancia en medio de un documental de cine español: un suicidio bromista, casi.
Pues bien: los hay, los haymos, que adoramos el anonimato. Que no querríamos ver nuestro rostro pegado en ningún muro publicitario de gasolinera, que no querríamos que nos reconociesen ni para decirnos "eres tan guapo como en el muro publicitario de la gasolinera", que no querríamos tener que usar gafas de sol. Los haymos, quizá más exagerados, que no soportamos que hablen de nosotros ni aunque sea para bien. Que preferimos la más absoluta de las indiferencias a un simple elogio. Que nos sonrojamos con cualquier palabra de bien, como con cualquiera que pretenda el efecto contrario. Que nos sentimos mejor si sabemos que sólo existimos para los que existen para nosotros, y que ni a ellos revelaríamos nuestro sabor favorito del yogourt. Es un caso patológico de intimidad, pero intimidad a fin de cuentas.
Definitivamente no todos queremos ser famosos. Los haymos que preferimos hacer nuestras cosas bien, e incluso que se conozcan nuestras cosas, pero nunca la mano que mece la cuna, la firma que estampa la firma, el rostro que da rostro a la pared publicitaria de la gasolinera. Una vez una chica me dijo que se me notaba que disfrutaba cuando la gente se me acercaba al terminar un podcast. Qué poco me tenía que conocer para pensar semejante cosa. Puedo ser cortés, e incluso sacar el lado divertido del momento, pero difícilmente podré disfrutar de estar nunca en el punto de mira. Ni aunque sea por llegar el último al andén de la estación.

Fan terrible

Digo que soy fan de Belén Esteban y nadie me cree. Será que parezco demasiado inteligente para "seguirla", pero oye, más estúpido sería creerse demasiado inteligente para seguirla.

También soy fan de Carme Chacón. Supongo que la ministra no lo llevaría nada bien de saber quién es mi otra ídola, que por la Esteban no hay problema, que no sabrá quién es la Chacón.
Yo es que soy de cultura llana, pueblo bajo, que lo mismo me da ver el debate político de Las mañanas de Cuatro, Página 2 que el Sálvame. Qué tontos son esos que creen que van a agilipollarse por bajar a los infiernos. No saben lo que se pierden.

Nuevo diseño

Un cambio de aires bien merece un cambio en el diseño del blog. No es gran cosa, pero me apetecía hacer el dibujo (y una vez hecho, lo prefiero al anterior). De paso sed buenos y votad en la encuesta del menú lateral. Eso también va por los que leen este blog por RSS. Y a los twitteros, les recuerdo las coordenadas: @el_croni Se puede ser más chungo pero no más guapo.

Mi favorito

Antes, cuando me preguntaban (o me entrevistaba en vísperas a la recepción del Premio Nobel de Literatura, aprox), decía que mi libro favorito era 1984, de Orwell. Un libro que como suele ocurrir con los que más me han gustado, me aburrió la primera vez que me puse con él (pero algún poso tuvo que dejar para que lo retomase tiempo después, que tampoco es que sea masoca). Ahora, sin embargo, no elegiría ese libro como mi título de cabecera. Sí, sigo considerándolo genial, pero no lo elegiría como el mejor.

Cien años de soledad, Harry Potter, Las uvas de la ira, La colina de Watership, Opiniones de un payaso, Ensayo sobre la ceguera, El juego de Ender, El dios de las pequeñas cosas, Matar un ruiseñor, Cumbres borrascosas, Rebelión en la granja y Los renglones torcidos de Dios son libros en los que no puedo dejar de pensar a pesar del tiempo que ha pasado desde que los leí (necesito más para asimilar Tobi Lolness, pero es susceptible de entrar en esta lista. Las dos entregas). Sin embargo, no podría decidirme por ninguno. Puedo tener mis más, pero a todos los considero geniales. No, no me siento capacitado para elegir mi libro favorito.
Pero mi autor preferido es otro tema. No tiene que ser el escritor de mi libro favorito. Puede ser otro. De hecho, mi autor favorito no ha escrito ninguno de los libros antes mencionados, pero lo considero el más completo, el más genial, y aquel al que la literatura ha hecho menos justicia. Definitivamente, y a fecha de hoy, afirmo que mi escritor favorito se llama Roald Dahl.

