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La vida secreta de los artistas

Lo que convierte en artista a una persona es su arte, no la vida que lleva. Creía que teníamos eso claro cuando les perdonábamos los vicios y los llamábamos excéntricos en vez de locos, un eufemismo que guardamos también a los ricos, pero en verdad somos unos moralistas capaces de anteponer lo correcto a la herencia del arte. Nuestra balanza del bien es capaz de desterrar hasta el último de los genios sólo porque llevase una vida de monstruo. Y cuando por culpa de sus sombras renunciamos a sus obras, entonces somos nosotros los que damos un paso al frente para ser un poco más salvajes.
Un caso reciente es Céline, un escritor francés al que le han negado las fiestas de la efeméride por haber sido un antisemita declarado. No es de los nuestros, dicen, de modo que hay que arrinconar su literatura. Creerán las autoridades y periodistas que han insuflado oxígeno al respeto entre razas, animales y hasta planetas, pero la única verdad es que hoy hay un escritor que se hizo célebre por sus escritos y al que hoy repudian no por sus escritos sino por su vida (incluso si su xenofobia se plasmase por escrito, sigue siendo una faceta de su vida que no es la de escritor). No he leído a Céline por más que Eme lo recomienda, pero se me ocurren muchos más artistas, de la pluma, de la pintura, del cine, de la música y hasta de la moda, que han sufrido una auténtica inquisición por esas partes de su alma que no eran las que creaban. Genios en mayor o menor medida que sufrieron, antes o después de muertos, el descrédito por unos errores que no tenían nada que ver con las razones que los habían encumbrado. Por este crimen los matamos, pero matamos también nuestra cultura y la cultura universal.
Si un maltratador no limpiaría su imagen de hombre por ser un maestro de la pintura, pues seguiría siendo un maltratador a vista de todos, ¿por qué un maestro de la pintura deja de merecer nuestra admiración cuando descubrimos que maltrata a su pareja? ¿A qué criterio tan variable ceñimos nuestro medidor de artistas?
Todos los seres humanos de este planeta, sin excepción, son almas grises. Algunos se acercan al negro más que otros, pero si somos capaces de ignorar a los artistas que no fueron soberbios en todos los aspectos de sus vidas, y no sólo en los que trabajaron, en ese caso perdemos todos. Tendríamos que mirarnos a nosotros mismos y juzgar cuál es nuestro color. Una vez descubramos que no somos transparentes, es hora de admirar a los genios por su talento, y no cometer la injusticia de enjuiciarlos por lo que nunca pidieron opinión. Para los excesos individuales, cada uno es su dueño. Para cuando perjudica a los de su alrededor, son los otros los que tienen que pedir cuentas. Pero en lo que respecta a nosotros, el resto de los mortales, preocupémonos por nosotros mismos y si queremos, admiremos su arte y separémoslo de lo demás. La culpa es de quien admira a la persona y después se lamenta por no encontrar en ella la perfección. Quien admira el arte del artista y no al artista en sí mismo, va más allá. Quien admira al artista en vez de su arte, corre el riesgo de perderse su creación cuando descubra lo que ya todos sabemos: que no hay nadie perfecto, ni siquiera los artistas. Menos mal que los políticamente correctos no tienen medios para investigar las vidas secretas de todos nuestros genios de ayer y hoy. De lo contrario, los libros de arte no encontrarían nadie de quien hablar.

16 comentarios:

Alfonso dijo...

Disculpá que te lo diga, pero lo que dijiste me parece una reverenda estupidez. ¿Solo porque alguien es admirado tenemos que perdonarle todo lo que hace? ¿Qué ocurriría si se descubriera de repente que a un actor famosísimo le gusta matar vagabundos por las noches? ¿Tenemos que decir: "oh, pero está bien, miren que buenas películas hace"?

C. (@el_croni) dijo...

No es que le tengamos que perdonar nada, sino que son los afectados, si los hay, los que tienen que perdonar y la justicia, y no nosotros, la que tiene que enjuiciar si se tercia. No se trata de que nosotros perdonemos. Más bien, es una cuestión de no meternos donde no nos importa, la esfera privada, en detrimento del auténtico motivo por el que un artista se proyecta, que es su arte.

Enrique dijo...

Alfonso: Supongamos que ese actor famosísimo que tu dices en el ejemplo es, además, un grande del arte dramático. Pero alguien realmente bueno; todo un artista, vaya. Y de repente, continuando con tu ejemplo, descubrimos que se dedica a matar vagabundos por la noche. ¿Dejaría de ser buen actor? ¿Sus interpretaciones pasarían a ser una mierda? No, de ninguna manera; eso me parecería muy hipócrita.
Entiendo que algo xenófobo o denigrante no se tolere, pero que algo como lo mencionado antes no me parece bien.
Tampoco me parece correcto que se aparten obras de antaño porque aparezcan ideas que a la sociedad de hoy les parezca mal; es parte de la historia, es algo que ha ocurrido y no tenemos que huir de ello, pues nos enriquece.

Anónimo dijo...

