Llopis-Clos Llopis-Clos martes, 18 de marzo de 2008 Tweet

— Ella es horrible. ¿La viste en el cumpleaños de Enrique Beltrán, que iba con él? Un mal gusto exquisito.
— ¿Y qué me dices del chico? —le pregunta su amiga, mientras pasa página del Qué me dices—. Mi hijo tiene la misma edad y ha venido algunas veces al chalet. Además de feo es tartamudo.
— Dime tú, ¿cuanta gente hay en esta ciudad que se apellide Llopis-Clos? Yo sólo le conocía a él.
— Deben ser los únicos entre un millón de habitantes.
— Absolutamente atípico.
— Da repelús...
— Y se van a casar. La casualidad es escalofriante.
— Desesperados.
— No tienen nada que ver, ya se darán cuenta. Él al menos tiene dinero, pero ¿ella? Cajera del Mercadona, ya me dirás tú.
— No puedo dejar de preguntarme cómo se conocieron... ¿y su hijo qé será? Llopis-Clos Llopis-Clos, ¿no? La coincidencia es aterradora.
Pero lo cierto es que no hubo ninguna coincidencia en que estos dos enamorados con idéntico (y rebuscado) apellido se conociesen. De hecho, fue precisamente por sus apellidos, idénticos y rebuscados, por lo que hoy están juntos. Es tan simple como que al ir al hospital, te den los resultados de unas pruebas con las iniciales "C. Llopis-Clos". Cuando al llegar a tu casa descubres al abrir el sobre que se ha tratado de un error, buscar ese otro Llopis-Clos en el listín telefónico. Y cuando descuelga, tú, que has visto sin pretenderlo que necesita un donante urgente, intuyes y aciertas que acabas de encontrar a la mujer de tu vida. No habrías llegado a ella de ser Martínez, ni tampoco un García. Das con ella porque es Llopis-Clos.