Vecinos y videojuegos empiezan por V

Instalarte en una nueva casa no implica sólo compañeros de piso, sino también nuevos vecinos. Yo, que fue elegido El Joven Más Amable de la Escalera 2005-2009 (con excepción de 2004, cuando le dije a la del sexto que dejase de tratarme como si tuviese ocho síndromes graves, cuando el único que tengo es el de los pies inquietos) en mi finca de Valencia, me veía en la incógnita de cómo me tratarían mis nuevos compatriotas de escalera en esta etapa. Y

  1. Ya les he conocido mucho más de lo que jamás hubiese esperado. Sobre todo a los de mi planta.
  2. Son bastante amables, y casi todos merecen un personaje de novela
  3. A los madrileños les desconcierta que uno les diga 'gràcies' o 'adéu'. Digo desconcertar por no decir jode, que es precisamente lo que me propongo. El día que alguien se queje se expondrá a mi discurso más ensayado sobre las lenguas cooficiales y la intolerancia a las otras lenguas.
En mi casa tenemos una figurita, más bien una hucha agujereada, con forma de dos payasos montados en un cochecito leré. Es treméndamente fea, nada que ver con las jirafas de la misma mesilla, pero supongo que mis compis le ven cierto valor sentimental porque pertenecieron a los anteriores inquilinos, unos supuestos drogodependientes que sólo salieron de allí cuando un juez dictaminó sentencia (lo segundo lo he comprobado en Google, donde encontré la sentencia completa. Lo primero lo podemos dejar en cultura de Radio patio). El caso es que yo quiero sacarle partido a esa figurita horrenda, y como lo de tirarla sería muy fácil, he pensado en crear el Torneo de la Figura de los Payasos. ¿Que por qué el torneo?
  1. Porque es una excusa para invitar a los vecinos y conocernos de algo más de un 'hola' en el portal.
  2. Porque es una buena forma de deshacernos de los payasitos sin hacer añicos la figura. Tengo miedo que las almas de los drogadictos se conserven en su interior cual monedita de diez céntimos, y que al romperla salgan los fantasmas y nos atemoricen en el retrete cada vez que les entre mono de ectoplasma.
Claro que como somos muchos vecinos en la escalera, tampoco es plan de invitarlos a todos. Por eso he hecho mi pequeña selección, que incluye a tres personajes imprescindibles. Necesito una lista más:
  1. El chino de la tienda de alimentos de abajo. Tiene un nivel nulo de castellano. La gente se cree que sabe decir 'hola', pero eso eso sólo porque 'capullo' en mandarín se pronuncia exactamente igual.
  2. La pareja de ancianos de la puerta de al lado. Son los clásicos abuelos de edificio. Los que utilizan el ascensor por separado no sea que se queden encerrados allí y nadie les pueda rescatar.
  3. El loro (sería el único invitado animal) del segundo, al que sacan a pasear al descansillo varias veces al día.
  4. El chico del Cuarto-Centro, el auténtico motivo por el que se da la reunión (aparte de deshacernos de los payasos, claro).
Si Mercedes Milá necesita una veintena de personas para hacer un experimento es porque no le conoce a él. Yo con uno me basto: le sigo desde la mañana hasta la noche, y apunto mentalmente todas sus evoluciones. Desarrollo mis propias teorías y las comparto con todos los que pasan por casa. También me atribuyo ciertos descubrimientos que son el resultado de más de quince días de obstinada investigación.
Lo que hace tan especial a mi vecino del Cuarto-Centro es que nunca deja de jugar a la X-BOX. Mires a la hora que mires, siempre está con lo mismo. Y el videojuego, salvo alguna rara ocasión en el que se pasa al fútbol, siempre es el mismo de la metralleta en mano. A todas horas. Todos los días. Y según mis compañeros de piso, que me cedieron a regañadientes esta reservadísima investigación, ya lleva así tres años.
