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Conversación ficticia

— Llevas días sin actualizar el blog.
— Ya lo sé.
— ¿Vas a cerrarlo?
— No, no pretendo. ¿Por qué iba a cerrarlo?
— No sé, tú sabrás.
— ... ¿Que yo sabré el qué?
— Por qué ibas a cerrarlo.
— Es que no voy a cerrarlo.
— Pues... nada.
— ¡Ché, dilo!
— Nada, es que parece que últimamente pases.
— ¿Yo, paso? No, en absoluto. Pero si estoy de exámenes y además no veo nada de lo que me apetezca escribir, no me voy a obligar.
— Entiendo. ¿No lo cerrarás ahora que se vienen las elecciones?
— ¡Menuda tontería! ¿Y por qué iba a cerrar el blog porque sean elecciones? ¡Ni que yo fuese a crear opinión.
— Es evidente que no vas a crear opinión.
— ¿Entonces a qué viene eso?
— Simplemente te lo digo para que no se te vea el plumero.
— ¿Qué?
— Pues eso, que se te nota un poco.
— No se me caen los anillos por defender a Zapatero o Rajoy cuando se lo merecen, así que no creo.
— Nada, nada. ¿Vas a acabarte el cerdo agridulce?
— Tómalo. Ya no me apetece.

Indulgentes

No sé si pasa en otros países, pero siempre he pensado que en España somos bastante tolerantes con las estafas a Hacienda, robos a bancos y fraudes fiscales, siempre que no haya heridos. En ocasiones lo seguimos incluso con admiración, como olé qué tío, que se ha llevado 5.000 millones sin levantar sospecha. Y qué tonto, por no volar antes. Los políticos pueden echar pestes del dinero negro y economía sumergida, que a nosotros nos parece lo más normal del mundo. ¿Os imagináis así a los nórdicos, el ejemplo de perfección europeo? Pues claro que no. Pero es que en este continente tiene que haber de todo, ¡y a mucha honra!

De por qué Bardem debe ganar el Oscar

Porque es un tío maravilloso. No se me ocurre otro comunista que se puede ir a las Bahamas pagando un trillón por noche sin perder los principios. O que defienda el cine español pegatina en pecho y luego estando en Madrid se cague en ir a los Goya. Alguien tan especial tiene que ganar el Oscar sí o sí. ¡Tú puedes, Bardi!

En el coche

Acto 1: Los dos hermanos vuelven de la Albufera, después de comer una paella horrible y un arroz negro pasable.
Yo: ¿Me dejas coger el volante?
Ella: Eh... vale.
Yo: ¡Weee! ¡Qué bien lo hago, eh!
Ella: ...
Yo: ¿Que no lo hago bien?
Ella: No lo quería decir, pero es que vamos a cincuenta por hora y por una recta. Lo preocupante es que lo hicieses mal.


Acto 2: Los dos hermanos entran en Valencia, por la calle Jacinto Benavente. Es un tramo de dos carriles.
Yo: Los coches pasan por la izquierda... y por la derecha. ¿Por qué carril se supone que vamos?
Ella: *silencio sepulcral* ... No sé.
Yo: Con razón es la segunda vez que nos insultan...