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La imaginación

No sé si existe un estudio de la población que reconoce no tener ningún tipo de imaginación, pero sería interesante conocerlo. Una vez lanzados a encuestar, podríamos preguntar qué entiende cada uno por imaginación, qué es lo más imaginativo que ha hecho en la vida y cuánto la valora. Veríamos si los que no la tienen la echan en falta, o si serían capaces de prescindir de ella los que presumen de buena dosis. Es probable que valorar la falta de imaginación exija un ejercicio de imaginación que impida a uno lamentar lo que no tiene. Bendita su suerte.
¿Existe una sequía generalizada de imaginación, o es que la gente no es consciente de que la tiene? ¿Se nace con ella o se crea con el ejercicio? ¿Será un poco de las dos?
Tener imaginación no es sentarse frente al ordenador y escribir una novela. Tampoco coger el pincel y hartarse a pintar un lienzo. O también, pero no solo eso. Imagino la imaginación (valga la redundancia) como un ejercicio libre entre lo que estamos acostumbrados a hacer y lo que (casi) nadie ha hecho antes. Un mono podría escribir una copia idéntica de Cumbres borrascosas si le enseñásemos cómo. La imaginación está en escribir algo distinto, no en el ejercicio de escribir en sí.
Las artes han absorbido la imaginación como propia, pero lo mágico, lo más extraordinario, es desarrollar la imaginación a cada oportunidad. No hace falta tocar la flauta para componer: la imaginación también puede sacar la música de los ruidos de unas pisadas en el andén. Cuando un trillón de petardos explotan en cuestión de minutos y forman música, ¿quién es el que ha puesto su imaginación? Dudo que el pirotécnico tenga todos los méritos. Algo tendrá que ver el oído de los demás.
Son imaginación las rutas alternativas para ir al trabajo; es imaginación los condimentos que pones a la comida, hoy orégano mañana ralladura de limón; imaginación también es el día que fundas formalmente tu bar y dudas entre llamarlo Casa Dani, Gran Vía 32 o Susan Wich; incluso en el mismo bar de barrio, con su olor a fritanga y clientes carpetovetónicos, hay un ejercicio de imaginación cuando la cocinera elabora el menú del día y se le ocurre sacar partido al caldo de cocido que sobró ayer; imaginación la combinación de la ropa; imaginación la forma con la que saludas al portero de la finca, cuando ya no esperaba que le dijeses algo distinto a adiós; imaginación es el plan del viernes que no has hecho antes y también es imaginación el asunto que le pones a un e-mail. La imaginación, al final, no es sino la expresión creativa del libre albedrío.
¿De verdad existe alguien que no tenga nada de imaginación, ni podemos esforzarnos por hacer de cada día algo inédito?

5 comentarios:

Helena dijo...

No puede ser que alguien no tenga imaginación, para vivir es necesario :)

Yomisma dijo...

Interesante reflexión, pero a veces creo que hay gente que realmente le falta originalidad (imaginación, llámalo como quieras) para cosas tan simples como puede ser un saludo xD
Aunque oye, también pienso que la imaginación también se fomenta, no es un se nace o no se nace. Se puede hacer ;)

Anónimo dijo...

La cuestión es: ¿Quién si no iba a ser más imaginativo que un niño? ¿Y cómo pueden serlo en una época en que no se alimenta esta faceta? Sin ir muy lejos, en cuanto se trata de jugar. Hoy lo tienen todo: desde videoconsolas a muñecos de última generación.

Quizás influye que soy de una época pasada en que los que vivíamos en clases desfavorecidas con menos recursos, estabamos más hambrientos por encontrar otros juegos que inventar, juguetes que construir, o diversiones con las que soñar.

Pero todo eso se apaga en estos tiempos...

Anónimo dijo...

Me has recordado a Edgar Morin. Si no lo conoces leélo que te gustará.

Rocy dijo...

Imaginación tenemos todos. Solo depende si uno quiere utilizarla o no :)