Como grita mucho al jugar, al principio pensaba que en realidad no eran uno sino dos. Luego advertí que por más que hablase, en realidad nunca había respuesta, de modo que sólo se trataba de una persona. La explicación a sus monólogos interrumpidos está en que usa (o debe usar, porque no hay nada comprobado) algún tipo de comunicación internetero que le une a otros jugones, que imagino también inspiración de sus vecinos detectives. De hecho, creo que los vecinos de estos jugones deberíamos crear algún tipo de fundación para unir datos, porque siento que me estoy perdiendo muchos porqués de la historia.
Tengo que admitir que sólo veo la pantalla del videojuego. A él nunca le he visto, pero sus gritos son tan fuertes que no hay planta a la que no lleguen: yo, que estoy justo al lado, estoy condenado a enterarme de cuántas veces le matan, pero oye, aquí encantado, porque uno se siente así más acogido por el vecindario (aunque se trate de un obseso de los videojuegos. Bueno, retiraré lo de obseso por si luego del Torneo dela Figura de los Payasos se convierte en mi mejor amigo. No le podré ocultar este blog por demasiado tiempo. Por cierto, saludos a la librera salemita que el otro día me reconoció en Madrid. Juro que mi estupefacción al presentarse no iba con ella, sino conmigo. En ese momento yo estaba haciendo un ridículo espantoso que dudo que le pasase desapercibido). Yo tengo muchas ganas de celebrar el Torneo, pero mi compi #1 no está muy por la labor. No sé, creo que al final le convenceré. Pero lo que está claro es que entre las pruebas de estas grandes olimpiadas no podrá haber ni diccionarios (a menos que queramos fusilar al chino al más puro estilo 2 de Mayo), ni pruebas físicas (diría que por los abuelos, pero creo que yo estoy peor) ni de videojuegos, porque el del Cuarto-Centro nos puede dar un palizón. Y no es plan. Por más que queramos perder de vista a los payasitos.
Pensaba el otro día el tiempo que hace que no juego a videojuegos. Recuerdo cuando no me perdía un número de la Hobby Consolas, y mírame ahora, que no sé por qué número van de la Play. Antes las teníamos todas: la Game Gear (que la trajeron mis padres de un viaje a Nueva York, y que era algo así como un trillón de veces mejor que la Game Boy), la Master System, la Mega Drive, la DreamCast (mi favorita), la Game Boy Color y la Advance, la Play 1 y la 2, en la que me quedé yo estancado.
Si tuviese que elegir un juego, ese sería sin duda el Chu Chu Rocket. Era un juego que para colmo, era gratuito: llamabas a un teléfono de Sega y te lo enviaban a casa por la cara. Era simple hasta decir basta y sin embargo, adictivo. Creo que eso es lo que tienen los mejores juegos.
Otro que me encantaba era el Jet Set Radio, el de los grafitis: pura originalidad. O el Metal Gear Solid, pero lo que me pasaba con esa clase de juegos es que no podía jugarlos solo. Tenía que estar mi hermano presente para rebajar un poco la tensión. El Crash Bandicoot (los primeros) era genial, aunque las fases de agua siempre me han provocado un agobio inmenso. Tengo miedo al mar abierto en la realidad y las pantallas, cosas que pasan. O el Spyro the Dragon, otra chulada. Pero poco más. Seguramente habrá más títulos, pero hoy soy 0% jugón. No creo que tenga que ver nada con la madurez. Me temo, simplemente, que a veces nuestros gustos cambian. Gracias a Dios que tengo al vecino del Cuarto-Centro para recordarme lo mucho que antes me divertían. Por él y por la figura de los payasos va este post. Ya os contaré cómo fue el torneo.

