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#Nosotras


Las opiniones que más nos gustan son aquellas con las que estamos de acuerdo. Normalmente.
Nunca he sido partidario de las cuotas de ningún tipo, y por supuesto, tampoco de las de la mujer. Siempre he creído que las mujeres valen suficiente para llegar a lo más arriba. Lo merecen, y si no están todavía en lo más alto, es solo cuestión de tiempo. Basta con que las nuevas generaciones tengan tiempo de demostrar su valor para que las mujeres dirijan sin necesidad de cuotas impuestas. Al menos esa era mi opinión hasta hace dos días.
El domingo se emitió en televisión #Nosotras, un especial de Salvados dedicado a la mujer. Yo, que no estoy acostumbrado a que la caja tonta me convenza de nada, y que ingenuamente pensaba que iba a ver un programa que contaría lo ya resabido y con el que estaría de acuerdo con todo, todavía me llevé sorpresas.
Un grupo de mujeres de perfiles muy diferentes (aunque principalmente muy formadas) se apuntó enseguida a la cuota. Yo pensé rápidamente aquello de: «Pero si es contraproducente. Si las mujeres lo valen, una cuota solamente va a ensombrecer sus méritos». Tuve que pensar eso muy rápidamente, ya os digo, porque la escritora del grupo me pilló por sorpresa. Calaf lo expresó más o menos así.
Antes, ella era contraria a las cuotas. Pensaba que [lo que ya he dicho antes]. Pero descubrió que la meritocracia era una utopía. Ya había mujeres capacitadas, desde hacía tiempo. ¿Por qué no estaban en los puestos de dirección? Porque no existe la igualdad. No se les deja subir ni cuando son mejores. No es verdad, como venimos pensado los buenistas, que las mujeres con talento van a llegar igual de lejos que los hombres con el mismo talento. La realidad, basta mirar arriba, es bien distinta.
Y me convenció. Echó de un plumazo todas mis teorías por tierra. Hemos vivido engañados si pensábamos que el talento iba a bastar.
Otra mujer del grupo, directiva, quitaba hierro al hecho de que se «cuele» alguna mujer incompetente con eso de las cuotas. Parafraseo: «Después de todo, hay un montón de hombres directivos incompetentes y tenemos que vivir con ello. Porque haya una mujer incompetente entre muchas competentes, no va a pasar nada». Y de nuevo, joder, tuve que reconocer que tenía razón. ¿Por qué íbamos a poner el grito en el cielo por una tarada, cuando asumimos con normalidad que manden un millón de tarados?
En otro momento, hablaron de la brecha salarial. Y yo, igual que Jordi Évole, reconozco que el hecho de que una mujer cobre menos por el mismo trabajo, me parece poco menos que ciencia ficción.
Y ahí también arrojaron luz a un tonto como yo.
La directiva Berra lo explicaba muy bien (permitidme el parafraseo de nuevo): «Cuando se ofrece una nueva oportunidad laboral, el hombre pregunta cuándo va a ganar. La mujer pregunta qué va a hacer». No sé si se considerará sexista decir que los hombres, generalmente, negocian mejor. Pero no se puede culpar a las mujeres por pensar antes en responsabilidad y funciones que en el dinero.
El programa abarcó lo que pudo abarcar, poquito, pero fue muy interesante en muchos aspectos. No suelo decir esto, pero me convencieron. Ha cambiado mi opinión en varios aspectos. Pero supongo que el feminismo, como todo, es un proceso. Aquí tenéis el programa completo por si queréis echarle un vistazo. Merece la pena. http://tinyurl.com/zsuedp7


Esta entrada se publicó primero en facebook el 20 de diciembre de 2016.

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