Lo que dices tiene parte de razón, y en cierto modo, sentido.
Sin embargo a mí me resulta mucho más fácil aplicar esta distinción entre el ámbito privado y el ámbito profesional en cualquier otro oficio. Pero precisamente en el arte es donde veo yo más conexión entre el autor y la obra. Se supone que el arte es expresión ¿no? Cuando estudias la obra artística de alguien también estudias algo del autor. Por ejemplo, comprendes mejor las poesías de Luis Cernuda sabiendo que éste era homosexual.

La verdad, yo no puedo separar obra y autor tan tajantemente.

Anónimo dijo...

Alfonso, no se trata de eso. Se trata de que yo no voy a dejar de leer libros o ver películas porque sus creadores eran pésimas personas. Y sí, las juzgo, y digo que algunos artistas pueden ser pésimas personas. ¿Las estoy perdonando? No ¿Les resto importancia a algo malo que puedan hacer? No. Simplemente no mezclo la obra con el artista. Y puedo disfrutar de la obra (y decir "qué gran obra") sabiendo que el creador es un perfecto hijo de puta (y decir "pero qué cabrón era"). Una cosa no quita la otra.

Anónimo dijo...

¿Por qué en los libros de texto de literatura se estudia la vida de los autores junto con sus obras? No se puede separar la vida de Cervantes, quien sintió el fracaso de la caballería en su propia carne, de su Quijote. Vida y obra de un artista van unidas; una no tendría sentido sin la otra.
Es inevitable pensar distinto de un artista por saber cosas de su vida, ya sean buenas o malas. ¿Importa que Wilde fuera homosexual o Kafka vegetariano? No sé, pero son personas al fin y al cabo. Y como personas, que además son artistas, su arte forma (o formaba) parte de su vida, así como su vida forma parte de su arte.

Keyra dijo...

Y lo peor es que a veces se llega a casos mucho más extremos... Por ejemplo, creo que la mayoría somos en mayor o menor medida representantes de los valores de la época que nos ha tocado vivir, incluso cuando nos creemos transgresores no lo somos tanto como creemos, hay muchos valores que compartimos y ni cuestionamos porque están tan inculcados... Quien sabe si dentro de x siglos pensarán ¡Y pensaban esto y vivían tan tranquilos! ¡Qué absoluta maldad! He visto poner a parir a escritores por comportamientos y actitudes que para mí lo raro es que en su época hubieran sido otra cosa (uno no va a ser excepcional y estar un paso por delante en todo, un respiro). Qué fácil es juzgar la maldad de los demás cuando ya hemos aprendido de sus errores y llevamos siglos de ventaja. Pues encima de criticarlos como escritores por su vida y pensamiento encima los juzgan con parámetros actuales, era un machista, le parecía bien el Imperio Británico y creía en la superioridad cultural de Europa sobre el resto del mundo ¡Qué horror, es lo peor, tenía una vida llena de sombras! Es como si cada vez que dieramos un autor de la Grecia clásica lo redujeramos a que tenía esclavos...

Por último, no creo que Cronista le parezca mal saber la vida sino usar la vida para quitar valor a la obra o rechazarla sólo por eso.

Anónimo dijo...

Me parece que aquí se está confundiendo la biografía del artista y cómo ésta puede afectar en la obra, con las opiniones personales del artista y negarse a saber nada de él sólo por opinar distinto. Son cosas distintas.

Anónimo dijo...

Bueno, también ha pasado el caso contrario. Creo que todos tenemos en mente el caso Polanski y cómo algunos intentaron justificar su huida de la justicia con un "lo suyo no fue una violación, violación". Está claro que decidir eso tampoco era competencia de ellos, pero también se dan los casos contrarios. Pero esas son las dos caras del fanatismo, no admitir que el artista no es ningún dios, sino un simple ser humano.

Aparte de esto, solo señalaría un par de cosas:
una sería el papel que juega el marketing en todo esto. Las editoriales, productoras, discográficas, etc. son las primeras interesadas en crear una imagen atractiva (en el sentido de que venda) de "sus" artistas. Por ejemplo, hace unas décadas con Rod Hudson, que para hacer más propaganda a sus papeles de galán de cine, no sólo tenía que ocultar que era gay (cosa que por la época supongo que habría tenido que hacer de todas maneras para estar bien visto) sino que lo obligaron a casarse con su secretaria. En fin, detalles de hasta qué punto el artista puede ser esclavo de una imagen que se impone "por su propio bien".

Otra es que de siempre los artistas han vivido en los límites de la sociedad. Muchos, nunca fueron "buenas personas". La mayoría dentro de lo que se consideraba normal para sus épocas, pero también otros que objetivamente nunca lo fueron. No sé por qué ahora se da por hecho que estas cosas no pasan. Claro que pasan. Pero que las autoridades consideren a alguien "persona non grata" no significa el olvido sí o sí. Más bien, y es para que todos lo pensemos, sería bueno que reflexionemos sobre la fama, que no va aparejada con la calidad de una obra, sino con que esa obra o ese autor encaje bien en una sociedad o en un tiempo.

ana ryder dijo...