Las hermanas del bapisterio

Una nueva perla de Callejeros. Aunque nada igualará a las vecinas de Valencia, una auténtica joya de la televisión contemporánea.

Del referéndum de Cataluña

A mí si Cataluña se quiere independizar me la trae floja, la verdad. Me la trae floja en lo que a mi sentimiento español se refiere, que a nivel cultural y social creo que perderíamos todos, y ellos los primeros. Ya no hablo de economía, que la que iba a caer en picado iba a ser la catalana (no seré yo quien haga el boicot, pero haberlo, lo habrá). A mí me parece que si ellos están dispuestos a perder a nivel cultural, económico y social, pues adelante, nosotros no somos quienes para decirles lo que es mejor para ellos, pero yo mantendré mi defensa del castellano (como lengua igualitaria, que ni más ni impuesta) en todas las regiones bilingües, sea cual sea el pasaporte que llevan en la maleta. Si Cataluña respetase el castellano como co-oficial, santas pascuas. Pero como no dan muestras de ello, y sus políticos más demagogos siguen con ese erre que erre que parece que Cervantes luchase en el bando nacional, pues miedito me dan.

Lo que pasa con los referendos, que nos llenamos la boca con el derecho a opinar, es que hay que ser coherentes con ellos. Y si alguien quiere declarar la independencia de su calle respecto al barrio, tendrían que dejar sin derecho a réplica que el vecino de la finca número 92 también pueda declararse independiente de la misma calle. Es una caja de pandora muy complicada de abrir.
En fin. Los referendos deberían hacerse donde el independentismo esté bien arraigado y probado, y negárselo es un error. Será inconstitucional, pero que no me venga De la Vega con eso que ella y los suyos se mean en la Carta Magna dos veces por semana. Pero que cuando haya independentismo, que nunca se aplasten derechos individuales. Garantizar las discrepancias debería ser primordial, e ignorar al 40% de catalanes que hablan castellano en su casa es sumamente grave. Parece que uno tenga que ser una minoría para que le hagan caso.

Todo esto viene por la consulta no vinculante en el municipio Arenys de Mur, que tuvo ayer su minuto de gloria. La participación del 41% no es aplastante, pero sí a tener en cuenta (si ellos dicen que son muchos, yo diré que son los mismos muchos que hablan español en su tierra. Esos a los que, como no interesa, consideran pocos). Pero lo que más asusta es el resultado de la votación, practicamente un 100% por la independencia. No sé cómo leerán el dato los convocadores, pero a mí un número así me desalentaría por completo. No puede restarle mayor credibilidad. A eso y a la bandera republicana en la sala de votaciones. Cuando votábamos delegado en clase, hacíamos las cosas menos chungas.

Mi tierra

Las canciones más bonitas no son las más melódicas, ni las mejor escritas, sino las que nos recuerdan a momentos trascendentales de nuestras vidas. En estos primeros diez días en Madrid he quemado una lista de reproducción del iPod que incluía temas como Señora (la reversión de Marea, genial), Si tuvieras que comerte / Camping de La Casa Azul o Crown of love, de Arcade Fire, que ya publiqué en este blog y tiene un directo que me alucina (y eso que detesto las versiones de conciertos). Pero sin duda, y por los siglos de los siglos, una canción destacará sobre todas las demás en mi integración en la capital de la provincia de Madrid: Mi tierra, de Nino Bravo.


Como la calidad musical es incuestionable, tengo que admitir que gracias a esta canción me pude sentir como en casa desde el minuto cero. "Mi tierra tiene su sol, el mismo sol que tu tierra", colleja a los que creen que son mejores por vivir donde viven. "Mi tierra tiene su voz, que ruge si se le encierra", y antes debería haber rugido contra ese dictador de pacotilla, y tendrá que volver a rugir cuando los seudodemócratas nos cierren la boca. Es que ser libre me emociona, qué le vamos a hacer. "Mi tierra tiene naranjos", homenaje a su/mi queridísima Valencia, acompañado de un "Mi tierra tiene tres mares que la besan", porque los valencianos somos españoles y bien orgullosos de ello.
No sé. Sólo necesité escuchar a Nino Bravo para recordar que en Madrid sigo estando en mi tierra. Y que del mismo modo, a todos nos calienta el mismo sol. Será una gilipollez, pero no sabéis la sonrisa tonta que me entra por la calle cuando la voy escuchando. Cualquier día me paran los del CNI.

A partir de hoy

La sonrisa del otro día bien merecía una explicación, aunque a juzgar por la cantidad de comentarios, creo que ya está todo dicho. Sí, ya estoy en Madrid.

Me pregunto cuántas veces en la vida nos enfrentaremos a eso de "La Decisión Más Importante de Nuestras Vidas", esas que no vienen una vez al mes, sino sólo cada mil años, o una única ocasión. Se trata de la decisión más importantes de nuestras vidas, no como elegir fresa o plátano en el yogourt, y cuando nos enfrentamos a ellas sentimos auténtico pánico por lo que pueda pasar.
Mi decisión la tomé hace meses. Recuerdo cenar pizza en la cocina de Sisi, con Pé y Ser completando la mesa, cuando dije que estaba pensando en marcharme. Supongo que necesitaba expresarlo en voz alta por primera vez para hacerme a la idea yo mismo.
Desde entonces, la idea ocupó toda mi cabeza. Ni con la publicación de La Guía Secreta podía distraerme: el libro iba a estar en las librerías conmigo o sin mí, pero el traslado, con todas sus consecuencias, exigía mi cabeza al cien por cien. Lo miré todo, estudié cada una de las posibilidades, barajé -como siempre lo hago- lo que ocurriría en la opción peor, y al final di el paso definitivo para estar hoy aquí, en la que ya es mi casa, viviendo en la capital de España.
En una semana no ves todas las luces y sombras. Pero siete días son suficientes para meditar sobre la decisión, y cuando Lo Mejor que Has Hecho en Tu Vida coincide con La Gran Decisión, sientes que los planetas que han alineado por ti. La Gran Decisión no es moco de pavo. Lo Mejor que Has Hecho en Tu Vida, tampoco lo es. No sé qué tendría que pasar para que tuviese que volver. Pero siento que en mi futuro sólo existe Madrid*.

*Y unos meses en Nueva York, y una década en una reserva protegida de animales salvajes de África. Pero bueno, todo a su tiempo. Ahora mismo vivo en Madrid. Y soy terriblemente feliz aquí.

:)

Anuncio de Coca-Cola

Nunca vi un anuncio de Coca-Cola tan delirante. Una cosa es pedirnos que reciclemos la lata, que sí, y otra muy distinta que nos conozcamos la red de distribución internacional de la bebida de la felicidad, que ni siquiera tiene nombres de ciudades sino de las empresas. De chiste. Se les ha ido la olla con este anuncio...

La esvástica

Como soy un opositor incansable del terrorífico Estado de Israel, y defensor de la dignidad y creación jurídica de Palestina, algunos de mis amigos se creen que soy antisemita. La cosa empezó con una broma, jijí, jajá, conste que yo la alimenté con mi humor negro, pero ha llegado al punto de cansarme, sobre todo cuando hay personas que no me conocen en la mesa y se pueden llevar una impresión racista de mí. Como que no.