Si una persona se declara antisemita, cualquiera está en su perfecto derecho de censurarle, cerrarle sus puertas o negarse a leerle. Pues solo faltaba. Una cosa es que nos metamos en la vida privada de cada cual y otra bien diferente que las acciones públicas de un sujeto no tengan consecuencias. Como lo que le sucedió a Galiano. Somos responsables de nuestros actos, para bien o para mal, aunque seamos unos genios.

Anónimo dijo...

Ana Ryder, lo que sólo faltaba es que sentemos un precedente tan peligroso que consiste en CENSURAR (y por lo tanto, joder y mancillar mi libertad para acceder al producto artístico de una persona) la obra de un artista porque éste tiene unas ideas contrarias a las mías o a las políticamente correctas. Cierto es que tú tienes el derecho de no leeerlo, pero ese derecho no se me puede negar a mí. ¿Estoy simpatizando con un nazi? Nada más lejos de la realidad. ¿Que somos responsables de nuestros actos? Sí, ¿y qué tiene que ver aquí?
Por cierto, Céline, ese autor antisemita, que escribió una obra como "Viaje al fin de la noche", tuvo una edición de su libro con una portada dibujada por... atención!Jacques Tardi, un dibujante de cómic con conocida militancia izquierdista. Y accedió con mucho gusto. ¿No resulta una paradoja? Para mí no lo es.
Quizás deberiamos dejar de leer a Miguel Hernández, por un poema que le dedicó a Stalin. O a todos esos cantautores o poetas sociales de los 60 que cantaban a la dictadura cubana. O Camilo José Cela, por franquista.
Por supuesto, tú estás en tu derecho de no leer a quien no quieras. Pero el Estado no tiene ningún derecho a censurarme ningún libro. Y lo que hizo el Estado Francés con Celine fue una clamorosa vergüenza. Propio de los tiempos de la inquisición.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Cronista.
No hablo de que no haya que ajusticiar a los criminales; o de que no podamos opinar sobre sus malos actos...
Pero eso no nos lleva a despreciar su arte. Y, por mucho que la obra muestre una parte del autor, no tiene porqué mostrar su manera de ver el mundo: yo escribí un relato sobre una chica que mata a otra en un callejón y sí, eso sale de mí y es mi expresión; pero no creo que asesinar esté bien.
Por tanto, Cronista, lo has clavado: hay que disfrutar de las obras de arte, no centrar la atención en el creador... y así luego no habrá ninguna decepción.
Sawako ^^

ana ryder dijo...

Anónimo, no sé de dónde sacas que yo estoy censurando a nadie que lea lo que le dé la gana.

Anónimo dijo...

"Si una persona se declara antisemita, cualquiera está en su perfecto derecho de censurarle,"
Yo no entiendo "censurarle" por "no leerlo uno mismo", sino no dejar que lo lean los demás. Normalmente censura un Estado, o un gobierno, o un juez (ver la Revista el jueves), son ellos los que censuran.

Minara dijo...

Básicamente, es algo tan simple cómo que si alguien canta/pinta/escribe/lo-que-sea bien, seguirá haciéndolo bien, sea buena persona o no. Eso es algo que es obvio.
Pero si me recomiendan la obra de un asesino/maltratador (o cualquier cosa de ese estilo, no drogadicto o alcohólico), me negaría a comprarla si sé que ese artista va a cobrar un tanto por ciento de mi dinero. Buscaría acceso a su obra gratuitamente. Pero es que si en lugar de un artista famoso el "malo" fuese un vendedor de flores y yo supiera que tipo de persona es, le compraría las flores a otro.
Sencillemante, no quiero que mi dinero termine en manos de asesinos o maltratadores o cosas por el estilo. Pero eso no quita que si me parece un buen artista, yo lo reconoceré.

Anónimo dijo...

Mucha razón que tiene, no podría agregar más.
La Censura es una herramienta útil cuando se quiere silenciar lo que se considera un peligro. Es tan grande la censura que ni siquiera nos dejan pensar con libertad... Últimamente ha estado de moda censurar a los que se expresan abiertamente antisemitas, para mi es una tontera, cada uno es libre de opinar, decir, manifestar lo que se le venga en gana. Si nos llenamos la boca hablando de la libertad de expresión, ¿Por qué somos tan intolerantes? Además parece que olvidan el porcentaje de alemanes que apoyaron a Hitler, y ahora vienen con la careta de que odiamos a Hitler y su jodido nazismo. ¡Por Favor!
La Vida personal de los artistas nos debería importar un bledo, pero somos condenadamente morbosos. A pesar de todo algunos deberían poder separar ambas facetas, la careta publica y la privada.
Hombre, a mi me encanta Oscar Wilde, pero sé que algunos censurarían sus libros porque él fue simplemente homosexual. Vargas Llosa es notoriamente neoliberalista, apoyo a Piñera entre otros, pero no por eso no leeré sus libros, no por eso me abstendré de expresar que escribe bien. (Aún no lo compruebo)

En fin…

Buenísimas Tardes.