Si de entrada no me creo que los judíos son una raza (y si lo son, no lo son ni el 10% de los que se dicen judíos), y me parece bastante racista que ellos mismos se lo crean (como si yo creo la raza valenciana, ¡oiga! Trate de localizar un judío por la calle sin caer en los estereotipos. No podrá), no sé qué mal me han hecho los judíos en este mundo. Porque para mí, digo, los judíos no son ni una raza ni mucho menos una nación. Los judíos son mucho más que una raza y que una nación, mejor dicho. Los judíos son los practicantes de una religión, ni más ni menos. De ahí a otras extrapolaciones, me buscan en el café que no tengo tiempo para cuentos.
Por eso me parece inconcebible sentir odio por los judíos. ¿Cómo puedes sentir odio por unos creyentes? Si no lo sientes por los cristianos o los musulmanes (y no siento ni odio ni prejuicios por ninguno de los dos, -su- Dios me libre) no sé por qué los judíos iban a ser una excepción. Lo que luego haga Israel, ya es cosa de los israelíes. Que podrán ser judíos, sí, pero también cristianos, o musulmanes, o del Atleti, o directamente ateos o agnósticos. Me parece terriblemente injusto cargar al judío de mi calle con las bombas de Israel, y no seré yo quien tire la primera piedra. Igual que el agnóstico del ejército israelí que fallezca en una ofensiva contra Palestina, merece todo menos mi compasión.
Así que amigos míos, ¿habéis entendido la diferencia de una puñetera vez? Porque creo que esta explicación la he dado algo así como un trillón de veces, y si queréis hacer la broma yo la puedo seguir también, pero con extraños ni media. Porque yo a un desconocido no le tengo que explicar de ná. Pero tampoco es justo que se lleve una falsa impresión de mí por un chiste interno que se ha ido de rosca.
Exabrupto fuera, todo viene porque hoy he visto algo terrible en el metro. Volvía de Madrid (segunda vuelta en lo que va de semana, última antes de instalarme allí. Ya tengo piso, gracias a Dios) con un vuelo terrible, con más turbulencias que en cualquier otra ruta de mi vida. Temía por mi vida y al aterrizar he besado el vuelo cual Papa de la paz. Subo al metro de siempre, con mi maleta entre piernas, compartiendo vagón con españolitos de a pie y turistas de allá, todos felices, cuando por el rabillo del ojo veo a un enorme hortera de esos de camiseta sin mangas y lorzas al aire. Andaba yo perturbado por semejante visión cuando observo, perturbado, que el caballero de marras lucía una esvástica tatuada en el brazo, que por si alguien no lo sabe, es el símbolo que lucían los nazis cuando salían a trabajar. Una esvástica laureada, para más inri.
Andaba yo preocupada por si el neonazi advertía que no soy ario -discretamente me he echado un poco de desodorante en el pelo para aclararlo. Mi vida corría serio peligro- cuando me he puesto a pensar en si se puede tolerar algo así. Diré.
En mi discursito súper pogre de siempre, defiendo que cada uno debe poder expresarse. Y que si hay un impresentable que defiende la eliminación del catalán, pues adelante, que lo diga, que ya estaremos el resto para echarnos unas risas. Que si está el locutor mandando a la pira a los homosexuales, bienvenido sea, porque España es libre hasta para idiotas. Claro que del dicho al hecho, hasta Cronista se entremece, y tengo que admitir que ni yo mismo me creía mis argumentos mientras trataba de poner un basto acento alemán cuando una señora mayor me ha pedido las señas para llegar a Mar de Cristal.
He llegado a casa y bueno, no, no he pensado en el tema durante un buen rato. Pero pasa la medianoche y el asunto vuelve a mi cabeza. Y a mí, que me ha molestado horrores ver a un fill de puta con un símbolo nazi en el brazo, imagen representativa de genocidios y falta de libertad, se me ha quedado la mosca detrás de la oreja (suerte que he salvado mi vida bajando a toda prisa en Benimaclet). Soy partidario de respetar los símbolos cuando son historia, contrario a retirar placas y estatuas, pero Díos mío, todo con sentido común. No podemos consentir que esos símbolos de dictaduras sigan como si nada en las calles. Y si siguen en las calles, como me gustaría que fuese, que les acompañen siempre placas hermanas que expliquen a las nuevas generaciones quienes fueron, quienes hicieron, y a quién dejaron morir. Oye, y si les debemos pantanos y el tour Evita, pues también. Pero nunca sin faltar a la información. Hagamos un país libre en el que no falte ni la mentira, ni de esa mentira la verdad.

Cro en Madrid #1: Cómo evitar un precio de alquiler excesivo

Si Cronista se marcha a Madrid, habrá que darle una vuelta a todo esto. Ya habrá tiempo de cambiar el diseño del blog, pero batallitas empezamos hoy. Esta tarde vuelo a Madrid (benditos precios de ryanair.com. Más barato que un menú de McDonalds) para pasar un par de días de intensiva búsqueda de piso. Por eso insisto: si tu caso es el mismo que el mío, o te falta uno para completar, avísame. A ver si mis futuros compañeros de piso son unos salemitas y yo no me he enterado, pardiez.
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Posdata: El próximo viernes haré una firma de libros de La guía secreta de Harry Potter en Dénia, Alicante, España, Europa. No sé cuántos lectores alicantinos se pasan por aquí (¿hay alguno?) pero por si las moscas lo digo. Más información de la firma en www.laguiasecretadeharrypotter.com

El traje

Hace un año conocí a un chaval cuyo sueño era vestir de traje todos los días. Bueno, vale, no sería su sueño propiamente dicho, pero apenas le acababa de conocer y ya me estaba contando lo mucho que le gustaban, la elegancia que emanan, el señorío y nosequé. El chico estudiaba -y estudia- para enfermero, así que salvo en bodas y bautizos, me temo que el traje apenas lo va a oler.

Yo soy todo lo contrario. Mi concepto de éxito en el futuro consiste en que nadie me obligue a vestir traje. Que pueda ponerme lo que me dé la puñetera gana, resumiendo, lo que hago todos los días. Y que la gente de mi alrededor pueda hacer lo mismo. Que lleven piercings, rastas, que acudan al curro en camiseta de tirantes si quieren, o vestidos con total pulcritud si eso es lo que quieren, pero a su gusto. No comparto eso de que a mayor "elegancia", mayor seriedad. Será porque he conocido tipos muy miserables con corbatas de seda, pero las apariencias me importan bastante poco. Pero mi irreverencia a las etiquetas no sólo va con los trajeados, va con los demás. No entiendo por qué los góticos necesitan vestir así. Ni qué tendrá que ver la música heavy con el pelo o la ropa, como si ese aspecto, un código de vestimenta como los demás, no hubiese sido inventado por un tío con nombres y apellidos. A ver si vamos a creernos que todo esto es innato. Me gustaría que me lo expliquen. Prefiero que no me digan que con su ropa quieren expresar su personalidad, porque entonces qué poca personalidad tendrán que tienen que expresarlo con la ropa. Heavies, necesito vuestra ayuda. Es evidente que apenas os he conocido y necesito que arrojéis un poco de luz a mi ignorancia.

Una experiencia literaria

Imagino que no hay forma perfecta de hacer las cosas. Siempre hay éxitos y errores, y no me resignaba yo a ser tan rematadamente humano como los demás. Así ha sido la publicación de La guía secreta de Harry Potter.

Cada vez que alguien me viene a preguntar por qué no sale mi nombre en portada, le tengo que explicar que eso de 'El Cronista de Salem' es mi seudónimo. Entonces salen con que vaya tontería y decepción, y a mí, que no me gusta dar explicaciones a quien no se las tengo que dar, le digo que la editorial lo quiso así y santas pascuas que fin del tema.
Lo cierto es que me alegro mucho de que lo que aparezca en portada sea el seudónimo. Esa fue mi pretensión durante todo el tiempo y sólo, muy al final, me decidí a que apareciesen nombre real y nick, por presión de mis amigos. Así se lo puse a la editorial y luego, requetetachán, en la portada se quedó 'Cronista' a secas. Me quejé de vicio, pero oye, en realidad es lo que había querido todo el tiempo. Por dos razones:
  1. Porque ese libro lo escribió El Cronista de Salem, que ha sido el auténtico fan durante todo este tiempo. Le debo mis respetos cuanto menos.
  2. Porque cuando salga mi nombre muggle en portada, creo que sea con una novela completamente original.
Hoy hace un mes desde el lanzamiento oficial. Vale, no hace un mes desde el lanzamiento de facto, pero no es culpa mía si un error informático echó al traste la distribución. Ni siquiera hoy puedo encontrar el libro en Casa del Libro (Casa del Llibre, perdón) de Valencia, aunque paradójicamente La guía es actualmente el sexto más vendido de la versión online. Me he dado cabezazos cada vez que me decían "el libro no ha llegado todavía" o "nos han preguntado varias veces, pero no nos lo envían ni a tiros". Algún ingenuo de la vida me decía que llevase yo personalmente los libros a las librerías, como si además de autor fuese imprenta y distribuidor. No, las cosas no son así. Hay una maquinaria que hay que respetar. Una vez se publica el libro, mi autoridad viene a ser más o menos nada.
Pero oye, las cosas han ido guay. Mucho mejor de lo que jamás hubiese pensado. Además del flamante sexto puesto en Casadellibro.com (que no sé qué margen de error tendrá, pero si estuviese en el puesto cien ya me daba con un canto en los dientes) descubro el libro entre los más vendidos de algunas tiendas de Fnac, El Corte Inglés y en FantasyTienda me dicen que es lo más vendido del verano, sin contar esos sangrientos Crepúsculo contra los que no hay dios -ni hombre lobo- que compita. Todavía estaba protestando por la pésima distribución del libro cuando la editora, la misma que sale en Agradecimientos, me llamó para decirme que habían mandado a imprimir la segunda tirada. Por eso es doble nuestro orgullo, el mío y el de todos los que han trabajado en esta publicación: pese a todos los inconvenientes de los puestos de venta, y sin presupuesto para promoción, habíamos logrado cuasi-agotar la primera tirada en dos semanas. La pregunta era cómo, si el libro no se vendía en la mitad de sitios, pero está visto que la otra mitad lo ha vendido por todos los demás.
No sé qué sentirán otros autores, pero a la frustración de la mala distribución (problema informático, recuerdo) se suma lo mal que colocan el libro muchos libreros. De verdad, es desesperante. Siendo novedad y con la película recién estrenada, no se explica que en algunos sitios lo escondan como si no lo quisiesen vender. En otros lo tienen enterrado bajo pilas de libros desfasados. Hay librerías que lo colocan entre Pocoyó y Kika, como si se tratase de un libro infantil. Lo siento pero no.
Digo que hay libreros muy especiales porque cuando hace un mes fui a Madrid, los de Ediciones B me dieron un montón de pegatinas de 'Ejemplar firmado por el autor'.
-Así podrás ir a librerías y dedicar unas cuantas copias. Tú ganas, nosotros ganamos, ellos ganan.
-¡Guay!
El plan suena genial: autor se ofrece a dedicar al momento un montoncito de los ejemplares que hay en tienda para que el librero pueda venderlos a mayor velocidad. Suena genial, pero no. No he conseguido gastar ni una puñetera pegatina: librería a la que he ido, librería que me ha puesto pegas.
-Pero si no se venden los ejemplares, no está comprometido a quedárselos. Puede devolvérselos al distribuidor.
-No sé, no sé... vuelve otro día.
Me acabé hartando y desistí. El único sitio donde me hicieron caso, previa llamada a la responsable de planta, previa llamada al director del local, fue en Fnac Callao. Se vendieron rápido. Las pegatinas las pusieron ellos, mi gozo en un pozo. No entiendo por qué las librerías ven tanto problema a algo que les beneficia mucho más que a mí.
Uno siente presión por dos frentes: la primera, con la editorial, que es a la que uno convence para que edite el libro. El autor escribe, los otros invierten. Si el libro vende todos contentos, pero si resulta un fiasco, y anda que no ha habido fiascos en este país, la editorial tiene pérdidas y se acuerda de todo el árbol genealógico del autor. En España se publica muchísimo e igual funciona que no lo hace. Mi alivio con la editorial, y también el suyo, fue comprobar que ha funcionado.
Pero esto no tiene sentido si el libro no gusta. Soy lo suficientemente serio como para negarme a publicar algo que a mí no me entusiasma, pero creí en La guía desde el principio. Creí en el libro pero no sabía que iban a pensar los demás, y he leído -creo- todos y cada uno de los comentarios que han salido en la red, igual que los e-mails que he recibido. Los he leído y los he disfrutado, porque las críticas son estupendas, hasta el punto que me he mortificado pensando que la gente exageraba por amabilidad y he buscado también las críticas de los que no pensarían que yo iba a leerles. También son buenas. Suspiro aliviado. Muy aliviado, porque lo importante no es lo que vendas, sino no decepcionar a quien lea el libro. Supongo que habrá quien prefiera ser un best-seller que un libro recomendado, no sé. Yo me sentiría muy deprimido si mi libro se vendiese como churros pero a los lectores les pareciese una bazofia. Menudo fracaso como escritor.
Y ahora, a esperar. El libro va camino de América (no ha pasado un día que no me pregunten al menos cinco veces cuándo llegará a tal o cuál país. Septiembre, esa es la fecha que he oído). Todavía tengo que conocer las opiniones de los latinoamericanos y quién sabe, quizá pueda ocurrir algo más. Este mes no ha sido ajetreado (yo no vendo los libros, lo máximo que puedo hacer es ver cómo de bien -o mal- los han colocado en el expositor de la librería), así que me he limitado a observar la colocación en librerías y críticas en Internet.
Pero se me abren puertas con este libro. Y de nuevo me alegro de haber utilizado el seudónimo, porque así nadie podrá aprovecharse del nombre que salió en la portada, ni siquiera yo. Será ganárselo de principio a fin, y para eso no hay que tener prisa, sino tener la cabeza bien amueblada y paciencia para demostrarme a mí lo que quiero antes que demostrárselo a los demás. Estamos a 2009 y tengo la sensación de que este año va a ser simplemente especial. Ja vorem.